Los profetas de Israel (LXXXV) – Ezequiel (11)
Así ha dicho YHVH el Señor: He aquí, yo tomo a los hijos de Israel de entre las naciones a las cuales fueron, y los recogeré de todas partes, y los traeré a su tierra; y los haré una nación en la tierra… y un rey será a todos ellos por rey; y nunca más serán dos naciones, ni nunca más serán divididos en dos reinos… Mi siervo David será rey sobre ellos (Ezequiel 37:21,22)
Nos encontramos ahora con una profecía sorprendente. Los que conocen la Escritura saben que el antiguo reino de Israel se dividió en dos, por un lado el reino del Norte, llamado Israel, con Samaria como capital; y por el otro, el reino del Sur, o Judá, cuya capital era Jerusalén. El reino del Norte fue llevado al cautiverio por Asiria en el año 722 a.C. y nunca más se ha sabido donde han ido a parar. La desaparición de las diez tribus es uno de esos enigmas sin resolver, aunque cuenta con una variedad de hipótesis, a cual más inverosímil. Hay que decir que gran parte de esas tribus ―tal vez todas― quedaron diluidas y asimiladas en el reino del Sur, una vez que se efectuó la división en tiempos del rey Roboam y Jeroboam.
Pues bien, el profeta Ezequiel nos dice que en el periodo mesiánico estarán nuevamente unidas. Serán recogidas de entre las naciones y los dos antiguos reinos serán nuevamente uno en la mano del Señor. He aquí, yo tomo el palo de José que está en la mano de Efraín, y a las tribus de Israel sus compañeros, y los pondré con el palo de Judá, y los haré un solo palo, y serán uno en mi mano (19).
En la segunda parte de este capítulo quedan establecidas algunas verdades sólidas. Veamos. La unión de los reinos de Israel en uno solo. Israel es tomado de entre las naciones y establecido en su tierra (21). Será una nación con un rey, ―David― figura del Mesías-Rey. Vivirán en la tierra que se le dio a Jacob, en la cual habitaron sus padres, y habitarán sus hijos «para siempre» (25). Entrarán en un pacto de paz perpetuo con el Señor, y se levantará el santuario entre ellos «para siempre» (26).
Todas las naciones sabrán que el Señor ha santificado (apartado) a Israel, y la prueba de ello será que su santuario estará en medio de ellos «para siempre» (28) (Jer.30:18). Varios profetas inciden en el mismo mensaje una y otra vez: el reino mesiánico será establecido en Jerusalén una vez Israel regrese a su tierra para habitarla con su rey David a la cabeza. El tabernáculo será levantado en medio de un pueblo entregado a su Dios, y las naciones reconocerán lo que será un hecho mundial. Comparar con Apocalipsis 21:24-26.
La palabra profética insiste en el reino de Jerusalén, con David de rey, y el santuario levantado como señal de la presencia de Dios en Israel.