Consuelo con la idea de matar
Cuando las palabras de Esaú, su hijo mayor, le fueron comunicadas a Rebeca, envió a llamar a Jacob, su hijo menor, y le dijo: Mira, en cuanto a ti, tu hermano Esaú se consuela con la idea de matarte (Génesis 27:42).
Amán se consoló con la idea de matar, no solo a Mardoqueo, sino a todo el pueblo de Israel. La naturaleza de Esaú estaba operando. Hitler se consolaba con la idea de matar a todos los judíos para dar satisfacción a su antisemitismo desbocado. Esaú estaba actuando. Hay maridos que se consuelan con la idea de matar a sus mujeres, algunos lo consiguen, pensando que eso pondrá fin a sus desdichas o calmará su odio. Allí tenemos a Esaú en acción. Saúl se consolaba con la idea de matar a David y poner fin al menosprecio que supuso el cántico de las mujeres que le dieron a él miles y a David diez miles. Esaú estaba actuando. Cuando una mujer se consuela con la idea de matar a su hijo en el seno materno, allí está Esaú operando. Este tipo de consolación se ha repetido en la historia del hombre desde que Caín mató a Abel.
Las guerras fratricidas vienen a ser un deseo de reponer nuestra voluntad sobre la de aquellos que no piensan como nosotros. Eso fue lo que ocurrió en la guerra civil española y que algunos han pretendido reavivar no hace mucho. Allí está la simiente de Esaú. Simiente heredada de la naturaleza pecaminosa que brotó en aquel querubín caído. Algunos judíos quisieron matar a Jesús, y a la vez pretendían ser hijos de Abraham. El Maestro descubrió la naturaleza verdadera de sus intenciones. Sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no se ha mantenido en la verdad porque no hay verdad en él. Allí estaba la simiente de Esaú.
No hay verdad alguna en la idea de consolarse con la muerte de tu prójimo, lo que hay es una naturaleza mala, opuesta a Dios, que Él aborrece, y de la que debemos huir.
Rebeca, madre de Esaú y Jacob, aconsejó a su hijo menor huir. El consejo es este: Ahora, pues, hijo mío, obedece mi voz: levántate y huye a Harán, a casa de mi hermano Labán. Y quédate con él algunos días hasta que se calme el furor de tu hermano; hasta que la ira de tu hermano contra ti se calme, y olvide lo que le hiciste. Entonces enviaré y te traeré de allá. ¿Por qué he de sufrir la pérdida de vosotros dos en un mismo día? (Gn. 27:43-45). Y Jacob obedeció a su madre, reconociendo en ella la voz de Dios para salvar su vida. Como dice el proverbio: No dejes la enseñanza de tu madre (Pr.6:20).
Si el consuelo es matar, la naturaleza que está operando es la de Esaú.