GRATITUD CELESTIAL – Adoración y gratitud en el cielo (4)
Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén (Apocalipsis 7:11,12).
El último libro de la Biblia es una ventana abierta por la que el apóstol Juan, que estaba desterrado en la isla de Patmos a causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo, oyó y vio lo que luego pondría por escrito, mediante un lenguaje de figuras y símbolos. Se le dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas… (Apc.4:1). Y lo primero que vio a continuación fue un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado. A partir de ese momento se desarrolla toda la visión del libro de Apocalipsis. En los capítulos 4 y 5 tenemos el epicentro de donde sale toda la información, con un trono celestial que recibe adoración de todos los seres angelicales y los redimidos que aparecerán más adelante en el mismo lugar.
Me parece ver varios círculos concéntricos que desde adentro hacia afuera se componen de la siguiente manera. En primer lugar el trono de Dios; alrededor de él cuatro seres vivientes que seguramente son figuras angelicales de alto rango; luego vemos veinticuatro ancianos sentados en los tronos, vestidos de ropas blancas y con coronas de oro en sus cabezas (4:4), tal vez doce personajes relevantes del antiguo pacto y doce del nuevo. Alrededor de ellos una multitud de ángeles que se postraban sobre sus rostros delante del trono adorando a Dios; y finalmente, vemos una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones y tribus, pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en sus manos, clamando a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero (7:9,10).
Observa el énfasis que pone el autor una y otra vez en la centralidad del trono, concentrándose en aquel que está sentado en el trono, y en el Cordero; ambos reciben la adoración; y vemos también que la salvación de Dios recibe un énfasis evidente. Los redimidos proclaman que la salvación pertenece a nuestro Dios. Él es su autor. No hay otro Salvador. No hay otro Dios, clamará el profeta Isaías en múltiples ocasiones en su libro. Y por ello, todos en el cielo proclaman en una explosión exuberante de júbilo que la bendición, la gloria, la sabiduría y acción de gracias, la honra y el poder y la fortaleza sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Nuestra adoración y gratitud deben estar focalizadas siempre hacia ese céntrico lugar.
En el cielo estaban en pie para postrarse y adorar al sentado en el trono.