GRATITUD CELESTIAL – Adoración y gratitud en el cielo (3)
El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza, y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir; Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos (Apocalipsis 5:12,13).
El centro del Universo tiene un trono. Vivimos tan sumergidos en nuestro ámbito terrenal que perdemos la dimensión espiritual y eterna de nuestro ser. Hemos sido creados con concepto de eternidad (Ecl.3:11 BTX). El materialismo exacerbado que domina el pensamiento moderno nos ha enseñado a poner nuestro foco exclusivamente en lo temporal y perecedero, como si nuestras vidas solo tuvieran ese alcance. Hemos sido engañados. Nuestra ceguera, por el endurecimiento de corazón, ha tejido un tupido velo que nos impide ver la dimensión gloriosa de nuestro espíritu renacido en la persona del Mesías. Recuerdo bien cuando eso ocurrió en mi vida. Una ventana se abrió en mi interior que me conectaba con otro mundo, el mundo interior.
Parece mentira, pero muy pocas veces somos conscientes de ello. Pensamos que nuestros pensamientos naturales, por muy filosóficos que puedan llegar a ser, son todo. Pero estamos equivocados. Hay un nuevo mundo más allá del sol. El predicador dejó escrito que la vida es vanidad de vanidades debajo del sol. Pero existe un trono con su consejo celestial, los cuatro seres vivientes, los veinticuatro ancianos y una compañía inmensa de ángeles y redimidos que pueblan el cielo más allá del sol.
El autor de la carta a los Hebreos nos dice que no nos hemos acercado al monte que ser puede palpar, sino que nos hemos acercado al monte de Sión, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios… a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús… y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel (Heb. 12:18-24).
Un mundo nuevo se abre a nuestros ojos cuando venimos al camino, la verdad y la vida en la persona del Mesías. En ese lugar encontramos al que está sentado en el trono y al Cordero recibiendo adoración y alabanza del cielo, la tierra, y debajo de la tierra, el mar, toda la creación de Dios adorando al Padre y al Hijo. Prueba inequívoca de la divinidad de Yeshúa. Jesús también recibe nuestra adoración en el cielo. Y en la tierra (Mt.14:33; 28:9 y 28:17). El apóstol oyó la adoración en el cielo como un estruendo de gratitud y alabanza de todo lo creado. Acerquémonos mediante la fe y la oración.
La tierra y el cielo están unidos a través de la gratitud y alabanza.