LOS EVANGELIOS – La enseñanza de Jesús (3)
Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído (Juan 11:41).
Jesús vivió una vida de gratitud. Estaba lleno de gracia y de verdad. Su vida es nuestro modelo en el que somos transformados. Cuando le miramos en la palabra, —como en un espejo—, somos transformados de gloria en gloria a su misma imagen. Nuestro Maestro vivió en esta tierra con una misión. Encontró todo tipo de obstáculos y enemigos que pretendían evitar su realización. De su determinación y firmeza, de esa voluntad dispuesta y resolutiva, hemos recibido sus seguidores la vida eterna. La actitud de Jesús ante las adversidades siempre fue de alabanza y gratitud. Vivió en continua comunión con el Padre. Estaba siempre delante de él, como diría el salmista, porque está a mi diestra no seré conmovido (Sal.16:8 y Hch.2:25).
Jesús dio gracias al Padre cuando multiplicó los panes y los peces dando de comer a las multitudes (Jn.6:11,23). Esa enseñanza la recoge Pablo en su carta a Timoteo para enseñar que debemos dar gracias a Dios por los alimentos, porque la palabra de Dios y nuestra oración los santifica (1 Tim.4:1-5). Hoy se pretende prohibir ciertos alimentos que Dios creó para que participemos de ellos con acción de gracias, amparados en ideologías de cambio climático, corroborando lo que dijo el Espíritu claramente, que en los postreros tiempos muchos apostarán de la fe escuchando a espíritus engañadores y doctrinas de demonios, y esas enseñanzas se opondrán al matrimonio natural conforme a la voluntad de Dios; y mandarán abstenerse de ciertos alimentos. El reino de Dios no es comida ni bebida, pero nuestra sociedad ha elevado la manera de alimentarse a niveles de verdadera idolatría. A los cristianos se nos enseña a santificar los alimentos mediante la oración de acción de gracias, y hacerlo con la sabiduría que evita los excesos y desórdenes indeseados en la dieta.
Jesús también dio gracias al Padre por oír su oración ante la tumba de Lázaro. Aquella enfermedad no era para muerte, sino para la gloria de Dios (Jn.11:4). Por tanto, alzó la voz bien fuerte, después de haber dado gracias por ser oído en el cielo, diciendo: ¡Lázaro, sal fuera! Y también lo hizo al ser entregado a la muerte. En la última Pascua con sus discípulos, Jesús tomó el pan y lo bendijo; luego tomó también la copa, y habiendo dado gracias, les dio a beber. Su actitud de agradecimiento se mantuvo hasta el mismo momento de ser entregado por todos nosotros. Frente a la cruz dio gracias. Y en la misma cruz entregó su espíritu en manos del Padre a quien había confiado su vida y destino.
El Mesías nos mostró su ejemplo de gratitud hasta el final de su vida.