Sacrificios de alabanza y gratitud (6)
En Dios, cuya palabra alabo, en el Señor, cuya palabra honro; en Dios he confiado, no temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre? Están sobre ti, oh Dios, los votos que te hice; ofrendas de acción de gracias te ofreceré (Salmos 56:10-12 LBLA).
No podemos separar la naturaleza de Dios de lo que ha salido de su boca. Tampoco podemos adorarle sin tener como fundamento honrar su palabra. Nuestra actitud hacia la palabra de Dios revelada en la Biblia es proporcional a nuestro amor a su nombre. Jesús dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él Y añadió: El que no me ama, no guarda mis palabras (Juan 14:23,24). El que dice que ama a Dios y no guarda su palabra es mentiroso. El que dice que adora a Dios pero niega su palabra y no la honra obedeciendo sus preceptos vive atrapado en un corazón engañoso. Como enseña el apóstol: Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras… (1 Timoteo 6:3,4).
Nuestro salmista ha entendido que su alabanza y acción de gracias está íntimamente ligada a honrar a Dios honrando su palabra. Incluso dice: En Dios alabaré su palabra. Por su parte el padre de la mentira, el diablo, pretendió una adoración hacia sí mismo contradiciendo la Escritura. La respuesta del Mesías fue concluyente: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás (Mateo 4:8-10). La adoración a ídolos y otros dioses es una adoración falsa. No tiene el fundamento de la verdad revelada en la palabra de Dios. La decadencia moral y espiritual de la sociedad actual ha levantado muchos ídolos que adora, en algunos casos, con verdadera pasión: autorrealización personal, su propia imagen, el dinero y el consumo, el deporte, la cultura del placer, satisfacción propia y tantos otros. Todos ellos falsos cultos que pretenden colocar en el centro de la escena al hombre y sus deseos.
Este proceder tiene como fundamento el amor a lo que hay en el mundo: los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida; todo ello con fecha de caducidad, es temporal y muy efímero; pero el que hace la voluntad de Dios, le adora y da gracias de todo su corazón honrando su palabra escrita, permanece para siempre. Como dijo Jesús: El que cree en mí, tiene vida eterna. Y en otra ocasión: Todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida [alma] por causa de mí, la hallará (Mateo 16:25). Honremos su palabra y saldremos del temor.
Cuando honramos a Dios y le adoramos según su palabra escapamos del temor de los hombres a una vida de paz, descanso y confianza.