HOMBRES DE VERDAD (20) – Sufre penalidades

Hombres de verdadHOMBRES DE VERDAD – Sufre penalidades

Pero tú… sufre penalidades… (Soporta las aflicciones RV60)  (2 Tim.4:5).

Este lenguaje del apóstol de los gentiles, para muchos el mayor apóstol de todos los tiempos, no es el mensaje populista al que cierto tipo de cristianismo está acostumbrado en nuestros días. Contrariamente al mensaje de Pablo a su discípulo y continuador de la obra, tenemos hoy un tipo de iglesia que se autodenomina: «pare de sufrir». Otros sin llamarse así anuncian lo mismo y todo ello envuelto en papel «bíblico». Seamos honestos. Aquí tenemos una contradicción de base. No es un asunto puntual. Son dos mensajes antagónicos. El apóstol dice: «sufre penalidades».

Muchos supuestos maestros seguidores del mensaje apostólico predican huir del sufrimiento, negarlo, evitarlo, y todo ello, supuestamente, mediante recetas apostólicas. Pablo no escribe de forma casual; en la misma carta le ha dicho a Timoteo: «Sufre penalidades conmigo, como buen soldado de Cristo Jesús» (2:3). Y un poco después insiste: «Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, descendiente de David, conforme a mi evangelio; por el cual sufro penalidades, hasta el encarcelamiento como un malhechor» (2:8,9). Por tanto, el sufrimiento y la penalidad como discípulo de Jesucristo no es casual o puntual, sino consustancial al llamamiento de Dios.

¿Qué significa penalidad? Trabajo aflictivo, molestia, incomodidad. Una ocupación que contiene cierto grado de aflicción, de dolor y angustia. Pablo le dice a Timoteo que la soporte, que no huya de ella, que no la evite mediante subterfugios y manipulación del mensaje, sino que la sufra. El hombre de Dios tiene capacidad de sufrimiento. No vive en la queja continua por su servicio, sino que esconde la penalidad y el sufrimiento hasta donde es posible, no lo expone para atraer la atención y auto lástima, manipulando los sentimientos de la grey para sacar provecho propio. Tampoco pone cara de piadoso («apariencia de piedad») y a la vez transmite queja oculta esperando reconocimiento. «Engañoso es el corazón».

El discípulo de Jesús soporta las aflicciones como buen soldado de Jesucristo. El Espíritu del Maestro le dirige. Su mismo espíritu es fuerte en medio de la propia debilidad. Sabe que hay un adversario que anda alrededor buscando a quien devorar. Pelea la buena batalla de la fe. Echa mano de la vida eterna. Se acuerda de Jesucristo. Se considera peregrino y extranjero en la tierra. Piensa en la corona incorruptible de justicia que el Señor, el Juez justo, entregará a todos los que aman su venida (2 Timoteo 4:6-8).

         El carácter de los hombres de verdad se forja en el sufrimiento soportando las penalidades propias de su llamamiento.

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