PDF – Hombres impíos

Hombres impíosHola a todos.

Os adjunto el tema completo en PDF

HOMBRES IMPÍOS.

Un saludo cordial en Cristo

VIRGILIO ZABALLOS – España

 

Índice:

  1. Hombres impíos – Introducción (1)
  2. Hombres impíos – Introducción (2)
  3. Hombres impíos – Introducción (3)

 

  1. Hombres impíos – Diversidad y consecuencias (1)
  2. Hombres impíos – Diversidad y consecuencias (2)
  3. Hombres impíos – Diversidad y consecuencias (3)
  4. Hombres impíos – Diversidad y consecuencias (4)
  5. Hombres impíos – Diversidad y consecuencias (5)

 

  1. Hombres impíos – Hijos del diablo
  2. Hombres impíos – Hijos de ira y desobediencia
  3. Hombres impíos – Causan divisiones y tropiezos
  4. Hombres impíos – No heredarán el reino
  5. Hombres impíos – Practican el pecado
  6. Hombres impíos – Reprobados
  7. Hombres impíos – Se oponen al evangelio
  8. Hombres impíos – Enemigos de la cruz
  9. Hombres impíos – Os atribulan
  10. Hombres impíos – Perversos y malos
  11. Hombres impíos – Apóstatas
  12. Hombres impíos – Quieren enriquecerse
  13. Hombres impíos – Corrompidos e incrédulos
  14. Hombres impíos – Retroceden para perdición
  15. Hombres impíos – Os engañan
  16. Hombres impíos – Convierten la gracia en libertinaje
  17. Hombres impíos – Sensuales que no tienen al Espíritu

 

  1. Hombres impíos – Falsos apóstoles
  2. Hombres impíos – Falsos maestros (1)
  3. Hombres impíos – Falsos maestros (2)
  4. Hombres impíos – Falsos maestros (3)
  5. Hombres impíos – Falsos maestros (4)
  6. Hombres impíos – Falsos maestros (5)

 

  1. Hombres impíos – Hipócritas (1)
  2. Hombres impíos – Hipócritas (2)
  3. Hombres impíos – Hipócritas (3)
  4. Hombres impíos – Hipócritas (4)
  5. Hombres impíos – Hipócritas (5)
  6. Hombres impíos – Hipócritas (6)
  7. Hombres impíos – Hipócritas (7)
  8. Hombres impíos – Regreso a Sinar

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HOMBRES IMPÍOS – Introducción (1)

No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad. Porque como hierba serán pronto cortados, y como la hierba verde se secarán  (Salmos 37:1,2)

Comenzamos a partir de esta meditación con un nuevo apartado dentro del tema general de esta larga serie sobre el hombre condenado. Hemos visto hasta ahora que la Escritura nos habla de personas destinadas a condenación, algunos con nombres y apellidos, sus obras y destino. Los hemos llamado hijos de condenación. Todos ellos viven dentro de lo que se denomina el sistema de este mundo, el presente siglo malo y Babilonia, que se ramifica en múltiples obras en oposición a Dios. Este sistema está formado por aquellas personas que naciendo en pecado nunca se han arrepentido de su maldad y, por tanto, su destino eterno es la condenación anunciada con toda claridad en la misma Escritura que habla de salvación y vida eterna. Esta salvación está disponible por gracia, mediante la redención realizada por el Mesías de Israel, y que permite el traslado de la potestad de las tinieblas al reino de su amado Hijo al convertirse de las tinieblas a la luz, y pasar de la potestad de Satanás a Dios, para que reciban, por la fe, perdón de pecados y herencia entre los santificados o separados (Hch.26:18), es decir, los que en la Escritura se denominan justificados hijos de Dios. Por tanto, tenemos que hay quienes han sido destinados a condenación –aunque en un sentido más amplio todos hemos sido destinados a ella por causa del pecado− y dentro de estos existe un grupo de personas que oirán el evangelio, y habiendo creído en él, serán sellados por el Espíritu Santo para Dios el Padre como hijos suyos. Son los regenerados, que han nacido a una nueva naturaleza, siendo despojados de su vieja y vana manera de vivir la cual heredaron de sus padres. Su destino es el hombre glorificado que también hemos visto en otra serie anterior. A partir de ahora nos ocuparemos de un amplio grupo de personas que en la Biblia se les conoce como «los impíos», aunque aparecen con otros nombres. En el Salmo 37 se les llama malignos, malditos, pecadores y transgresores, pero sobre todo «impíos», y así en muchos otros lugares de la Biblia. Pues bien, dentro de este grupo general haremos una diferenciación en tres partes que nos darán un sentido más amplio del término, aunque nos detendremos especialmente en uno de ellos y las obras que producen.

         Hay hombres impíos destinados a condenación, y otros con la misma naturaleza pecaminosa que obtendrán la salvación escuchando el evangelio.

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HOMBRES IMPÍOS – Introducción (2)

Maquina el impío contra el justo… Los impíos desenvainan espada y entesan su arco… Mas los impíos perecerán… El impío toma prestado, y no paga; mas el justo tiene misericordia, y da. Porque los benditos de él heredarán la tierra; y los malditos de él serán destruidos (Salmos 37:12,14,20,21,22)

Me gustaría, en la medida de mis posibilidades, poner en orden los pensamientos que quiero transmitir al abordar este tema. Puede prestarse a confusión mezclar los conceptos y sacar conclusiones erradas. Por ello, me gustaría hacer una distinción que pueda ser esclarecedora para que podamos comprender la amplitud del concepto «impío» en la Escritura, y qué debemos entender por ello en cuanto a la salvación y destino eterno de unos y otros. Quisiera diferenciar tres tipos de personas. Por un lado los que entran dentro del término general de «impíos». Este grupo lo veremos en las siguientes meditaciones por lo que ahora no me parare en ellos. Solamente diré que en este grupo tenemos una multitud de comportamientos y formas de proceder, todos ellos dentro de la impiedad entendida en el sentido amplio del término. Luego encontramos a quienes la Escritura llama «justos». Son aquellos que viven sujetos a la ley de Dios y la cumplen dentro de las limitaciones propias de la naturaleza caída. Hay en ellos una forma de vida que agrada a Dios. Están en oposición a los impíos en su forma de vivir. En el Antiguo Testamento los encontramos entre el remanente fiel de Israel que son justificados por la obra de Jesús, «que fue inmolado desde el principio del mundo» (Apc.13:8), y «destinado desde antes de la fundación del mundo» (1 P.1:20); por tanto, miraban hacia adelante, a la obra que se consumaría en la cruz del Calvario, y en el Nuevo Testamento son aquellos que han sido justificados por la fe en la redención ya efectuada en la cruz, y que miran al pasado para ser hechos justos (2 Co.5:21). Hay otro grupo que podemos llamar aquellos que viven por la ley moral o natural de sus conciencias, formada por un sistema religioso o la cultura recibida que refrena la naturaleza del mal, aunque no la regenera. Pablo se refiere a ellos como los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí  mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos (Rom.2:14-16). Resumiendo, encontramos que entre los pecadores necesitados de salvación hay impíos sin ley, y otros con una conciencia sensible al temor de Dios o la cultura que frena la maldad. Ambos necesitan el evangelio de la gracia que se ha manifestado para salvación a todos los hombres (Tito 2:11).

         La impiedad puede ser refrenada y contenida por la conciencia moral.

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HOMBRES IMPÍOS – Introducción (3)

Acecha el impío al justo, y procura matarlo… Vi yo al impío sumamente enaltecido, y que se extendía como laurel verde. Pero el pasó, y he aquí ya no estaba; lo busqué, y no fue hallado (Salmos 37:32,35,36)

El Salmo 37 expone la diferencia entre el impío y el justo. Al impío se le llama también «los malignos» (versículo 1), «el malo» (10), «los malditos» (22), «los pecadores» (34), y «los transgresores» (38). Todos estos términos se refieren a la misma calidad de persona que unificamos en el término: «impío». ¿Qué es la impiedad? Podemos definirla como la persona que no reconoce a Dios, vive lejos de su ley, incluso de la ley moral o natural impresa en la conciencia de quienes han sido creados a imagen y semejanza de Dios. Son aquellas personas que tienen un estilo de vida y una actitud que excluye a Dios de sus pensamientos e ignoran y violan deliberadamente las leyes divinas. Los impíos se niegan a reconocer a Dios a pesar de la evidencia en la creación (Romanos 1:20,21); participan deliberadamente en la idolatría (Romanos 1:25); practican un estilo de vida que no respeta los límites divinos (Romanos 1:26-31); no temen el juicio de Dios sino que involucran a otros en su maldad (Romanos 1:32). Además se recrean en la injusticia, maquinan el mal (Miqueas 2:1), le dan cobertura y cauce en sus vidas, familias y sociedades; se les llama hijos de Belial. Fue el mundo de los impíos sobre quienes vino el diluvio en días de Noé (2 Pedro 2:5). Son aquellos que convierten en libertinaje la gracia del Señor, y niegan a Dios su soberanía (Judas 1:4). Son los que persisten en pecar (1 Timoteo 5:20); quienes causan divisiones y endurecidos hay que desecharlos, sabiendo que se han pervertido, pecan y están condenados por su propio juicio (Tito 3:10,11). Los hombres impíos aparecen continuamente en las páginas de la Biblia como recordatorio del poder del mal y la condenación que les aguarda. Sin embargo, también se nos dice que Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Más Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros (Romanos 5:6-8). Lo cual quiere decir que entre los impíos hay aquellos que serán salvos de la impiedad obteniendo la salvación por pura gracia, aunque hay quienes endurecidos en sus corazones la rechazarán, sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio (Tito 3:11).

         Los impíos que endurecidos rechazan la gracia de Dios se han condenado por su propio juicio, rechazando la misericordia del evangelio.

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HOMBRES IMPÍOS – Diversidad y consecuencias (1)

Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad (Romanos 1:18)

Hemos dicho que la impiedad es vivir sin ley, en oposición a la ley de Dios, sea esta la ley moral revelada a Moisés, o la ley natural noélica manifestada en la conciencia de los hombres en la creación, aunque más tarde esta conciencia esté influida por el entorno familiar, social, religioso, cultural y generacional en el que vive la persona. La impiedad tiene múltiples formas de manifestarse con las consecuencias que le acompañan. En nuestro texto se habla de toda impiedad e injusticia, señalando la diversidad de manifestaciones que puede llegar a producir esa forma de vida. También se dice que el Dios santo y justo revelado en la Escritura está contra las manifestaciones de impiedad. La ira de Dios se activa allí donde la impiedad se expresa en obras injustas de hombres que detienen con injusticia la verdad. Aunque no siempre el juicio de Dios se manifiesta de inmediato en medio de los hombres impíos, estos viven pendientes de un juicio inexorable que les alcanzará, en algunos casos en esta vida, y en todos los demás en el juicio venidero. La Escritura enseña que podemos alejarnos de la ira divina viviendo bajo el temor de Dios, una de las manifestaciones de su Espíritu (Isaías 11:2), y que nos alejará del juicio conduciéndonos a las obras de justicia que agradan al Señor. Esta tensión aparece de forma continuada en la Ley, los Profetas y los Salmos. Los justos y los impíos. Después de la redención realizada en el Calvario se establece un nuevo pacto que nos hace justos ante Dios por la justicia de aquel que es justo, el Hijo de Dios, el justo por los injustos para llevarnos a Dios; el que nos justifica, nos hace justicia de Dios en él. Esta es la buena nueva del evangelio. Luego vendrán las obras de justicia que confirman la regeneración interior de un corazón nuevo. Así Jesús nos libra de la ira venidera; y en el juicio de Dios que ha de manifestar sobre todos los hombres seremos absueltos de la naturaleza de pecado, alcanzando la salvación eterna, y recibiendo la recompensa por las obras hechas en Cristo. Por tanto, ahora somos deudores de la gracia de Dios. Dicho esto, quiero centrarme en aquellas personas que mantienen a día de hoy su naturaleza de impiedad, por tanto, sus obras son el resultado de su propia naturaleza mala. Debemos saber que hay una diversidad de formas de manifestar esa impiedad, y que siempre le acompañan sus consecuencias. Como está escrito: No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que hombre sembrare, eso también segará (Gálatas 6:7).

