Conclusiones generales
Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte (1 Corintios 15:24-26)
Conclusiones generales
Para concluir, sin terminar, este tema, señalemos algunas conclusiones generales.
En primer lugar debemos decir que la Escritura anuncia ampliamente la verdad expuesta en esta serie. Podemos discrepar en algunos aspectos, verlos de distinta forma, pero lo que no podremos obviar es que toda la Escritura habla de un reino venidero. Paradójicamente la iglesia no lo predica. La historia de la teología muestra que el abandono de gran parte de las raíces hebreas de nuestra fe ha llevado a interpretar muchos de los textos bíblicos de forma alegórica, una exégesis alejada de lo que predicó la iglesia primitiva. Esa espiritualización de gran parte de la Escritura nos ha conducido a una teología ampliamente establecida en la historia de la iglesia conocida como Teología del Reemplazo. El recorrido que hemos hecho en estas trescientas meditaciones pone de manifiesto que el reino venidero está diseminado amplísimamente en las páginas del Libro. Lo hemos visto especialmente en el libro de Salmos y los profetas, pero también en buena parte del Nuevo Testamento.
Esto nos lleva a constatar una segunda conclusión, la que revela que el reino mesiánico era y es la esperanza de Israel. El sentido escatológico está muy presente en la tradición hebrea. Lo hemos visto en muchos de los personajes principales que encontramos en la primera venida del Mesías.
En tercer lugar debemos diferenciar tres aspectos esenciales del reino de Dios. Desde la perspectiva de la predicación del evangelio hay un primer enfoque del reino que tiene que ver con recibirlo en el corazón. El reino predicado por Jesús y los apóstoles tiene su asentamiento principalmente en el corazón de los hombres –por eso enseñó el Maestro que su reino no era de este mundo− para desde allí reconocer el señorío del Rey comenzando a transformar la vida del hombre desde dentro a fuera. Luego se habla del reino que ha de venir a Jerusalén, establecido en Sion mediante la entronización del Mesías en la ciudad del gran Rey. Por ello es esencial que la ciudad esté en manos de los judíos, quienes lo recibirán con estas palabras: bendito el que viene en el nombre del Señor, tal como lo anticipó Jesús a la ciudad (Mt.23:39). Ese ha sido nuestro tema. Y en tercer lugar debemos saber que hay una manifestación final del reino, el reino eterno. Como escribió el apóstol Pablo en el texto que hemos escogido de base aquí: el fin viene una vez que Jesús ha entregado el reino al Dios y Padre, después que ha sido suprimido todo dominio, autoridad y potencia, cuyo postrer enemigo es la muerte. Esa victoria final da entrada a la eternidad, los nuevos cielos y la nueva tierra en los cuales mora la justicia.
Como cuarta conclusión diremos que el reino de Dios fue preparado desde antes de la fundación del mundo, como está escrito: Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo (Mt.25:34). Vemos su desarrollo en lo que llamamos la revelación progresiva. Hemos hecho un amplio recorrido desde Abraham hasta el rey David, con quién el Señor hizo un pacto eterno para sentar a uno de sus descendientes en su trono, que como anuncian los profetas y los salmos es una indicación clara del Mesías. Ese Mesías, llamado múltiples veces en los evangelios: Jesús, hijo de David, se ha manifestado a su pueblo en la primera venida, y lo volverá a hacer en su segunda aparición.
La quinta conclusión que queremos mencionar es la que tiene que ver con las señales diversas que anuncian su venida. En una primera reseña señalamos los dolores de parto que le preceden: aumento de la maldad, el carácter de los hombres en los últimos tiempos, la restauración de Israel en su tierra como la higuera que ha rebrotado, y el resurgimiento del islam. Luego, hacia el final de nuestro recorrido hemos vuelto a citar algunas otras señales del fin que revelan la antesala previa a la manifestación del Rey que viene: la gran tribulación que hemos enfatizado –contradiciendo claramente ciertas doctrinas escatológicas que anuncian el escape de ella− se producirá, según lo entendemos en los textos citados, antes de la venida del Señor, que aparecerá después de la batalla final en el valle de la Decisión; junto con ello el derramamiento del Espíritu Santo en una dimensión única en todo el mundo, para culminar con la resurrección de los muertos en Cristo que coincidirá con el arrebatamiento de los escogidos en el mismo tiempo de su venida. Todo ello, sin ser exhaustivos, creemos que son sucesos que preceden a la llegada del reino mesiánico en la tierra.
