Hombres impíos – Falsos maestros (1)
Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aún negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina (2 Pedro 2:1)
Jesús dijo a los suyos: He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas (Mateo 10:16). Y en otra ocasión: Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Y añadió: Por sus frutos los conoceréis (Mateo 7:15,16). El problema que tenemos hoy es que esta misma palabra la conoce el diablo y la usan de la misma manera aquellos que son falsos maestros citándola sobre quienes los contradicen. Tenemos que unos a otros se echan las mismas palabras con la consiguiente confusión sobre las personas. Sin embargo, llega la hora cuando las obras de cada uno se hacen evidentes, algunos las manifiestan pronto, a otros se tarda más en desenmascarar, pero finalmente las obras de cada uno se revelan quedando expuestos.
Estos procesos son dolorosos, porque durante un tiempo a lo malo se le llama bueno, y a lo bueno malo. Se tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas. Se establecen dominios de tinieblas que predominan por un tiempo, como en el caso de Jerusalén ante la muerte de Jesús (Lucas 22:53), hasta que las tinieblas van pasando y la luz verdadera alumbra (1 Juan 2:8).
El apóstol Pedro nos presenta en su segunda carta la obra de estos falsos maestros. Los relaciona con los antiguos profetas falsos de los días de Jeremías. Entiende que hay hombres impíos disfrazados de maestros que introducen herejías destructoras de la vida espiritual. Cuando ocurre esto la firmeza de la fe se diluye disolviendo su consistencia, dando lugar a tiempos de gran confusión que apagan la luz del evangelio. Ha ocurrido en diversos periodos de la historia de la iglesia.
La impiedad de estos hombres se manifiesta también en negar el rescate de la redención levantando un edificio espurio alrededor de sus propias personalidades con argumentos altivos. La consecuencia es que atraen sobre sí mismos, —y sobre muchos otros—, destrucción repentina. Pablo dijo que estos hombres se levantan entre el mismo liderazgo de la iglesia como lobos rapaces que no perdonan al rebaño, arrastrando tras de sí a los discípulos (Hechos 20:29-32). Los hombres de Dios deben saber que caminan entre lobos despiadados que no perdonarán al rebaño cuya naturaleza se alimenta del mismo infierno.
No es oro todo lo que reluce en las iglesias. Necesitamos supervisores de la grey de Dios para no ser arrastrados por líderes impíos y heréticos.