         Toda impiedad recibirá su justa retribución en forma de ira divina.

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HOMBRES IMPÍOS – Diversidad y consecuencias (2)

Y él habló a la congregación, diciendo: Apartaos ahora de las tiendas de estos hombres impíos, y no toquéis ninguna cosa suya, para que no perezcáis en todos sus pecados (Números 16:26)

La impiedad forma parte de la naturaleza del hombre. Todos hemos nacido en pecado; todos hemos pecado y hemos sido destituidos de la gloria de Dios; no hay justo ni aún uno; hemos heredado una naturaleza pecaminosa y carnal que produce en nosotros una forma de vida alejada de la ley de Dios. Esa naturaleza necesita ser regenerada, que significa volver a generar lo que degeneró, y ese milagro está contenido en el evangelio de la gracia de Dios. Si ese milagro interior no se produce la impiedad seguirá su curso natural produciendo diversas obras que diferencian a unos hombres de otros con las consecuencias para sí mismo y su prójimo. Veamos ahora algunos pasajes que ponen de manifiesto la diversidad de la impiedad en distintos hombres y sus consecuencias. En el texto que tenemos arriba se habla de algunos hombres impíos que pertenecían a la congregación de Israel en el desierto, eran Coré, Datán y Abiram (Números 16:24). Su impiedad se había extendido a todas sus propiedades y tiendas, de ahí que el mandato fuera que se apartaran y no tocaran ninguna cosa suya para no ser contaminados por sus pecados recibiendo el mismo juicio. Por tanto, tenemos que la impiedad se puede extender a otras personas desde el foco de origen. Un poco de levadura leuda toda la masa, dijo Pablo. También le dijo a Timoteo que no participara en pecados ajenos imponiendo las manos con ligereza (1 Timoteo 5:20). Incluso está escrito que de algunas personas debemos aborrecer la misma ropa que visten puesto que está contaminada (Judas 1:23). La impiedad puede trasladarse a lugares físicos y formas de vestir contagiándonos con su influencia en nuestra manera de vivir. También mediante lo que oímos y vemos podemos ser afectados por la iniquidad. Debemos discernir la maldad y no juntarnos con ella. Pablo lo dijo de aquellos que llamándose hermanos viven y practican el pecado (1 Corintios 5:11). A Timoteo le dijo: A estos evita (2 Timoteo 3:5). Y el apóstol Santiago habló de riquezas podridas y ropas comidas de polilla (Santiago 5:2). Recuerda que la lepra, una figura del pecado en el Antiguo Testamento, podía contaminar la ropa y la vivienda de quienes la padecían (Levítico 13). La limpieza y purificación debía alcanzar a todo. Por su parte la impiedad también se contagia, por ello no debemos andar en consejo de malos, como nos exhorta el salmista (Salmos 1).

         La impiedad puede transmitirse a otros mediante la ropa, la casa, lo que vemos y lo que oímos, incluso imponiendo las manos de forma inadecuada.

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HOMBRES IMPÍOS – Diversidad y consecuencias (3)

Como dice el proverbio de los antiguos: De los impíos saldrá la impiedad; así que mi mano no será contra ti (1 Samuel 24:13)

David escribió en otro lugar: en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre (Salmos 51:5), sin embargo, no vivió practicando el pecado; la ley de Dios estaba en su corazón refrenando el desarrollo de la maldad. Está escrito de David que sirvió a su generación y durmió después de haber hecho la voluntad de Dios. No le agradaba la compañía de hombres impíos. Tuvo ocasión de anticipar su llegada al trono de Israel matando a Saúl pero sabía que ese comportamiento no agradaba al Señor, por ello esperó confiando en Dios. En la conversación que mantuvo con el rey Saúl, en el contexto del pasaje que tenemos para meditar, declaró que la impiedad sale de los impíos, él no se consideraba impío, y no estaba dispuesto a hacer obras impías. Tuvo la ocasión de hacerlo, incluso le empujaron a ello sus propios compañeros, pero su corazón era conforme al corazón de Dios. Aunque pecó en otros sucesos de su vida no vivía practicando el pecado. No era un impío, sus obras lo ponían de manifiesto. Jesús dijo que por sus frutos los conoceréis. Las obras de cada uno se hacen manifiestas más pronto o más tarde, las de otros van delante de ellos anunciando su maldad. Una persona con naturaleza impía es un manantial de pecado a través del cual muchos serán contaminados. David lo sabía y no quiso seguir sus pasos. Vivimos rodeados de hombres impíos a quienes debemos identificar para no ser influidos por ellos. Como está escrito: Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado, sino que  en la ley de YHVH está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Meditar en su palabra nos libra de la contaminación de la impiedad, siempre que nuestro corazón esté preparado para inquirir la ley de YHVH, para cumplirla y enseñarla, como lo estuvo el sacerdote Esdras (7:10). Los impíos perecen en tinieblas (1 Samuel 2:9). Se apartaron los impíos desde la matriz (Salmos 58:3). El corazón de los impíos es cruel (Proverbios 12:10). Los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos (Isaías 57:20,21). David conocía todo esto, supo que la impiedad brota de los impíos y él no quería tener parte en esos comportamientos, por ello no puso su mano contra el rey Saúl aunque era tratado injustamente. Su causa era del Señor y esperó en Él.

         De los impíos saldrá la impiedad; hombres sin ley de Dios en sus corazones; pero aquellos que aman su palabra serán transformados por ella.

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HOMBRES IMPÍOS – Diversidad y consecuencias (4)

Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de YHVH     (1 Samuel 2:12)

La impiedad en el corazón del hombre le inhabilita para conocer a Dios. También impide la comunión con Él. Se puede ser religioso, incluso formar parte del sacerdocio escogido; ser de una familia con vocación o llamamiento sacerdotal, pero a la vez vivir lejos de la voluntad de Dios porque el corazón es impío. ¿Qué comunión tiene la luz con las tinieblas? Ninguna. Los hijos de Elí, sacerdote de la casa del Señor, eran impíos. Aunque su padre los corregía levemente la impiedad siguió su curso atrapándolos en el juicio de Dios. Estos hijos, aunque ministraban en el templo, no conocían al Dios del templo. Su servicio era como metal que resuena y címbalo que retiñe. Pero a la vez fue motivo de hacer pecar al pueblo (2:24). Como hemos dicho en otro lugar, la impiedad se contagia, y si esta viene de los líderes mayormente. Es necesario que el obispo sea irreprensible. El apóstol Pedro escribió: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey (1 Pedro 5:2,3). El profeta Jeremías denunció que fueron hallados en mi pueblo impíos; acechaban como quien pone lazos, pusieron trampa para cazar hombres (Jeremías 5:26). ¡Hay impíos en el pueblo de Dios! No todos los predicadores son trigo limpio. Como no todo el que dice Señor, Señor, entrará en el reino. Podemos ser turbados viendo la prosperidad de los impíos (Salmos 73:3). Me pusieron lazo los impíos (Salmos 119:110). La ciudad es trastornada por la boca de los impíos (Proverbios 11:11). Por eso, cuando se levantan los impíos tienen que esconderse los hombres (Proverbios 28:12,28). Pero hay un Dios justo en el trono celestial, que como a los hijos de Elí, cuando brotan los impíos como la hierba, y florecen todos los que hacen iniquidad, es para ser destruidos eternamente (Salmos 92:7). Llega el tiempo cuando los impíos dejan de perturbar (Job 3:17). Vivimos en un mundo caído en pecado en el que abundan los hombres perversos y malos que no tienen conocimiento de Dios, pero el evangelio anuncia: Cristo, cuando éramos débiles, a su tiempo, murió por los impíos… Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros (Romanos 5:6-8). Por tanto, hay esperanza para los que reciben la abundancia de la gracia en nuestros días.

         Dios no perdonará a quienes ocupando lugares de liderazgo viven en impiedad, sin comunión con Él… pero hay salvación para los que abandonan el pecado.

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HOMBRES IMPÍOS – Diversidad y consecuencias (5)

Estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas […] y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él (Judas 1:13-15)

La Escritura no deja lugar a dudas: hay hombres perversos y malos. Impíos que producen daño en el mundo. Causan perjuicio al justo que levanta un clamor delante del Señor por justicia. Serán juzgados, pero antes habrán producido mucho mal. Y ese mal levanta un interrogante ante el Señor: ¿Por qué? A veces la vida parece favorecer a estos impíos de tal forma que hay vanidad que se hace sobre la tierra: que hay justos a quienes sucede como si hicieran obras de impíos, y hay impíos a quienes acontece como si hicieran obras de justos (Eclesiastés 8:14). Fue también la queja que casi hizo deslizar al salmista. En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos (Salmos 73:2,3). Finalmente entró en el santuario y comprendió el fin de ellos (Salmos 73:16,17). Hay un final trágico para los impíos: Está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas. Dice el salmista: Cuando brotan los impíos como la hierba, y florecen todos los que hacen iniquidad, es para ser destruidos eternamente (Salmos 92:7). Hay un tiempo cuando los impíos gozan y se vanaglorian todos los que hacen iniquidad (Salmos 94:3,4). Su aparente impunidad pone a prueba a quienes andan en integridad. Cuando prevalece la injusticia en los pueblos el justo se pregunta para qué sirve guardar la ley de Dios. Fue el caso del sufrimiento de Job, pero sabemos que el Señor es muy misericordioso y compasivo (Santiago 5:11). En días del profeta Malaquías también fueron puestos a prueba por esta cuestión: Habéis dicho: Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia de YHVH de los ejércitos? Decimos, pues, ahora: Bienaventurados son los soberbios, y los que hacen impiedad no solo son prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon… YHVH escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria… para los que temen a YHVH, y para los que piensan en su nombre. Y serán mi especial tesoro… y los perdonaré… Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve (Malaquías 3:13-18). Veremos en las próximas meditaciones una lista de quienes persisten en pecar y son desechados; impíos, hijos de condenación.

         Hay una diversidad manifiesta de hombres impíos que sufrirán las consecuencias de la dureza de sus corazones no arrepentidos.

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HOMBRES IMPÍOS – Hijos del diablo

Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer (Juan 8:44). En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios (1 Juan 3:10)

Jesús dijo ser la verdad, no solo en aquellas enseñanzas que nos parecen agradables de oír, sino también en las palabras que puedan resultarnos chocantes. En cierta ocasión dijeron de su enseñanza: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? (Juan 6:60). Incluso quienes se le oponían decían de él: Maestro, sabemos que eres amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres (Mateo 22:16). Pues bien, el mismo Jesús les dijo a algunos judíos que se jactaban de ser hijos de Abraham, que en realidad eran hijos del diablo, porque manifestaban en sus vidas la naturaleza del diablo, el padre de la mentira, que era homicida desde el principio. Vosotros sois de vuestro padre el diablo. ¿Y por qué lo supo? Por las obras que hacían, querían matar a Jesús, resistían la verdad, y mentían a quienes estaban bajo su liderazgo acerca de la personalidad del Hijo de Dios. Por tanto, no nos engañemos. En ocasiones nos encontramos con personas que en su carácter manifiestan la misma naturaleza de Satanás. Hay personas que introducen en la sociedad la simiente pecaminosa del adversario de Dios. Se oponen a la verdad. Mienten. Se recrean en la injusticia. Practican el pecado. Aunque muchos de ellos pueden a la misma vez practicar una religión establecida, como era el caso de muchos de los fariseos del tiempo de Jesús. Por eso Pablo les pide a los corintios que se pongan a prueba para ver si la superan y no son reprobados. El apóstol Juan dice que el que no permanece en la verdad no es de Dios. El que no practica la justica es del diablo, y la verdad no está en él; aunque sea un fanático defensor de cualquier doctrina, incluso algunas que puedan tener fundamento bíblico. Hay distintas naturalezas en los hombres dependiendo de quién ha nacido en nosotros. Todos hemos nacido en pecado, con la simiente del mal; pero hay quienes se vuelven a Dios en arrepentimiento y su naturaleza experimenta una transformación sobrenatural de muerte a vida; de pecado a justicia; de oscuridad a la luz; de la potestad de Satanás al reino de su amado Hijo. Esta es la esencia del evangelio de Dios: Salir de la naturaleza del diablo a la de Jesús.

