La gloria (es) de Dios (3)
Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y habló acerca de él. Con todo eso, aun de los gobernantes muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios (Juan 12:41-43).
La gloria de Dios es un tema principal y muy amplio en la Escritura. Hice un recorrido extenso en la serie El hombre glorificado. Aquí me propongo un desarrollo más breve, por ello he escogido el libro del profeta Isaías como base para nuestra exposición. Isaías vio la gloria de Dios y quedó sobrecogido, nunca más sería el mismo. Una consecuencia inmediata de esa experiencia fue la consciencia del gran abismo que separa al hombre de su Creador. Escribió: … pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír (Isaías 59:2). Supo que habitaba en medio de un pueblo que hablaba mal, muy mal; incluso sabía que él mismo era un hombre indigno y sus palabras también eran sucias muchas veces. Como diría el apóstol Santiago: ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal (Santiago 3:8).
Sin embargo, el milagro era y es posible para el profeta y para nosotros. Su boca fue santificada mediante un carbón encendido que el ángel trajo del altar de Dios y purificó sus labios. En Cristo hay una nueva manera de hablar, diría el apóstol más adelante: En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre… y renovaos en el espíritu de vuestra mente… Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo (Efesios 4:22-25). Este cambio revolucionario en el ser humano tiene el potencial de transformar la vida de familias y sociedades enteras.
Desechar la mentira y amar la verdad nos permitirá que la libertad verdadera impacte en nosotros con toda su fuerza transformándonos. Jesús dijo que la verdad nos hará libres. Su opuesto nos atrapa en la esclavitud. Es una farsa actual proclamar que vivimos en regímenes democráticos donde existe la libertad de expresión cuando estamos siendo sometidos a la tiranía de lo políticamente correcto, y quien se sale del mensaje impuesto es perseguido y señalado de intolerante con las consecuencias perversas que le siguen. El profeta Isaías supo que la transformación era posible porque vio al Mesías llevando nuestras enfermedades, sufriendo nuestros dolores, herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados, sobre quien cayó el castigo de nuestra paz. Dios cargó sobre él el pecado de todos nosotros. En él tenemos redención.
Isaías fue transformado por su gloria, nosotros también podemos cuando vemos al Cordero de Dios llevando nuestro pecado y le rendimos la vida.