Ordenó Dios al hombre
Y ordenó el Señor Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás (Génesis 2:17).
Si la narración sobre la creación del hombre en el capítulo dos de Génesis es cronológica deberíamos entender que la ordenanza dada por Dios a Adán es anterior a la formación de Eva, por tanto, la mujer no estaba presente cuando Dios emitió su prohibición acerca del árbol del conocimiento del bien y del mal; fue responsabilidad del varón hacer partícipe a su mujer de la palabra de Dios. Este pensamiento puede llevarnos a muchas ramificaciones, pero no lo haré. En cualquier caso el día de la tentación Eva ya conocía la ordenanza (Gn.3:1-3).
Estos primeros capítulos de Génesis permiten formularse muchas preguntas que no quedan debidamente explicadas y dan lugar a especulaciones sin fin. No es mi cometido aquí. Sin embargo, encontramos una ordenanza expresa que Dios dio al hombre en ese lugar idílico en el que le puso.
Pensemos. Antes de la caída ya había ordenanzas de Dios para el hombre. La vida en comunión con Dios no está exenta de límites, ni es garantía de extralimitación. Sus mandamientos no son gravosos. Dios limita al hombre en sus decisiones libres. Apela a su libertad. A su obediencia. Vive en medio de grandes recursos, no le falta de nada, pero sigue siendo hombre, sujeto a la voluntad soberana de Dios. El hombre vive bajo soberanía divina. A su vez ejerce como autoridad delegada sobre la creación. Dios delega atribuciones sobre el hombre, sin embargo, eso no debe ser motivo para que éste se extralimite y trasgreda la voluntad soberana del Eterno.
Los límites de Dios permiten al hombre moverse en una dimensión amplísima. «De todo árbol del huerto podrás comer». Hemos visto que Edén era un lugar increíblemente grande, extenso, deleitoso y placentero. ¿Por qué no disfrutar de todo ello aceptando la única limitación impuesta por el Señor? El límite era la entrada a un conocimiento oculto que la naturaleza humana no tendría capacidad de administrar. El bien ya lo tenía, era Dios, pero el mal se enseñorearía de él y daría entrada a una naturaleza pecaminosa conduciéndole a la muerte. Por ello, el fruto del árbol que daba entrada a esa dimensión desconocida y oculta fue prohibido. Quedó sellado por voluntad de Dios.
Cuánto tiempo permanecieron en ese estado primigenio no lo sabemos. Las condiciones estaban establecidas. Los parámetros definidos. La armonía en toda su amplitud era un hecho, pero faltaba algo…
Dios puso un límite al hombre dándole una ordenanza que cumplir para que se mantuvieran las condiciones creadas.