         Los impíos son hijos del diablo porque él peca desde el principio; es mentiroso y padre de la mentira; por tanto, quienes tienen su misma naturaleza mienten y no practican la verdad. Su destino será el mismo de su padre.

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HOMBRES IMPÍOS – Hijos de ira y desobediencia

Y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás (Efesios 2:3)

La carta del Pablo a los Efesios es un canto a la nueva creación, la regeneración, la nueva vida, poniendo de manifiesto que no siempre la teníamos, sino que en otro tiempo estábamos muertos en delitos y pecados, en los cuales anduvimos en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. En ese estado nos encontró la gracia del Señor, el amor de Dios, y nos redimió de semejante manera de vivir, para no andar el tiempo restante en los deseos de nuestra carne, sino para hacer la voluntad de Dios. Sin embargo, anteriormente participábamos de una naturaleza de hijos de ira y desobediencia. Esa  misma naturaleza es la de todos aquellos que no han sido redimidos, aunque tengan una religión muy respetable, pero su naturaleza manifestará la realidad de vivir aún bajo la ira de Dios, y en la práctica andan en desobediencia, aquella que se inició con la primera pareja que decidieron desobedecer el pacto de Dios andando en sus propios caminos, de la cual todos hemos venido a ser herederos. Esa naturaleza de ira y desobediencia desembocará un día (si no hay un regreso a la casa del Padre) en juicio de condenación. Es la inercia del estado natural. Dice el apóstol Juan que el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él (Juan 3:36). En la Biblia de las Américas dice: el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él. Sin un cambio, —una transformación interna de naturaleza—, la ira justa de Dios contra el pecado que habita en nosotros seguirá su curso y desembocará en muerte (separación) eterna. Esta es la prioridad del evangelio. Aquí tenemos la urgencia del hombre: escapar de la ira venidera mediante una conversión de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera (1 Tesalonicenses 1:9,10). Es imposible obedecer a Dios mientras nuestra naturaleza siga en estado de ira y condenación. La desobediencia engendra maldición. La ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia (Efesios 5:6) (Colosenses 3:5,6). Por su parte la vida nueva viene a través de Jesús.

         Los impíos permanecen bajo la ira de Dios, por cuanto no han escapado de la vieja naturaleza de pecado y desobediencia, aunque mantengan rituales, liturgias y una excelente cultura. Jesús es quién nos libra de la ira venidera.

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HOMBRES IMPÍOS – Causan divisiones y tropiezos

Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos. Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos  (Romanos 16:17,18)

El Maestro enseñó a los suyos que debían ser sencillos como palomas, pero astutos como serpientes. Pablo dijo que debemos ser niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar. La madurez significa poder discernir el conocimiento del bien y del mal. Y seguir la verdad en amor significa también estar atentos para probar los espíritus que hay en las personas sabiendo si son o no de Dios. Los creyentes mantenemos generalmente un alto nivel de ingenuidad y somos fáciles de engañar. Los buenos deseos de un corazón sensible nos conducen a veces a emitir juicios errados en cuanto a la defensa de la verdad separando el trigo de la paja y la cizaña. Porque hay cizaña. Hay engañadores. Hay falsos maestros. Hay hombres que causan divisiones y tropiezos en relación a la verdad del evangelio que hemos recibido, y por el cual debemos combatir ardientemente (Judas 1:3), porque hay los que se infiltran (Judas 1:4 LBLA) aprovechando los ágapes (Judas 1:12) para leudar la masa (Gálatas 5:9). El apóstol Pablo mantuvo una lucha constante en pro del evangelio, supervisando constantemente la grey de Dios y enseñando a sus discípulos para que hicieran lo mismo. Los que causan divisiones generalmente lo hacen introduciendo enseñanzas contrarias a la doctrina de Jesús, que es según la piedad. Hay quienes no se conforman a las sanas palabras de nuestro Señor, y piensan que la piedad es motivo de ganancia. Tuercen las Escrituras para apartar de la verdad a los discípulos. Debemos saber quiénes son, exponerlos abiertamente y apartarnos de ellos. Estamos hablando de doctrina fundamental no de temas secundarios en los que siempre hay distintas posiciones. Solo hay un evangelio. Hay quienes causan tropiezo a los débiles en la fe, los inconstantes y niños espirituales; de ellos dijo Jesús mejor que se ataran una piedra de molino y se echarán al mar, porque se exponen a un juicio severo (Lucas 17:1,2). El amor no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Los impíos que hacen un dios de su vientre (Filipenses 3:19), la comida, la buena vida, el lujo y el desenfreno, que solo piensan en lo terrenal, no son de Dios y hay que apartarse de ellos.

         Pablo lo expuso claramente: al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo, sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio (Tito 3:10,11).

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HOMBRES IMPÍOS – No heredarán el reino

¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios (1 Corintios 6:9,10)

La sociedad en la que vivimos tiene unos niveles de permisividad y tolerancia a todo tipo de manifestaciones contrarias a la ley de Dios que ha permeado a la misma iglesia del Señor. La forma de ver las cosas de la cultura occidental, donde nada es pecado porque no hay Dios a quién dar cuenta; donde todo se reduce a un relativismo moral con muy pocas restricciones, y cuando las hay se presiona mediante lobbies para disolverlas. En ese escenario nos encontramos con una tolerancia que parece hacer más libre al ser humano porque no coarta su libertad de acción, pero que conduce irremediablemente a su propia destrucción. Porque el pecado es afrenta de las naciones, pero la justicia engrandece a la nación (Proverbios 14:34). Porque la paga del pecado es muerte. Y porque no podemos engañar a Dios, pues todo lo que el hombre siembra, eso también siega. Por eso, dice el apóstol en nuestro texto: No erréis. Hay conductas del ser humano que no pasan desapercibidas en el trono de gracia y santidad. Hay un trono de justicia que juzga con equidad a los hombres y los pueblos. El Dios revelado en la Escritura es santo, no tendrá por inocente al malvado. Por tanto, quienes transgrediendo la ley moral o natural practican una vida licenciosa, no heredarán el reino de Dios. Los impíos no heredarán el reino de Dios. Quienes practican el pecado, −y el pecado es infracción de la ley de Dios (1 Juan 3:4)−, no podrán acceder a la herencia reservada a los justos. Aquellos que sí guardan sus mandamientos y le obedecen podrán tener entrada al reino eterno de nuestro Salvador Jesucristo (2 Pedro 1:11). Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda (Apocalipsis 21:8). La lista es larga, pero podemos resumirla en el término genérico: los impíos. La esperanza del evangelio, dice el apóstol Juan, es esta: Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados… y para deshacer las obras del diablo (1 Juan 3:5,8). Jesús es la entrada al reino por la fe y el arrepentimiento.

         Hay un mundo nuevo preparado para los hijos del reino. No entrarán en él los impíos que viven a espaldas de la ley de Dios; aquellos que llevados por su iniquidad desprecian la puerta de entrada en la persona del Mesías.

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HOMBRES IMPÍOS – Practican el pecado

El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios (1 Juan 3:8).

La primera carta del apóstol Juan es una exposición inequívoca de la diferencia entre el justo y el impío, la simiente de Dios y la simiente del diablo, la luz y las tinieblas, la vida y la muerte, con los resultados que se derivan de ello. El que ha nacido de Dios no practica el pecado, pero el que mantiene la naturaleza pecaminosa y carnal, aunque conserve el ritual de un sistema religioso, de cualquier religión, sigue pecando voluntariamente. La naturaleza de cada árbol, enseña el Maestro, produce los frutos propios que le acompañan. El que ha pasado de muerte a vida aborrece el pecado; ha comprendido que la maldad del hombre caído fue lo que llevó al Hijo de Dios a la cruz para hacer expiación, por tanto, comienza una nueva vida de alejamiento del pecado y todas sus prácticas. La nueva naturaleza que anida ahora en él produce frutos de justicia. El apóstol de los gentiles lo expresa así: Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna (Romanos 6:22). Es una farsa pretender ser cristiano y seguir practicando el pecado. Simón el mago creyó lo que decía Felipe, se bautizó y estaba siempre a su lado, pero su corazón no había sido regenerado; el apóstol Pedro dijo de él que estaba en hiel y amargura. Seguía amando su vieja vida de magia y ocultismo. Los que practican las obras de la carne expuestas en la carta a los Gálatas no heredarán el reino de Dios (Gálatas 5:19-21). El hombre no regenerado del que habla Pablo en Romanos 1 practica las cosas que son dignas de muerte, y no solo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican (Romanos 1:32). Y el autor de la epístola a los Hebreos no admite duda en su exposición: Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios (Hebreos 10:26,27). Recuerda, hablamos de aquellos que practican el pecado, no de quienes ocasionalmente son vencidos de forma temporal por el mal, y redargüidos por el Espíritu Santo vienen a la cruz confesando sus transgresiones para ser limpiados en la sangre del Justo. Estos son de Dios.

         Quienes practican el pecado y pretenden mantener una vida religiosa se engañan a sí mismos. Su naturaleza sigue mostrando ser hijos de condenación.

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HOMBRES IMPÍOS – Reprobados

Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuando a toda buena obra (Tito 1:16).

Reprobar significa no aprobar; haber suspendido un examen. Es dar algo por malo después de realizar un análisis de manera pormenorizada. No es casual, sino reiterativo. Por tanto, cuando hablamos de réprobos en cuanto a la fe nos referimos a personas que han demostrado reiteradamente que resisten la verdad, se oponen a ella, y no pasan la prueba que determina la vida del justo, porque el justo por su fe vivirá. Pablo lo confirma citando el ejemplo de Janes y Jambres, quienes resistieron a Moisés; y de la misma manera hay hombres con un carácter determinado en los últimos tiempos, quienes resisten a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe (2 Timoteo 3:8). Este tipo de personas podemos encontrarlas en las congregaciones haciéndose pasar por creyentes. Por eso se nos insta  a probar los espíritus para ver si son de Dios (1 Juan 4:1). Incluso debemos ponernos nosotros mismos a prueba, examinarnos a nosotros mismos para ver si estamos en la fe. Es lo que le pidió el apóstol Pablo a los corintios: Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados? (2 Corintios 13:5). El corazón del hombre es engañoso, por ello necesitamos continuamente la luz de las Escrituras para probar nuestras actitudes. La oración nos pone bajo el foco de Dios mediante el cual podemos ver en su luz la oscuridad de muchos de nuestros razonamientos y comportamientos. El salmista lo expresó así: Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno (Salmos 139:23,24). Y el apóstol Juan nos dice que si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos para con Dios (1 Juan 3:20,21). Está escrito: lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera en mi camino (Salmos 119:105). La palabra de Dios es la que alumbra nuestros pensamientos para huir del engaño. Es la verdad que nos hace libres; la que discierne los pensamientos y las intenciones del corazón (Hebreos 4:12,13). Por tanto, si la resistimos, si nos oponemos a la verdad, como los reprobados, permaneceremos en el error que conduce inexorablemente al juicio y la condenación.

         Los réprobos mantienen su obstinación en el error, resisten la verdad, por ello su mente y su conciencia están corrompidas. Son hijos de condenación.

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HOMBRES IMPÍOS – Se oponen al evangelio

Y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas para vosotros de salvación; y esto de Dios      (Filipenses 1:28).

