Hombres impíos – Reprobados
Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuando a toda buena obra (Tito 1:16).
Reprobar significa no aprobar; haber suspendido un examen. Es dar algo por malo después de realizar un análisis de manera pormenorizada. No es casual, sino reiterativo. Por tanto, cuando hablamos de réprobos en cuanto a la fe nos referimos a personas que han demostrado reiteradamente que resisten la verdad, se oponen a ella, y no pasan la prueba que determina la vida del justo, porque el justo por su fe vivirá. Pablo lo confirma citando el ejemplo de Janes y Jambres, quienes resistieron a Moisés; y de la misma manera hay hombres con un carácter determinado en los últimos tiempos, quienes resisten a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe (2 Timoteo 3:8).
Este tipo de personas podemos encontrarlas en las congregaciones haciéndose pasar por creyentes. Por eso se nos insta a probar los espíritus para ver si son de Dios (1 Juan 4:1). Incluso debemos ponernos nosotros mismos a prueba, examinarnos a nosotros mismos para ver si estamos en la fe. Es lo que le pidió el apóstol Pablo a los corintios: Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados? (2 Corintios 13:5).
El corazón del hombre es engañoso, por ello necesitamos continuamente la luz de las Escrituras para probar nuestras actitudes. La oración nos pone bajo el foco de Dios mediante el cual podemos ver en su luz la oscuridad de muchos de nuestros razonamientos y comportamientos. El salmista lo expresó así: Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno (Salmos 139:23,24). Y el apóstol Juan nos dice que si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos para con Dios (1 Juan 3:20,21).
Está escrito: lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera en mi camino (Salmos 119:105). La palabra de Dios es la que alumbra nuestros pensamientos para huir del engaño. Es la verdad que nos hace libres; la que discierne los pensamientos y las intenciones del corazón (Hebreos 4:12,13). Por tanto, si la resistimos, si nos oponemos a la verdad, como los reprobados, permaneceremos en el error que conduce inexorablemente al juicio y la condenación.
Los réprobos mantienen su obstinación en el error, resisten la verdad, por ello su mente y su conciencia están corrompidas. Son hijos de condenación.