GRATITUD Y ALABANZA (82) – La práctica apostólica (2)

GRATITUD Y ALABANZA - 1HECHOS – La práctica apostólica (2)

Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto durmió (Hechos 7:60).

La persecución desatada en Jerusalén no fue cosa de un día, ni dos. Tampoco era un poco de presión social para que las cosas volvieran a su cauce habitual. Se trataba de vida o muerte en muchos casos. Como ocurre hoy en muchas de las naciones de la tierra. La mayor persecución —silenciada vergonzosamente por los medios mundialistas— es la de los cristianos. Estaba profetizado por el Maestro: Os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre (Mt.24:9). En otra ocasión les dijo que si a él le habían perseguido, también a ellos los perseguirían, el siervo no es mayor que su señor—, de la misma manera si habían recibido su palabra, también recibirían la suya (Jn.15:20). Por tanto, el cristianismo siempre ha sido perseguido por los sistemas de este mundo, y en la actualidad también. Otra cosa es cuando se ha unido al poder político cruzando del bando de los perseguidos a los perseguidores.

Aquí estamos ante un testigo de Jesús que después de exponer los argumentos irrefutables, según las Escrituras, que Yeshúa era Mesías anunciado por Moisés, recibió la oposición frontal de un grupo de judíos fanatizados por la intolerancia religiosa. Y no pudiendo resistir la sabiduría y al Espíritu con que hablaba, arremetieron contra él, y echándole fuera de la ciudad le apedrearon, mientras Esteban, lleno del Espíritu Santo, con los ojos fijos en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús que estaba de pie a la diestra de Dios. El contraste no puede ser más evidente. La tierra apedrea la revelación del cielo. Pero el cielo se pone en pie para recibir al testigo de la verdad que entrega su vida, como su Maestro, con un corazón rendido a la voluntad de Dios, elevando su oración para que no se tomara en cuenta el pecado de sus compatriotas convertidos ahora en verdugos implacables. ¡Cuántas veces se ha repetido esta historia!

El espíritu dulcificado de Esteban por la presencia del cielo en sus ojos, rogaba por sus enemigos siguiendo el ejemplo de su Señor en la cruz del Calvario. Solo un corazón fundido con el de su Maestro en gratitud y alabanza puede afrontar semejante contrariedad sin desfallecer en su ánimo. El espíritu de alabanza y gratitud es más fuerte que los demonios de rencor y amargura. La gratitud embellece el rostro con la gloria celestial. ¡Cuánta ingratitud tiene su fundamento en las raíces de amargura anidando en el corazón, y cuánto resentimiento impiden la belleza de un rostro agradecido. Nuestro alejamiento de la práctica apostólica nos impide el resplandor de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.

         La gratitud potencia la fuerza del perdón en cualquier circunstancia.

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