Podemos decir que el mensaje del evangelio, en toda su amplitud, es el programa de Dios para el hombre. Si se resiste ese plan no hay otro plan. Cuando lo hacemos ponemos de manifiesto el estado de nuestro obstinado corazón. Resistir el evangelio es resistir a Dios, exactamente lo contrario del mensaje que anuncia la Escritura: Someteos a Dios, resistid al diablo, y huirá de vosotros (Santiago 4:7). También se puede resistir el evangelio anunciando «otro evangelio» arrastrando a muchos a la propia condenación. Oponerse al evangelio después de haberlo oído claramente nos coloca en una posición desfavorable delante de Dios. Anunciar un evangelio falso incrementa esa responsabilidad porque seremos responsables, no solo de nosotros mismos, sino del perjuicio causado a otras personas. Jesús dijo que mejor le sería atarse una piedra de molino y echarse al mar (Mateo 18:6). También habló de quienes recorren tierra y mar para hacer un prosélito, y luego hacerlo un hijo del infierno (Mateo 23:15). Por otro lado, quienes anuncian el evangelio de Dios para beneficio de muchos se dice de ellos que sus pies son hermosos (Romanos 10:15). Colocan a sus semejantes en la posición de ser bendecidos eternamente. Después de haber oído (porque hay alguien que lo ha anunciado) la palabra de verdad, el evangelio de la salvación, y habiendo creído en él, fueron sellados con el Espíritu Santo de la promesa para alcanzar la herencia de la redención (Efesios 1:13,14). Es un gran privilegio y una responsabilidad anunciar el evangelio de Dios haciéndolo debidamente. Pablo combatía por la fe del evangelio para traer a las naciones a la obediencia de la fe (Romanos 1:5). Su celo le llevó a una declaración durísima sobre Elimas el mago, quién estaba procurando apartar de la fe al procónsul Sergio Paulo (Hechos 13:6-12). Más tarde enseñaría que el siervo del Señor debe ser amable […] que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él (2 Timoteo 2:25,26). Eso no excluye la verdad expuesta en otro lugar, donde se dice: es justo delante de Dios… dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio… los cuales sufrirán pena de eterna perdición (2 Tesalonicenses 1:6-10). Hay un fin doloroso para quienes no obedecen el evangelio de Dios (1 Pedro 4:17). Esta verdad no admite dudas en la Escritura.

         Oponerse al evangelio de Dios es cerrar la puerta a la vida eterna.

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HOMBRES IMPÍOS – Enemigos de la cruz

Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que solo piensan en lo terrenal (Filipenses 3:18,19)

Me llama poderosamente la atención que la Escritura no esconde a los enemigos del evangelio. Y estos enemigos no siempre son quienes muestran una actitud hostil al mensaje, sino que en algunos casos son personas dentro de las propias congregaciones, y desde dentro, actúan como disolvente de la verdad. Esta realidad debe llevarnos una vez más a comprender que anunciar el evangelio no es un juego de niños, ni siquiera de adolescentes. Es una confrontación de dos reinos. Una colisión de poderes sobrenaturales que chocan inevitablemente. La naturaleza de ambos es radicalmente opuesta. Por ello, la estrategia del enemigo para tratar de impedir su avance en las naciones es siempre prioritaria en sus estratagemas, juntamente con la oposición a Israel como portador de las promesas hechas a los padres. Hay los que anunciando «un evangelio» son enemigos de la cruz de Cristo, que es el epicentro del mensaje. El islam reconoce la figura histórica de Jesús, incluso le concede el «beneplácito» de reconocerle como profeta de Dios, pero a la misma vez niega la cruz, su muerte y resurrección. En el islam no hay redención. Este falso «evangelio» vino seiscientos años después de Jesús. En la época de Pablo ya había quienes predicaban a Jesús por intereses personales. Su verdadera motivación era servirse del evangelio para suplir sus verdaderas prioridades carnales. Cuyo dios es su vientre. Y lo hacían sin vergüenza ni pudor, como hoy en día vemos a muchos avergonzando incluso a los creyentes con la búsqueda de placeres mundanos, amantes de las riquezas en lugar de amar a Dios, creyendo que la piedad es fuente de ganancia (1 Timoteo 6:3-5). El apóstol de los gentiles sufría y lloraba viendo semejantes ejemplos en algunos que pretendían anunciar las buenas nuevas de salvación. Los denunció una y otra vez en sus cartas, porque el amor no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Lo hizo para combatir unánime por la fe del evangelio (Filipenses 1:27). Y no tuvo reparo en anunciar las consecuencias de semejante comportamiento: el fin de los cuales será perdición. Sí, hay perdición para los enemigos de la cruz de Cristo.

         La cruz es el emblema de la persecución, la vergüenza y el abuso que el mundo cargó sobre el Hijo de Dios y cargará sobre todos aquellos que elijan ir contra la corriente.

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HOMBRES IMPÍOS – Os atribulan

Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo… (2 Tesalonicenses 1:6,7)

En muchas ocasiones la oposición al mensaje del evangelio se manifiesta mediante persecución a quienes lo anuncian. El libro de Hechos lo pone de manifiesto de manera inequívoca. El adversario de Dios se opone a la predicación que anuncia su derrota y el triunfo de la redención para el hombre caído, esa oposición la realiza a través de los hijos de ira, aquellos que aún no han escapado del lazo del diablo en que están cautivos a voluntad de él. Sin embargo, esta verdad no anula la responsabilidad individual del ser humano, aquellas personas que deciden voluntariamente ponerse al lado de quienes odian la luz y la verdad que nos hace libres. La persecución por causa de la palabra es un hecho que ha sido constatado a lo largo de los siglos de cristianismo; como lo ha sido la persecución que ha sufrido el pueblo de Israel por ser portador de las promesas de Dios y el canal a través del cual vino la simiente de Abraham, el Mesías y Redentor de todas las naciones. Jesús lo enseñó en el llamado Sermón del Monte con estas palabras: Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros (Mateo 5:11,12). Por su parte, el apóstol Pablo hace una exposición amplia de esta verdad en el texto que tenemos para meditar. Su razonamiento es inapelable. Es justo delante de Dios. Es la ley de la siembra y la cosecha: pagar con tribulación a los que os atribulan. La versión TLA lo expresa así: castigará a quienes ahora los hacen sufrir. Y eso tendrá lugar en la venida del Señor. Cada cosa tiene su tiempo delante de Dios. Soportar la persecución de quienes se oponen al evangelio tiene como contrapartida una experiencia distinta en su venida: estar presentes en la manifestación del Señor y participar de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron. Sin embargo, será muy distinto para quienes no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio; estos sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor (2 Tesalonicenses 1:8,9). Dios enjugará toda lágrima (Apocalipsis 21:4) de quienes soportaron la persecución y la muerte por la verdad del evangelio. Su sangre será vengada y la justicia establecida.

         Los impíos que hoy atribulan a quienes son testimonio del evangelio recibirán su tribulación en la venida del Señor. Esto es justo delante de Dios.

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HOMBRES IMPÍOS – Perversos y malos

Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo fue entre vosotros, y para que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe. Pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal (2 Tesalonicenses 3:1-3)

Existe cierta candidez en el mundo cristiano que nada tiene que ver con la verdad de las Escrituras. Me refiero a que en ocasiones pensamos, o pretendemos, que todos aquellos con los que nos encontramos, y a quienes anunciamos el evangelio son potencialmente personas que recibirán el mensaje, y por quienes debemos insistir en oración para que así sea. Pero el apóstol dice que hay hombres perversos y malos, y que no es de todos la fe. El dogma doctrinal dice que todos somos pecadores, y todos estamos destituidos de la gloria de Dios antes de venir a la luz del evangelio, cierto, pero ¿dónde colocamos a las personas a quienes se refiere Pablo en este pasaje? Estos hombres a los que describe ¿son pecadores? Sí. ¿Necesitan salvación? Claro. ¿La recibirán? No. ¿Por qué? Pablo pide oración a los hermanos de Tesalónica para que la palabra del Señor corra y sea glorificada de la misma manera que lo fue entre ellos, pero a la misma vez les dice que oren por él para que sean librados de hombres perversos y malos. Encontramos aquí un tipo de personas cuyas características los alejan de la posibilidad de recibir el evangelio y ser salvos. Es más, el apóstol pide oración para que sean librados de ellos. Por tanto, hay personas de quienes debemos alejarnos, limpiando el polvo de nuestros pies, debemos evitarlos. La segunda carta de Pablo a los tesalonicenses habla ampliamente de estas personas. Dice que son quienes persiguen a los que reciben la palabra del evangelio. Son los que atribulan a los santos de Dios. Son aquellos que no obedecen el evangelio sino que se oponen a él. Estos sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia de Dios. Son los impíos, la clase de impíos que estamos viendo en esta serie sobre los hijos de condenación. Por tanto, debemos concluir que no todos oirán el mensaje. Muchos se opondrán a él y contenderán para que no sea anunciado; si además son personas que ocupan lugares de autoridad en la sociedad, líderes de cualquier tipo: políticos, empresarios, actores de cine, deportistas, diseñadores de moda, filósofos, incluso teólogos, necesitaremos oración, como Pablo, para ser librados de ellos, porque no es de todos la fe.

         El Señor nos librará de los hombres perversos y malos, cuya maldad se manifiesta en una oposición beligerante a la fe de los santos de Dios.

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HOMBRES IMPÍOS – Apóstatas

Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios… (1 Timoteo 4:1)

Apostasía significa «volver atrás, recaer», por tanto, estamos hablando de personas que un día tuvieron cierta revelación del evangelio, lo abrazaron y recayeron. Volvieron atrás. El autor de Hebreos dice que nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma (Hebreos 10:39). Está escrito: el justo, por su fe vivirá; y si retrocediere no agradará a mi alma (Hebreos 10:38). En esta serie hemos visto el ejemplo de Simón el mago, aquel hombre que creyó a Felipe cuando anunció el evangelio en Samaria, se bautizó, pero cuando vinieron Pedro y Juan el estado de su corazón se hizo evidente en hiel y amargura, porque quiso comprar el don de Dios con dinero. Volvió atrás. Jesús enseñó en la parábola del sembrador que hay personas que reciben la palabra con gozo; pero estos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan (Lucas 8:13). Son aquellos en quienes la palabra se sembró sobre la piedra. Una de las claves está en el corazón del hombre. Si el corazón es bueno, dará fruto, y permanecerá en la verdad. Ahora bien, en el texto que tenemos para meditar se nos dice que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe. Una parte de los que reciben la palabra acaban sucumbiendo ante la presión de los tiempos adversos. Creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan. Y se dice también que esa apostasía viene por oír, de la misma manera que la fe viene por oír la palabra de Dios, también la apostasía viene por oír a espíritus engañadores y doctrinas de demonios. Por tanto, este tiempo final se identifica por la multiplicación de mensajes engañosos que tienen la fuerza de confundir y apartar de la verdadera fe. Jesús dijo que abría una proliferación de falsos profetas que engañarían a muchos (Mateo 24:11,24). Pablo dice que a la venida del Señor le precede un tiempo de apostasía, así como la manifestación del hombre de pecado, es decir, sin ley (2 Tesalonicenses 2:3,4). Debemos estar alertas sabiendo a quien escuchamos. A la vez el autor de Hebreos nos advierte que, no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; cuya provisión la encontramos en la exhortación mutua: antes exhortaos los unos a los otros cada día… para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado (Hebreos 3:12,13).

         Europa como continente está viviendo tiempos de apostasía. La fe que configuró nuestra identidad es hoy humanismo, laicismo, e incluso islamismo.

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HOMBRES IMPÍOS – Quieren enriquecerse

Porque los que quiere enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición (1 Timoteo 6:9)

En una sociedad materialista el dinero se ha convertido en uno de los ídolos más evidentes. Esta idolatría está camuflada detrás de argumentos de todo tipo en los que cualquier iniciativa parece tener el beneplácito de la sociedad si con su actividad se genera riqueza y puestos de trabajo. No toda ambición es saludable. Como tampoco lo es la falta de motivación que paraliza toda iniciativa emprendedora. Como en todas las cosas la clave está en el corazón. Se nos advierte que sobre toda cosa guarda, guardemos nuestro corazón, porque de él mana la vida (Proverbios 4:23). Y donde tengamos nuestro corazón, allí estará nuestro tesoro (Mateo 6:21). Si nuestro corazón está atrapado en el afán por las riquezas dedicaremos todo nuestro esfuerzo a su consecución, quedando atrapados en lazos y tentaciones que hunden a los hombres, dice nuestro texto, en destrucción y perdición. El deseo de las riquezas atrapará el corazón en codicias necias y engañosas que hunden a los hombres. Pablo dijo a los creyentes que eran ricos que no pusieran el corazón en las riquezas, porque son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos (1 Timoteo 6:17). Se puede ser rico y generoso, o pobre y avaro. No hay ninguna garantía de que los pobres sean humildes, ni que los ricos tengan que ser obligatoriamente perversos. Sin embargo, cuando el corazón está atrapado en el amor al dinero se convierte en una raíz de pecado que al codiciarlo algunos se extravían de la fe, y son expuestos a muchos dolores (1 Timoteo 6:10). Por tanto, el deseo de enriquecerse puede convertirse en una piedra de tropiezo insalvable para la vida de fe. Pablo enseña que debemos estar contentos teniendo nuestras necesidades básicas cubiertas. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen. Hay caída en el deseo irrefrenable por las riquezas. Jesús dijo que era muy difícil que un rico entrara en el reino. El joven rico tenía su corazón atrapado en las riquezas que se convirtió en un muro infranqueable para poder seguir el camino del discipulado. Muchos otros, a lo largo de la historia, han hecho el recorrido correcto: dejando las riquezas siguieron al maestro; lo cual no quiere decir que todos deban hacer lo mismo.