Inmediatamente, como sexta conclusión, hemos visto que el Rey viene a Jerusalén para establecer su reino de justicia y paz, −el trono de David−, edificar el templo y juzgar a las naciones. De esta forma se establecerá el reino durante mil años donde prevalecerá la justicia, la paz y el bienestar mundial.
Y como séptima conclusión quiero reseñar algunas de las condiciones de vida que tendrán lugar en la nueva era que habrá llegado con su venida dando inicio al siglo venidero y sus poderes únicos. Es la manifestación del gobierno de Dios, mediante el Hijo, sobre todas las naciones, desde Jerusalén, cumpliendo así el plan predeterminado y anunciado. En este sentido hemos citado las bodas del Rey, las recompensas que vienen con él, el diablo estará atado durante los mil años que duré el reino y no tendrá posibilidad de engañar a las naciones, la tierra será llena del conocimiento del Señor como las aguas cubren el mar, y este hecho traerá una vida de santidad gloriosa, la altivez y soberbia serán abatidas, no habrá idolatría, ni siquiera se mencionarán los nombres de los ídolos, porque habrá pureza de labios, abundante salud y bienestar social y espiritual.
Debemos recordar que junto con la figura del Rey, máximo exponente del reino, Israel tendrá un lugar preferente en el devenir del futuro reino. Por ello vivimos hoy un tiempo profético único que nos recuerda que el Señor ha sido recibido en el cielo hasta el tiempo de la restauración de todas las cosas, mencionadas por los profetas, y que será enviado una vez cumplidas (Hch.3:19-21). La batalla no es nuestra, sino del Señor. La oposición feroz de las naciones islámicas al resurgimiento de Israel en su tierra no es más que la resistencia a los planes revelados del Eterno. La unión de las naciones de la tierra en su lucha contra Israel sigue manifestando la rebelión del príncipe de este mundo, el padre de la mentira, como adversario de la voluntad de Dios. Pero está escrito, (lo cual no significa que no habrá oposición y batalla cruenta) que la victoria es del Señor, que entregará al Dios y Padre el reino cuando haya suprimido todo dominio, autoridad y potencia, y el postrer enemigo que será derrotado es la muerte. Después de los mil años el diablo será desatado para la batalla final. Su derrota anunciada lo arrojará al lago de fuego y azufre, donde ya están la bestia y el falso profeta; así como todos los que no se hallaron inscritos en el libro de la Vida, que habrán sido juzgados en el Juicio Final. Serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos (Apc.20:9,10). Luego el fin. Cielos nuevos y tierra nueva en los cuales mora la justicia.
Para acabar debemos preguntarnos acerca de quienes estarán viviendo en el Milenio. Podemos resumirlo así: Estarán las personas del pueblo de Israel que han invocado el nombre de Yeshúa para salvación; del mensaje profético se desprende que serán una gran multitud, no sé si todo Israel, pero una multitud muy significativa que reconocerán al que traspasaron. Los cristianos que vivirán el día de la venida del Señor a la tierra, que serán transformados en un abrir y cerrar de ojos, junto con los que vienen con el Señor en su venida, los santos de Dios que han muerto en Cristo de todas las generaciones precedentes. Además habrá niños que nacerán durante el periodo de mil años que durará esta nueva era. No estarán los que se han opuesto a Israel, a su Mesías y a los hijos de Dios, quienes habrán padecido la batalla de Armagedón en el Valle de la Decisión, siendo excluidos de este tiempo único; y todos los impíos que han obrado impíamente, resistiendo la verdad, practicando el pecado y complaciéndose en la injusticia. Aquellos que han resistido el mensaje del evangelio de la gracia, cuyo tiempo actual permite aceptarlo para escapar del presente siglo malo y ser trasladados al reino de su Amado Hijo.
Saludos, Virgilio Zaballos
Barcelona, Junio – 2018