El Señor reina; regocíjese la tierra… justicia y derecho son el fundamento de su trono… ante la presencia del Señor de toda la tierra… Sean avergonzados todos los que sirven a imágenes talladas, los que se glorían en los ídolos; adórenle todos los dioses… Porque tu eres el Señor, el Altísimo sobre toda la tierra, muy excelso sobre todos los dioses (Salmos 97:1-9).
Aquí tenemos superpuestas dos realidades distintas. Dos reinos. Dos adoraciones. Dos sociedades diferentes. Los que adoran al verdadero Dios, y quienes lo hacen a ídolos. Los que viven por los principios del reino de Dios, y aquellos que viven subyugados por la naturaleza del usurpador y rebelde. Ambas manifestaciones se expresan ante la presencia del Señor de toda la tierra. El Señor reina sobre un pueblo obediente y adorador, no sobre los que escogen la iniquidad. Los verdaderos adoradores lo hacen desde Jerusalén y Sión, el lugar escogido por Dios; en Espíritu y verdad. Pero hay los que eligen imágenes talladas, levantan ídolos, forman dioses y los adoran. Todos ellos serán avergonzados. En la cruz de Jesús han sido expuestos principados y potestades rebeldes, han sido derrotados, aunque siguen sirviéndose de la oscuridad de los pueblos, la ignorancia y la mentira para mantener por un tiempo su falsa adoración y dominio. Aquellos que reconocen al verdadero rey, e invocan su nombre, son hechos hijos, trasladados del dominio de las tinieblas al reino de su amado Hijo (Colosenses 1:13); hasta que todos sus enemigos sean puestos bajo el estrado de sus pies.
Padre, venga a nosotros tu reino de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Sobre Israel y España, en el nombre de Jesús. Amén.