         Muchos predicadores han caído en tentación y lazo por el amor a las riquezas y la vanagloria de este mundo. Ven el evangelio como fuente de ganancia y quedan expuestos con muchos dolores.

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HOMBRES IMPÍOS – Corrompidos e incrédulos

Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas (Tito 1:15,16)

La carta que Pablo le escribió a Tito tiene un propósito bien definido. Por un lado corregir lo deficiente, por otro establecer ancianos, y al hacerlo, deben ser hombres de buen testimonio, irreprensibles, un modelo para los creyentes y que puedan combatir el engaño que ya estaba extendido entre muchos que predicaban pero no vivían según las enseñanzas recibidas del mismo Señor y el mensaje del apóstol Pablo. Por eso enfatiza la necesidad de las buenas obras de quienes han creído. Palabra fiel es ésta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres (3:8). Este fundamento era indispensable porque había muchos contumaces, habladores de vanidades, engañadores que enseñaban por ganancia deshonesta lo que no conviene. A estos había que taparles la boca y no darles ocasión de juzgar con argumentos verdaderos a quienes decían amar la doctrina del evangelio. Acusaban a los creyentes de ser mentirosos, malas bestias y glotones ociosos, y lo peor de todo, este testimonio era verdadero, por tanto, Tito debía reprenderlos duramente para que fueran sanos en la fe. Todo ello nos indica que desde el principio el evangelio se abrió camino en medio de hombres con apariencia de piedad y falsos hermanos. Entre ellos había personas reprobadas, —que no superaban la prueba—, como lo vimos en un capítulo anterior. Ahora el apóstol pone el acento sobre los que están corrompidos y son incrédulos, resisten la verdad y la contaminan, su naturaleza no ha sido regenerada, por tanto, todo lo que hacen lo corrompen. Los puros encuentran la manera de sanar y limpiar lo que hacen y viven, mientras que para las personas corrompidas en su interior cualquier cosa que hagan la contaminan con sus pensamientos y palabras sucias. Solo piensan en lo terrenal. No disciernen las cosas del Espíritu. Sus palabras delatan lo que hay en sus corazones. Tienen la mente y la conciencia corrompida. Una y otra vez se les enseña la verdad, se les corrige con amor y paciencia pero regresan a revolcarse en el cieno. Son verdadero lastre para las congregaciones, por eso el liderazgo, además de ser ejemplar, debe saber gestionarlo correctamente, de lo contrario acabarán contaminando al resto de la congregación como la levadura.

         Los corrompidos e incrédulos no han sido regenerados aunque asistan a las congregaciones, y son un lastre para el avance del reino de Dios.

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HOMBRES IMPÍOS – Retroceden para perdición

Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma (Hebreos 10:39)

Hay un mensaje central en el anuncio del evangelio que llega a nosotros a través del testimonio de los profetas: el justo por su fe vivirá (Habacuc 2:4). Lo cual debe recordarnos que el evangelio no es un mensaje que apareció en Galilea, Judea y Samaria al margen de la revelación que se había iniciado en la Ley de Moisés, los profetas y los Salmos. Luego se nos dice que es por la fe en el Hijo de Dios que somos justificados. La justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él… siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús (Romanos 3:22-24). Y en la misma carta dice más adelante: Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación (10:8-10). Por tanto, es por fe, no por obras, para que nadie se gloríe. Esa fe, que ha sido dada una vez a los santos, y por la que hay que combatir ardientemente (Judas 1:3), es la fe del evangelio. La fe puede corromperse, contaminarse, mezclarse y hacerla inútil. También se puede abandonar, soltar, y retroceder del camino una vez iniciado. Esta opción está ligada al alma que no es recta, sino que se enorgullece de sí mismo, y abandonando la doctrina sana de la piedad y el evangelio, entra en razonamientos altivos que se levantan contra el conocimiento de Dios, que es por fe. El profeta Habacuc lo explicó así: He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá. Ahora el autor de la carta a los Hebreos recoge el mismo mensaje para decirnos que el justo vivirá por la fe; pero si retrocediere, no agradará al Señor. Además dice que los que retroceden lo hacen para su propia perdición. Abandonar la fe trae consigo la perdición, porque es la fe que ha sido una vez dada a los santos la que nos salva, la medida de fe recibida por gracia. Recordemos que la fe es un don de Dios. No está dependiente de nuestra volatilidad anímica, sino que la fe de Dios es la fe del corazón y está bien enraizada en el alma, consiguiendo una firmeza que no permite el retroceso, sino el avance para la preservación del alma. Fe y alma unidas. Los que retroceden no lo hacen desde la fe del corazón, sino desde una fe del alma que no es recta, según enseña el profeta Habacuc.

         Retroceder para perdición pone de manifiesto que esa fe se sustenta sobre un alma que no es recta, es soberbia, llena de razonamientos altivos.

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HOMBRES IMPÍOS – Os engañan

Os he escrito esto sobre los que os engañan (1 Juan 2:26)

No nos engañemos, hay engañadores. Y no solo los hay, sino que el apóstol Juan dice que nos engañan. La actitud básica del creyente es la credulidad, por eso somos vulnerables, creyendo que los demás actúan de la misma forma que lo haríamos nosotros, pero ya hemos comprobado en muchas ocasiones que eso no es así. No debemos creer «alegremente» a todo espíritu. Hay que probar los espíritus si son de Dios. Hay que aprender de los discípulos de Berea, aquellos que examinaban incluso las palabras del apóstol Pablo, para ver si tenían fundamento en la Escritura. Recordemos, hay hombres perversos y malos, impíos, incluso el diablo se disfraza como ángel de luz, por lo que no es distinto para sus ministros, que también se disfracen como mensajeros de justicia y portadores de luz; hay ovejas en medio de lobos. Esto no debe llevarnos a posiciones paranoicas viviendo en una continua búsqueda de falsos maestros, a paz nos ha llamado el Señor, también a estar alertas, velando y orando para no caer en tentación. Los versículos anteriores al que tenemos para nuestra reflexión nos hablan de la realidad de que ya habían surgido muchos anticristos. Juan los identifica claramente como aquellos que negaban la encarnación del Hijo de Dios. En aquel tiempo era el movimiento gnóstico, que negaba la encarnación de Jesús. Hoy predominan, entre otros, el islamismo. Además los identifica por no permanecer en la verdad, ni en comunión con la doctrina de los apóstoles. Y los tranquiliza con el mensaje de que han recibido la unción de Dios para que puedan conocer la verdad de las cosas, la unción que enseña a permanecer en Cristo. Como él mismo Señor dijo: separados de mí, nada podéis hacer. La unión con Cristo es garantía de no ser engañados y arrastrados al error, esa unión se cimenta sobre el sello del Espíritu Santo que Dios ha puesto en sus hijos. Toda la Trinidad actúa en el discípulo para guardarlo y presentarlo delante de su gloria con gran alegría. Sabemos que somos de Dios, y aunque el mundo entero está bajo el maligno, sabemos también que aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca (1 Juan 5:18-20). Vivimos seguros y a la vez en dependencia. Nuestra seguridad está en Jesús, y dependemos de él para no ser engañados. El apóstol escribió su carta para que supiéramos lo que somos y para que estemos alertas sobre los que vienen a engañar, porque no es de todos la fe.

          Aquellos que vienen a engañar manifiestan la naturaleza del padre de la mentira, tuercen las Escrituras y no tienen el Espíritu de Dios.

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HOMBRES IMPÍOS – Convierten la gracia en libertinaje

Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo (Judas 1:4)

En la carta del apóstol Judas, no el Iscariote, sino el hermano de Jesús, encontramos dos tipos distintos de hombres; ambos comparten destino, unos para salvación y otros de condenación; además forman parte de la misma congregación. Algunas personas se habían infiltrado entre los santos de Dios. Más adelante, dice el apóstol, que eran manchas en sus ágapes, se refiere a las comidas fraternales que celebraban. Se comportaban de manera indigna aunque pasaban por creyentes de la misma iglesia. Aprendieron el lenguaje «bíblico», conocían algunas doctrinas, pero su fe no era sana, porque sus almas no eran rectas, estaban llenos de sí mismos, debatían sobre doctrinas de la gracia y abusaban de ella, convirtiéndola en libertinaje. Creían que la libertad del evangelio permite dar lugar a pasiones carnales, sin freno; justificaban la práctica del pecado con una falsa doctrina del amor de Dios y la gracia de la salvación. Estaban llenos de argumentos altivos que se levantan contra el conocimiento verdadero de Dios. Eran osados, atrevidos y contumaces cuando se les corregía. La soberbia que les dominaba ponía de manifiesto que eran hijos de perdición, aunque banqueteaban y se movían entre los hijos de Dios como personas extrovertidas y dispuestas a competir por los puestos en la iglesia como si fueran asalariados de una empresa multinacional. Justificaban su vida licenciosa y pecaminosa con un supuesto conocimiento bíblico que tuerce la doctrina de la piedad, para ajustarla a sus demandas libertinas. Confundían la libertad gloriosa de los hijos de Dios con el libertinaje que pretende llenarse de gracia abundando en el pecado. Pablo dijo: En ninguna manera (Romanos 6:1,2). Tenemos hoy tantas manifestaciones falsas de libertad en algunos cultos que no son sino un entretenimiento vacuo que distorsiona la gracia de Dios. Existen tantas proclamaciones extralimitadas que solo exponen la vaciedad de un espíritu sin renovar. Lo paradójico es que en algunos casos estas personas dejan boquiabiertos a muchos creyentes viendo su desparpajo y osadía que pretenden imitar como verdaderos ejemplos de libertad en el Espíritu. En muchos casos no es más que una falsa libertad disfrazada de la negación de Dios y su verdadera gracia.

         Algunos hombres impíos que han entrado en las congregaciones convierten en libertinaje la gracia de Dios manifestando su condenación.

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HOMBRES IMPÍOS – Sensuales que no tienen al Espíritu

Éstos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al Espíritu (Judas 1:19)

Sigue hablando el apóstol de las mismas personas encubiertas que se han infiltrado en las congregaciones. Ahora nos da otra de las expresiones que los delata: su mente atrapada en la sensualidad. No se refiere solo al ámbito sexual, sino a los sentidos naturales, el predominio de lo natural, físico y racional como forma predominante en su manera de vivir y actuar. No manifiestan vida espiritual, sino un énfasis desmedido en aquello que se puede ver y tocar. Exactamente lo contrario de la verdadera vida cristiana, que es por fe. Pablo dice: porque por fe andamos, no por vista (2 Corintios 5:7). Y en un texto anterior expresa: no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas (2 Corintios 4:18). Como está escrito: los que son de la carne [sensuales] piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz (Romanos 8:5,6). El justo vive por fe, y una vez que hemos creído, somos sellados con el Espíritu Santo. Entonces, la vida cristiana necesita el Espíritu de Dios, si no tenemos el Espíritu Santo no somos de Dios. Necesitamos nacer del Espíritu para poder comprender las cosas del Espíritu (1 Corintios 2:14), de lo contrario no podremos discernir el mundo espiritual, estaremos atados al ámbito natural, carnal y sensual en un círculo vicioso que nos encadena al materialismo exacerbado de nuestros días; esa cadena se rompe por la ley del Espíritu de vida en Cristo, que nos libra del pecado y de la muerte. Es lo que llamamos nuevo nacimiento. La regeneración. Sin ella podemos tener una religión de cualquier tipo, incluso pertenecer activamente a una congregación, (como ocurría con una parte de los destinatarios de la carta de Judas), y sin embargo, vivir como sensuales, sin una mente renovada, sin un espíritu nuevo. Cuando este tipo de personas son mayoría en una congregación, (incluso pueden formar parte de su equipo directivo), tenemos un sucedáneo de iglesia que nada tiene que ver con la revelación de Dios en su palabra. Podemos tener el nombre de que vivimos, es decir, que tenemos vida espiritual, (como la iglesia de Laodicea), y a la vez ser unos desventurados, miserables, pobres ciegos y desnudos (Apocalipsis 3:17). Ese tipo de vida en las congregaciones causa divisiones.

