Hombres impíos – Diversidad y consecuencias (2)
Y él habló a la congregación, diciendo: Apartaos ahora de las tiendas de estos hombres impíos, y no toquéis ninguna cosa suya, para que no perezcáis en todos sus pecados (Números 16:26)
La impiedad forma parte de la naturaleza del hombre. Todos hemos nacido en pecado; todos hemos pecado y hemos sido destituidos de la gloria de Dios; no hay justo ni aún uno; hemos heredado una naturaleza pecaminosa y carnal que produce en nosotros una forma de vida alejada de la ley de Dios. Esa naturaleza necesita ser regenerada, que significa volver a generar lo que degeneró, y ese milagro está contenido en el evangelio de la gracia de Dios. Si ese milagro interior no se produce la impiedad seguirá su curso natural produciendo diversas obras que diferencian a unos hombres de otros con las consecuencias para sí mismo y su prójimo.
Veamos ahora algunos pasajes que ponen de manifiesto la diversidad de la impiedad en distintos hombres y sus consecuencias. En el texto que tenemos arriba se habla de algunos hombres impíos que pertenecían a la congregación de Israel en el desierto, eran Coré, Datán y Abiram (Números 16:24). Su impiedad se había extendido a todas sus propiedades y tiendas, de ahí que el mandato fuera que se apartaran y no tocaran ninguna cosa suya para no ser contaminados por sus pecados recibiendo el mismo juicio. Por tanto, tenemos que la impiedad se puede extender a otras personas desde el foco de origen. Un poco de levadura leuda toda la masa, dijo Pablo. También le dijo a Timoteo que no participara en pecados ajenos imponiendo las manos con ligereza (1 Timoteo 5:20). Incluso está escrito que de algunas personas debemos aborrecer la misma ropa que visten puesto que está contaminada (Judas 1:23).
La impiedad puede trasladarse a lugares físicos y formas de vestir contagiándonos con su influencia en nuestra manera de vivir. También mediante lo que oímos y vemos podemos ser afectados por la iniquidad. Debemos discernir la maldad y no juntarnos con ella. Pablo lo dijo de aquellos que llamándose hermanos viven y practican el pecado (1 Corintios 5:11). A Timoteo le dijo: A estos evita (2 Timoteo 3:5). Y el apóstol Santiago habló de riquezas podridas y ropas comidas de polilla (Santiago 5:2). Recuerda que la lepra, una figura del pecado en el Antiguo Testamento, podía contaminar la ropa y la vivienda de quienes la padecían (Levítico 13). La limpieza y purificación debía alcanzar a todo. Por su parte la impiedad también se contagia, por ello no debemos andar en consejo de malos, como nos exhorta el salmista (Salmos 1).
La impiedad puede transmitirse a otros mediante la ropa, la casa, lo que vemos y lo que oímos, incluso imponiendo las manos de forma inadecuada.