Siempre habrá división en una congregación entre los sensuales, que no tienen el Espíritu, y aquellos que viven guiados por el Espíritu de Dios.

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HOMBRES IMPÍOS – Falsos apóstoles                          

Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo (2 Corintios 11:13)

En la parábola del sembrador el Maestro dejó claro que una vez se siembra la buena semilla de la palabra, de noche, mientras dormían, viene su enemigo y sembra cizaña. El sembrador era bueno y sembró una misma semilla en la tierra aunque obtuvo cuatro distintas cosechas por los cuatro distintos terrenos de tierra. El caso que nos presenta el apóstol Pablo en el contexto del capítulo que tenemos para meditar es de falsos apóstoles o sembradores, obreros fraudulentos, son hombres y mujeres con un determinado carácter que Pablo identifica como falsos, que defraudan y se disfrazan. Personas que predicaban otro Jesús, otro espíritu y otro evangelio. El apóstol se daba cuenta que estos apóstoles fascinaban y hechizaban a muchas personas extraviando sus sentidos de la sincera fidelidad a Cristo. Se acordaba de cómo la serpiente había engañado con su astucia a Eva, de la misma manera muchos de los corintios que habían recibido el evangelio predicado por Pablo pudieran ser extraviados y perturbados mediante un falso Jesús, un falso espíritu y un falso evangelio. Eran personas carismáticas y persuasivas. Ejercían una atracción, en algunos casos irresistible, mediante una personalidad impresionante que los cautivaba, habladores de vanidades que dicen a los hombres lo que sus sentidos naturales están dispuestos a aceptar sin resistencia. Por ello, pronto agrupaban a su alrededor un buen número de personas que se hacían incondicionales de su carisma estando dispuestos a seguirlos sin discernimiento alguno, ya se encargarían estos falsos líderes de enseñar que no debían ser puestos en duda porque eso supondría oponerse a los supuestos ungidos de Dios; tampoco podían ser juzgados porque esa actitud les acarrearía el juicio de Dios. En una palabra, quedaban hechizados bajo un dominio que los había fascinado y torcido sus sentidos, es decir, confundidos los sentidos espirituales con el alma humana, mezclando la sensualidad con un lenguaje aparentemente espiritual o bíblico, y a partir de ahí quedando subyugados hasta el extravío final. Nuestros días están llenos de estos obreros fraudulentos. Son un fraude al evangelio, a ellos mismos, y a la iglesia del Señor. Son falsos apóstoles y así hay que denunciarlo. Pablo lo hizo. De la misma manera que el diablo se disfrazó de ángel de luz, estos se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras. La iglesia de nuestros días necesita madurar para poder discernir, —por sus frutos—, las falsas apariencias de piedad.

         No seamos ingenuos, hay falsos apóstoles a los cuales no debemos someternos sino desenmascarar su disfraz fraudulento.

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HOMBRES IMPÍOS – Falsos maestros (1)                       

Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aún negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina (2 Pedro 2:1)

Jesús dijo a los suyos: He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas (Mateo 10:16). Y en otra ocasión: Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Y añadió: Por sus frutos los conoceréis (Mateo 7:15,16). El problema que tenemos hoy es que esta misma palabra la conoce el diablo y la usan de la misma manera aquellos que son falsos maestros citándola sobre quienes los contradicen. Tenemos que unos a otros se echan las mismas palabras con la consiguiente confusión sobre las personas. Sin embargo, llega la hora cuando las obras de cada uno se hacen evidentes, algunos las manifiestan pronto, a otros se tarda más en desenmascarar, pero finalmente las obras de cada uno se revelan quedando expuestos. Estos procesos son dolorosos, porque durante un tiempo a lo malo se le llama bueno, y a lo bueno malo. Se tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas. Se establecen dominios de tinieblas que predominan por un tiempo, como en el caso de Jerusalén ante la muerte de Jesús (Lucas 22:53), hasta que las tinieblas van pasando y la luz verdadera alumbra (1 Juan 2:8). El apóstol Pedro nos presenta en su segunda carta la obra de estos falsos maestros. Los relaciona con los antiguos profetas falsos de los días de Jeremías. Entiende que hay hombres impíos disfrazados de maestros que introducen herejías destructoras de la vida espiritual. Cuando ocurre esto la firmeza de la fe se diluye disolviendo su consistencia, dando lugar a tiempos de gran confusión que apagan la luz del evangelio. Ha ocurrido en diversos periodos de la historia de la iglesia. La impiedad de estos hombres se manifiesta también en negar el rescate de la redención levantando un edificio espurio alrededor de sus propias personalidades con argumentos altivos. La consecuencia es que atraen sobre sí mismos, —y sobre muchos otros—, destrucción repentina. Pablo dijo que estos hombres se levantan entre el mismo liderazgo de la iglesia como lobos rapaces que no perdonan al rebaño, arrastrando tras de sí a los discípulos (Hechos 20:29-32). Los hombres de Dios deben saber que caminan entre lobos despiadados que no perdonarán al rebaño cuya naturaleza se alimenta del mismo infierno.

         No es oro todo lo que reluce en las iglesias. Necesitamos supervisores de la grey de Dios para no ser arrastrados por líderes impíos y heréticos.

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HOMBRES IMPÍOS – Falsos maestros (2)                       

Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme (2 Pedro 2:2,3)

Algunos irresponsables y cobardes dentro de las congregaciones pretenden que este tema es negativo y, por tanto, no se debe abordar con la crudeza que requiere. Se ha instalado una especie de permisividad donde parece que todo vale. El combate por la verdad se ha abandonado. Combatir unánimes por la fe del evangelio está en desuso. Nos hemos dejado contaminar del «buenísmo» mundano y falso que evita la confrontación bajo el lema de la rendición. Craso error. La Escritura no evita este espinoso tema de la falsedad de muchos maestros. Es lo suficientemente importante para que los apóstoles, todos los apóstoles, nos advirtieran de sus peligros. El apóstol Pedro nos dice aquí que muchos seguirán sus disoluciones. Influidos por su manera de vivir y enseñanza disipada el camino de la verdad será blasfemado, harán burla de las verdades eternas, y las perlas del reino vienen a ser pisoteadas ante el desinterés por defenderlas. Ignorar el problema no lo soluciona. Mirar para otro lado pretendiendo que no debemos juzgar manifiesta la dejadez que nos ha invadido. No era esa la actitud de los apóstoles. Pablo tuvo que encarar incluso al mismo Pedro en cierta ocasión, ante la mezcla del evangelio con elementos judaicos que se alejaban de la libertad del Espíritu. La libertad hay que conseguirla, y una vez obtenida hay que mantenerla frente a los múltiples sistemas religiosos que siempre pretenden amortajarla para dejar una estela de muerte espiritual a su paso. La carta a los gálatas da cuenta de la importancia que el apóstol de los gentiles daba a la defensa del evangelio y la libertad que se desprende de él. Hay quienes están haciendo mercadería con el evangelio de forma vergonzosa, compran las almas de los hombres con palabrerías infladas que hunden a las multitudes en confusión y perdición. Les prometen libertad y ellos mismos son esclavos del pecado. Pecado que se manifiesta en lo que hay en el mundo: los deseos de los ojos, los deseos de la carne y la vanagloria de la vida. (1 de Juan 2:16). Alejan a sus víctimas de la cruz de Cristo sustituyéndola con mensajes antropocéntricos, centrados en el hombre y sus deleites temporales. El evangelio de Dios es la verdad de Dios. El apóstol Pedro certifica la condenación y perdición sobre este tipo de falsos maestros.

         Los falsos maestros atraen multitudes a sus disoluciones. Venden un mensaje atractivo a la carne pero destructivo para el alma humana

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HOMBRES IMPÍOS – Falsos maestros (3)                       

Pero estos, hablando mal de cosas que no entienden, como animales irracionales, nacidos para presa y destrucción, perecerán en su propia perdición, recibiendo el galardón de su injusticia, ya que tienen por delicia el gozar de deleites cada día. Esto son inmundicias y manchas, quienes aún mientras comen con vosotros, se recrean en sus errores (2 Pedro 2:12,13)

El lenguaje del apóstol Pedro en su carta sobre los falsos maestros es de alto voltaje. Gran parte de nuestra falsa sensibilidad actual nos hace inútiles para asimilar correctamente la importancia que tiene la falsedad de estos hombres que habitan y se congregan entre nosotros. Algunos levantan sus propias iglesias, incluso pequeños imperios alrededor de su personalidad cautivadora, arrastrando a multitudes al error. El peor error de todos es aquel que nos convence de estar en lo cierto. Lo nocivo de estas personas está, no en que se pierdan ellos, sino en las multitudes que arrastran a la perdición. El juicio del Señor sobre ellos es dramático. Pero estos falsos maestros se deleitan en vivir bien usando mal la doctrina de la piedad, creyendo que la piedad es motivo de ganancia deshonesta. No entienden lo que hablan pero lo hacen como si fuera la última revelación, la más impactante y atrevida. La osadía que manifiestan seduce a los ingenuos, confunde a los de limpio corazón y paraliza a quienes no quieren frenar lo que ellos llaman «la obra de Dios». De Simón el mago también decían que manifestaba el gran poder de Dios. Esas manifestaciones habían hechizado a las multitudes hasta que llegó Felipe con el evangelio libertador. Muchos falsos maestros están interesados en vivir en deleites cada día. Su dios es su vientre, solo piensan en lo terrenal. Predican el goce terrenal como si fuera la meta más elevada del hombre. Anuncian felicidad como si fuera El Dorado. Han orientado las mentes hacia una sabiduría terrenal, animal y diabólica (Santiago 3:15,16). Hay otros que con una vida austera, anacoreta, de ermitaño, pueden engañar de la misma forma. Su deleite no son las cosas materiales sino una mente inflada de disciplina corporal que emana de la misma fuente de engaño, soberbia y falsedad. Somos seres tripartitos, el Señor suple todas nuestras necesidades, las ha creado para que las disfrutemos, pero nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde esperamos al Salvador (Filipenses 3:20,21). Esperamos la ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios (Hebreos 11:10) y no los sistemas religiosos, políticos o económicos de este mundo a semejanza de la ciudad babilónica.

         La falsedad es muy atractiva al hombre natural y carnal, tiene  un mensaje deleitoso que seduce y subyuga pero culmina en perdición eterna.

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HOMBRES IMPÍOS – Falsos maestros (4)                       

Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición (2 Pedro 2:14)

Los falsos maestros no solamente enseñan herejías, también seducen con su forma de vivir. La maldad puede estar disfrazada detrás de una vida atractiva, buenos modales, gran cultura, educación exquisita, pero ocultar una personalidad lasciva, poseída por el sexo y la adicción a la pornografía. Sus ojos están llenos de adulterio. Tienen sus esposas pero se recrean con imágenes de otras mujeres. Son esclavos del pecado. A la misma vez pueden ejercer una seducción altamente cautivadora que los hace la envidia de muchas personas. Persuaden con argumentos manipuladores para engañar a los ingenuos e inconstantes en la verdad. Sus corazones están habituados a la codicia. La personalidad que emana de ellos proviene de una naturaleza corrompida, sin regenerar, pero con una sutileza infernal se convierten en modelos a seguir. La retórica de sus argumentos neutraliza el juicio de personas respetables. Muchos reconocen su maldad, pero el talento que despliegan es tan manifiesto que justifican su forma de vida con una benevolencia insoportable. El apóstol que escribe de estos falsos maestros concluye: son hijos de maldición. Nuestra sociedad ha elaborado un sistema inmunológico para justificar el pecado bajo una falsa tolerancia de respeto a todas las opiniones, así como no entrar a valorar la vida privada de las personas. Bajo ese escudo protector se esconden verdaderas alimañas del mal, hombres perversos y malos que hunden las sociedades en la decadencia más absoluta. Buena parte de la nuestra tiene estos síntomas. A los ojos de un Dios santo y justo estos comportamientos no pasan desapercibidos. El Señor no perdonó a los ángeles que pecaron; tampoco perdonó a las ciudades de Sodoma y Gomorra. Sí libró al justo Lot que vivía en medio de ellos afligiendo su alma justa cada día viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos (2 Pedro 2:6-8). Cuando perdemos la capacidad de discernir los hechos inicuos que se suceden ante nuestros ojos y acabamos asumiendo la normalidad de semejantes comportamientos hemos dado el paso definitivo a la decadencia que precede al juicio. Hay enfermedades que pueden incubarse durante mucho tiempo hasta que una vez afloran es demasiado tarde para neutralizarlas. La palabra de Dios nos advierte, como medicina preventiva, para que podamos ver y denunciar los hechos inicuos de los hijos del mal.

         El corazón de un falso maestro puede esconder toda una diversidad de malignidades que arrastren a muchos hasta el punto de no retorno.

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HOMBRES IMPÍOS – Falsos maestros (5)                       

Éstos son fuentes sin agua, y nubes empujadas por la tormenta; para los cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre. Pues hablando palabras infladas y vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error (2 Pedro 2:17,18)

Pedro los identifica. Apunta con su pluma a este tipo de personas. Los coloca en el centro de su mensaje en esta carta. Conoce el daño que hacen, y mucho peor, sabe el peligro que corren aquellos que han escapado de las contaminaciones del mundo y pueden volver a ser vencidos enredándose en el error para que su estado postrero venga a ser peor que al principio. Trabajo en vano. Tiempo perdido. El evangelio sufre pérdida y credibilidad. Los hermanos quedan a merced del desánimo y la decepción. Porque no olvidemos que estos falsos maestros son enseñadores, están llenos de palabras infladas y pomposas que durante un tiempo han enajenado las mentes de muchos hermanos con sus concupiscencias y disoluciones. Han inflado de expectativas falsas a jóvenes discípulos que han creído su mensaje sin examinarlo. Son especialmente aquellas personas de las que habla Jesús en la parábola del sembrador. Muchos han recibido la palabra en medio de espinos y abrojos, las piedras han impedido su crecimiento, y la que cayó junto al camino ha sido robada de sus corazones. Creen por algún tiempo, pero en la hora de la prueba abandonan. La prueba puede ser el mal ejemplo de estos falsos maestros que han confundido con verdaderos ministros del evangelio. Han sido defraudados y regresan a su vieja vida para obtener un estado peor que al principio de haber oído el mensaje de redención. Existe hoy una gran «diáspora» de personas que un día recibieron el evangelio y ahora están extraviados y dispersos por los falsos pastores que se han apacentado a sí mismos. Muchos se han endurecido y no quieren volver a oír hablar del reino de Dios. Piensan que todo está corrompido y no pueden confiar en nadie. La amargura ha invadido sus corazones y caminan dejados de sí mismos, o entregados a los vicios que un día abandonaron. Santiago dice: Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados (Stg. 5:19,20). Pero para aquellos que han propiciado el daño se escribió que les está reservada la más densa oscuridad. Hijos de condenación.

         Podemos ser engañados un tiempo por falsos maestros, pero también podemos regresar a la verdad arrepentidos recuperando la senda donde la abandonamos.

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HOMBRES IMPÍOS – Hipócritas (1)                            

En esto, juntándose por millares la multitud, tanto que unos a otros se atropellaban, comenzó a decir a sus discípulos, primeramente: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía (Lucas 12:1)

La impiedad y la hipocresía son sinónimos en la Escritura. El juicio sobre los hipócritas es muy duro en la enseñanza bíblica, aunque a nosotros nos parezca hoy que solamente tiene que ver con doblez de corazón, algo de lo que la mayoría participa siendo habitual y aceptable en nuestra sociedad. La palabra proviene del griego hupokrisis, que originalmente significa dar una respuesta. En la concepción griega se trata de un intérprete de sueños, un orador, un recitador de poesía o un actor. Tiene la connotación negativa de simulación, duplicidad o falsedad. En la Biblia predomina el sentido negativo del término. En las versiones tradicionales del Antiguo Testamento usaban «hipócrita» en pasajes donde las traducciones posteriores dicen «impío» o «falso» (Job 8:13; 15:34,35; 17:8; Isaías 9:17; 33:14). La palabra hebrea que a menudo se traduce por hipócrita se refiere a contaminación o corrupción. En el Nuevo Testamento se destaca la hipocresía en el sentido más limitado de representar un papel. Jesús llama hipócritas a los fariseos por la contradicción que había entre sus acciones externas y las actitudes internas. Los líderes religiosos no practicaban lo que predicaban. En varias ocasiones los escritores nuevo testamentarios señalan que la sinceridad (sin hipocresía) debía ser una característica de los cristianos (Romanos 12:9). La fe no fingida (1 Timoteo 1:5) (2 Timoteo 1:5). También la sabiduría de lo alto es sin incertidumbre ni hipocresía (Santiago 3:17). Veremos en las próximas meditaciones algunos de los pasajes en los que aparece la hipocresía como una actitud reprobable y que recibe el juicio del Maestro de forma contundente. La hipocresía viene a ser sinónimo de maldad e impiedad. El siervo malo dice en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes (Mateo 24:48-51). En este texto encontramos la hipocresía unida a la condenación eterna, por tanto, estamos hablando de algo muy serio. En nuestro pasaje la hipocresía está unida con la levadura de falsas enseñanzas farisaicas que contaminan a muchos. Le ocurrió al mismo apóstol Pedro y tuvo que ser reprendido por Pablo (Gálatas 2:13).

         La hipocresía es contagiosa. Puede infectarnos momentáneamente como un virus, pero una naturaleza hipócrita conduce a la condenación de los impíos.

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HOMBRES IMPÍOS – Hipócritas (2)                            

Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar la trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas… Y cuando ores, no seas como los hipócritas… Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas (Mateo 6:2,5,16)

La hipocresía es una planta que crece en todos los terrenos de la vida en sociedad, pero hay uno donde tiene un abono especial que la hace multiplicarse como una gran cosecha, es en el ámbito religioso. Paradójicamente los sistemas religiosos son los que más se prestan a que haya actitudes hipócritas que al ponerse de manifiesto vienen a ser piedra de tropiezo para muchos. Y dentro del ámbito religioso Jesús señala tres de ellos: la ofrenda, la oración y el ayuno. Todas ellas disciplinas necesarias en la vida de cualquier cristiano. A la vez, son terrenos donde puede crecer la planta de la hipocresía de forma lamentable. Cuando la vida cristiana se vuelve una competencia por las apariencias externas para mostrar nuestra espiritualidad y búsqueda de la recompensa humana hemos entrado de lleno en el terreno del legalismo religioso que a tantos defrauda, contaminando la verdadera espiritualidad. Jesús enseña que nuestras ofrendas deben ser sin sonido de trompeta, es decir, que la mano derecha no sepa lo que hace la izquierda. Hay ocasiones en las que es imposible evitar que otros conozcan nuestra entrega económica, pero la práctica habitual debe ser la discreción, mirando a Dios y no a los hombres. La vida de oración, dice Jesús, no debe ser una manifestación pública para impresionar a otros con nuestra aparente devoción. El fariseo de la parábola oraba consigo mismo. La repetición mecánica, sin vida, sin fe, por rutina religiosa, sin pasión y sin un corazón rendido a la voluntad de Dios es como metal que resuena y címbalo que retiñe. El Maestro enseña que cuando oremos entremos en nuestro aposento y oremos a nuestro Padre que está en secreto, y nuestro Padre que ve en lo secreto nos recompensará en público. Por su parte el ayuno debe ser sin mudar nuestro rostro, para no mostrar a los hombres que ayunamos. No es una disciplina externa para impresionar; o el duro trato del cuerpo que no tiene valor alguno contra los apetitos de la carne (Colosenses 2:23), olvidándonos de la justicia, la misericordia y la humildad; sino mostrándolo a nuestro Padre que está en los cielos. La semilla del legalismo y el dogmatismo puede crecer solapadamente en nuestra mente hinchada de vanidad si damos lugar a la hipocresía. Luego pretenderemos enseñarla a otros, haciendo comparaciones, para caer rápidamente en la levadura o doctrina de los fariseos (Mateo 16:12). Jesús nos ha enseñado a guardarnos de esa levadura (Mateo 16:6).

         El mundo religioso es muy propicio para que anide la hipocresía. La vida cristiana normal vive muy lejos de ella.

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HOMBRES IMPÍOS – Hipócritas (3)                            

Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse. Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas                (Lucas 12:1-3)

La hipocresía es representar un papel que no se corresponde con la verdad de lo que somos. Es vivir enmascarado. Es un fraude. Un engaño a nosotros mismos y a los demás. Un desequilibrio entre el interior y el exterior, la realidad y la fantasía. Jesús advierte a los suyos de este peligro: guardaos de la levadura de los fariseos que es la hipocresía. Esta levadura se extiende a otros. Afectó al mismo apóstol Pedro y arrastró a otros judíos, incluyendo al bueno de Bernabé (Gálatas 2:11-14). Por su parte el apóstol Pablo tuvo la valentía de enfrentarse a ella por amor a la verdad del evangelio, y lo hizo desenmascarándola con firmeza. Como hemos dicho, este enemigo de la vida cristiana se reproduce especialmente en el terreno religioso. Da a luz el legalismo y dogmatismo que rápidamente se propaga para producir un fruto nocivo para el crecimiento de la vida espiritual. Observa que Jesús dijo que la levadura de los fariseos es la hipocresía y se manifestaba en sus enseñanzas (Mateo 16:12). Sabemos que la nota predominante de esta forma de doctrina era el legalismo. Incluso cambiaron la palabra de Dios por tradiciones de hombres. Una vez que se levanta el edificio legalista es fácil confundir la dureza del corazón con la espiritualidad para acabar imponiendo cargas a otros que nosotros mismos no estamos dispuestos a levantar. Jesús fue especialmente duro con este comportamiento. Advirtió a sus discípulos del peligro que supone caer en ella. Los fariseos de la época de Jesús eran los que más se acercaban a su enseñanza, y a la vez vivían tan lejos de ella. Tenían la doctrina correcta en muchos casos, pero la dureza de sus corazones legalistas los hizo caer en un comportamiento hipócrita que el Maestro combatió con dureza. Podemos ser muy ortodoxos en la doctrina y a la vez vivir muy alejados del Espíritu de Dios. Paradójicamente la dureza que produce el legalismo se opone a la verdad del evangelio. Dijeron de Jesús sus propios adversarios: Maestro, sabemos que eres amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres. En Jesús tenemos la respuesta adecuada a la hipocresía.

         Seguir el ejemplo del Maestro nos librará de caer en la levadura de los fariseos y su enseñanza dominada por la hipocresía.

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HOMBRES IMPÍOS – Hipócritas (4)                            

Pero el Señor le dijo: Ahora bien, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad                (Lucas 11:39)

Jesús fue invitado a comer a la casa de un fariseo. Estando allí, pronto afloraron las costumbres de cada uno. El fariseo se extrañó que Jesús no se hubiese lavado las manos antes de comer. El Maestro percibió la actitud y los pensamientos de su anfitrión, y sin dar lugar a una falsa educación que evita siempre la confrontación, expuso decididamente el conflicto de unos hábitos elevados a la categoría de doctrina: Vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad. Esta aparente agresividad tuvo que coger por sorpresa a su anfitrión; y sin darle ocasión a la respuesta amplió su mensaje con varios lamentos en forma de ayes que golpearon a todos los asistentes a la comida. No fue un simple comentario mordaz. Fue una acusación en toda regla. No dio lugar a escaparse con argumentos que justificaran semejante actitud hipócrita, sino que decididamente comparó el comportamiento de los fariseos con la rapacidad, (o robo, dice la versión de las Américas), y maldad. Esto pone de manifiesto que se puede ser un estricto religioso, legalista y dogmático, y a la misma vez un ladrón teniendo la maldad anidando en el corazón. Podemos defender posturas legalistas con una supuesta base bíblica y a la vez vivir tan lejos de la verdad libertadora del evangelio. El fariseo quedó mudo y fue un intérprete de la ley el que reaccionó a las palabras de Jesús tildándolas de afrenta (Lucas 11:45). Pero el Maestro no se arredró, sino que dirigiéndose ahora a su nuevo interlocutor expuso uno de sus comportamientos igualmente censurable: ¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley! Porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis (Lucas 11:46). ¡Qué fácil es para el sistema religioso imponer cargas a otros! Atar a los hombres a doctrinas humanas elevadas a voluntad de Dios. El islam radical es una prueba perversa de lo que significa humillar a la mujer hasta convertirla en poco más que una esclava sexual. Obligar, imponer, someter con violencia o amenazas nunca ha formado parte del evangelio liberador de Jesús. Torcer las Escrituras para ejercer dominio sobre nuestros semejantes siempre tendrá al Señor enfrente de nosotros. Él lo llama rapacidad y maldad. Nuestra sociedad ha elaborado todo un entramado de eufemismos para esconder el verdadero estado corrupto de su corazón con apariencia de piedad.

         La hipocresía puede derivar en robo y maldad cuando la mayor preocupación de los maestros sea imponer legalismo y cargas.

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HOMBRES IMPÍOS – Hipócritas (5)                            

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Que sois como sepulcros que no se ven, y los hombres que andan encima de ellos no lo saben (Lucas 11:44)

Nos guste o no, seamos conscientes o vivamos ignorándolo, nuestras vidas repercuten en otras personas. En ocasiones mucho más de lo que llegamos a comprender. Abrimos o cerramos oportunidades para los demás. Somos de bendición o maldición para la sociedad en la que vivimos. Una nación está compuesta de múltiples personas con buenos y malos ejemplos. Si además ocupamos puestos de liderazgo de cualquier tipo las vidas de otras personas estarán ligadas en cierta medida a nuestro comportamiento. Por eso, el egoísmo que solo piensa en sí mismo, creyendo erróneamente que podemos vivir sin afectar a otros, no es más que una triste ignorancia que a veces conduce a verdaderos dramas. El presidente de una nación tiene una responsabilidad especial, y sus obras, las leyes que aprueban los parlamentos, tienen repercusión en millones de personas. Por ello se nos insta a orar por las autoridades de manera decidida. Si el hogar tiene un padre ausente los hijos crecerán desprotegidos. Si la madre no actúa como tal la vida familiar sufrirá pérdida. Si los pastores de las iglesias piensan que pueden vivir como quieran y luego subirse al púlpito para exhortar a la grey como si no tuvieran responsabilidad en el crecimiento de cada hermano están siendo como aquellos fariseos que eran sepulcros blanqueados. Es decir, por fuera una capa de pintura para tapar la muerte que llevan dentro. Somos transmisores de vida o muerte, y generalmente la transmitimos a través de nuestras palabras. La muerte y la vida están en poder de la lengua (Proverbios 18:21). La lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno (Santiago 3:6). Los fariseos del tiempo de Jesús transmitían muerte y contaminación al pueblo con sus enseñanzas. La hipocresía de sus vidas escondía la muerte que anidaba en sus corazones. Esa muerte, escondida detrás de una apariencia de piedad, contaminaba a muchos. Recordemos que en la ley judía pasar por encima de un sepulcro contaminaba a las personas. Si el sepulcro no se veía era fácil contaminarse y vivir corrompido creyendo estar limpio (Lucas 11:44). Hay enseñanzas «bíblicas» que pueden esconder muerte y contaminación para muchos si no discernimos correctamente separando lo precioso de lo vil. Jesús lo denunció con firmeza.

         Cuando escondemos una vida de hipocresía podemos estar contagiando a otros detrás de una fachada de piedad contaminante.

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HOMBRES IMPÍOS – Hipócritas (6)                            

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, lo hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros (Mateo 23:15)

Podemos reproducirnos en otros para vida o para muerte. Una vez más vemos que la enseñanza de Jesús pone énfasis en la responsabilidad que contraemos con los demás mediante nuestras acciones u omisiones. Todos somos herederos de una vana manera de vivir que hemos heredado de nuestros padres y la sociedad en la que hemos crecido. Luego podemos cambiar ese rumbo mediante la redención que hay en Cristo Jesús. Porque Jesús ha venido a enderezar lo torcido. Juan el Bautista vino para allanar el camino del Señor en nuestras vidas mediante un bautismo de arrepentimiento. Por tanto, llega el momento cuando somos responsables de nuestras propias decisiones. Hay un tiempo para ser llevados por ayos-pedagogos, ese fue el propósito de la ley (Gálatas 4:1-7). Pero en Cristo ya no somos esclavos de la naturaleza pecaminosa heredada de los padres, sino que somos hijos de Dios, con una nueva naturaleza para glorificar a nuestro Padre que está en los cielos. Ahora bien, hay influencias que pueden determinar nuestro destino. Existen experiencias que pueden marcar nuestras vidas para siempre. Esa era una de las actitudes que el Maestro reprochó con dureza a los fariseos. Recorrían tierra y mar para hacer un prosélito, y una vez conseguido lo hacían dos veces más hijo del infierno que ellos mismos. Increíble. Todo un esfuerzo monumental que acaba atando a una persona al mismo infierno. Piensa. Podemos desplegar un activismo evangelístico que esconda un poder hechicero de tal forma que lleve a multitudes al abismo. Hay líderes de sectas que trabajan más duro que cualquier pastor del evangelio para conducir a masas ingentes hasta las mismas entrañas del averno. Observa lo que dice Jesús: «lo hacéis». Líderes y maestros falsos que atan a las personas a sí mismos de tal forma que sus vidas quedan ligadas a ellos en una carrera al precipicio. Debemos recordar siempre que nuestra influencia en otros no debe ser motivo de hechicería (creando lazos y ataduras) sino de liberación. No pertenecemos al hombre. Los hijos de Dios han sido comprados por precio para no hacerse esclavos de los hombres, tampoco del pastor de la iglesia. Hay un tiempo para guiar, llevar, conducir, y siempre ser modelo para que otros alcancen la madurez en Cristo, dependiendo de él y no de un líder carismático (Efesios 4:11-16).

         El carisma de un líder no es para atar a las personas a sí mismo, sino para llevarlas a la madurez en Cristo cumpliendo su voluntad.

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HOMBRES IMPÍOS – Hipócritas (7)                            

¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno (Mateo 23:33)

Cuando llegamos al capítulo veintitrés del evangelio de Mateo nos encontramos con el discurso más duro que Jesús realizó a lo largo de su ministerio. La hipocresía de quienes representaban el legalismo religioso más estricto de la época atrajo las críticas más feroces del Maestro. En su origen fueron «los separados», significado de fariseos. Surgió como respuesta a la asimilación helenista, pero derivó paulatinamente en un legalismo exacerbado que debe hacernos reflexionar. En nuestro texto se les llama generación de víboras, sin escapatoria de la condenación del infierno. Antes el Maestro había denunciado su actitud por no entrar en el reino e impedir que otros lo hicieran (Mateo 23:13). Se habían convertido en piedra de tropiezo. Devoraban las casas de las viudas y como pretexto hacían largas oraciones (Mateo 23:14,15). Diezmaban la menta, el eneldo, y el comino, pero abandonaban lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe (Mateo 23:23). Su ceguera les llevaba a colar el mosquito y tragarse el camello (Mateo 23:24), poniendo el énfasis en lo intrascendente olvidando los aspectos relevantes de la ley de Dios, que en palabras del profeta Miqueas significaba: hacer justicia, amar misericordia, y humillarse ante Dios (Miqueas 6:8). Ponían su atención en el cumplimiento detallado de los aspectos externos de la ley como limpiar el exterior del vaso y el plato pero por dentro estaban llenos de robo e injusticia (Mateo 23:25). Se olvidaban que la contaminación no es lo que entra en la boca, sino lo que sale de ella, porque sale del corazón: malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias; esas cosas son lo que verdaderamente contamina al hombre (Mateo 15:17-20). Jesús también los llamó sepulcros blanqueados, por fuera se mostraban hermosos, pero por dentro están llenos de inmundicia y huesos de muertos (Mateo 23:27). Exteriormente aparecían como justos delante de los hombres pero por dentro estaban llenos de hipocresía e iniquidad (Mateo 23:28). Según la afirmación de Jesús, que conoce el corazón de los hombres, tenían muy difícil escapar de la condenación del infierno (Mateo 23:33). Estas palabras son una grave advertencia para todos nosotros. Caer en el legalismo religioso puede ser muy fácil si en nuestro corazón hemos anidado la hipocresía. Por eso, sobre toda cosa guardada, guarda el corazón, porque de él mana la vida (Proverbios 4:23).

         La hipocresía constituye un verdadero enemigo de la vida espiritual que libera el legalismo y la dureza del corazón que conduce a la condenación.

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Los impíos (XXXIX) – Regreso a Sinar                         

Ésta es la iniquidad de ellos en toda la tierra. Y he aquí, levantaron la tapa de plomo, y una mujer estaba sentada en medio de aquel efa. Y él dijo: Ésta es la Maldad; y la echó dentro del efa… Dije al ángel que hablaba conmigo: ¿A dónde llevan el efa? Y él me respondió: Para que le sea edificada casa en tierra de Sinar; y cuando esté preparada lo pondrán sobre su base (Zacarías 5:5-11)

Esta visión del profeta Zacarías nos muestra el destino final de la Maldad. La Escritura comienza con la entrada del pecado en el mundo a través de un hombre, y por el pecado la muerte. Ese pecado se desarrolla a lo largo del contenido bíblico hasta el momento cuando es quitado en un solo día (Zac.3:9). Ese día fue el de la redención llevada a cabo por el Mesías en la cruz del calvario. La sangre de Jesús derramada para la remisión de los pecados. Esta es la buena nueva del evangelio. En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia (Ef.1:7). El pecado es perdonado mediante la obra redentora del Salvador del mundo, pero su efecto sigue operando sobre el cuerpo pecaminoso y carnal, sujeto a la muerte, hasta el día de la redención final; cuando el postrer enemigo, la muerte, sea derrotado. Y como el aguijón de la muerte es el pecado (1 Co.15:56), tiene que haber un día cuando el pecado (maldad) es quitado de la tierra dando lugar al día postrero, el siglo venidero. Bien. Ese momento es el que vio el profeta Zacarías. Vio como la Maldad era echada dentro de un efa (recipiente de 35 litros); sobre ella una mujer sentada (que recuerda a la mujer voluptuosa de Apocalipsis que representa a Babilonia). Dos mujeres alzaron el efa entre la tierra y los cielos. El profeta preguntó donde llevaban el efa, la respuesta fue que a una casa edificada en la tierra de Sinar. Recordemos que fue en Sinar donde los hombres se juntaron bajo el liderazgo de Nimrod, edificaron una ciudad y una torre en oposición a Dios, y de allí se extendió el paganismo y la idolatría a todas las naciones. Hemos hecho en esta serie un recorrido muy amplio de esa influencia. Fue en ese mismo lugar (Edén-Oriente-Babilonia) donde se originó la rebelión del hombre. La Maldad ha recorrido todas las naciones. Ha producido muerte y destrucción a su paso. También ha llegado a todas las naciones el mensaje libertador de la Maldad: el evangelio de Jesucristo. La Maldad regresa a su lugar de origen: la llanura de Sinar. Parece que el pecado ha culminado su recorrido, una nueva era comienza.

         La maldad que anida en el corazón del hombre tiene un recorrido: desde Edén hasta la llanura de Sinar, dejando a su paso muerte y destrucción, que ha sido vencida en la cruz del Calvario.

 

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