GRATITUD Y ALABANZA (105) – Idolatría y juicio (7)

GRATITUD Y ALABANZA - 1INGRATITUD – Idolatría y juicio (7)

Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén (Romanos 1:24,25).

El hombre ha sido creado como un ser responsable. Sus acciones tienen consecuencias sobre sí mismo y su entorno. Una vez que elige eludir el poder de Dios expresado en las obras creadas y el testimonio de su propia conciencia que le enseña a escoger o evitar (Rom.2:14-16), se coloca bajo el juicio de Dios. El juicio viene a causa del pecado y es ineludible. La paga del pecado es muerte. Esa muerte es espiritual primeramente, pero comienza a actuar ya en el inicio de la vida pecaminosa llevando al hombre por la senda del error que termina en muerte física. La muerte actúa con toda su fuerza mediante las obras de la carne. La ley espiritual que actúa en nuestros miembros nos impide hacer lo que queremos (ver Romanos 7) y nos esclaviza al poder del pecado sirviéndole como señor hasta que la nueva vida en Cristo nos liberta de su  dominio trasladándonos al reino de Dios para servir a la justicia.

Nuestro relato en Romanos 1 contiene un desarrollo progresivo. Las consecuencias de adorar ídolos, cambiando la gloria de Dios por el culto a sus criaturas, atrae el juicio de Dios inexorablemente a nuestras vidas y sociedades. Por eso, dice el apóstol: Dios los entregó… Esta expresión se repite en tres ocasiones, veremos sus consecuencias degenerativas. Dios no ha cambiado, y el mismo juicio emitido sobre las generaciones pasadas actúa sobre la nuestra si mantenemos los mismos comportamientos.

La primera consecuencia de haber sido entregados al dominio de la inmundicia es la deshonra de nuestros propios cuerpos. Nuestro cuerpo pierde la honra y el pudor, prostituimos nuestro comportamiento dando lugar a todo tipo de inmoralidad sexual. Nuestra sociedad vive entregada a estas prácticas vergonzosas, que no solo se practican a plena luz del día en muchos casos, sino que se le han dado forma de ley para naturalizarlas y legalizar comportamientos inicuos en nombre de una libertad sexual que desprecia su belleza original por conductas impropias y contra natura. El juicio de Dios, consecuencia del pecado del hombre y su rebelión abierta contra la ley natural, se consolida cuando en lugar de arrepentirnos de nuestra bajeza moral, nos complacemos en sus prácticas (Rom.1:32). El deterioro no acaba aquí si no que sigue su curso decadente y en caída libre…

         El juicio por la idolatría nos entrega a la inmundicia despreciando nuestros propios cuerpos en un desenfreno dañino de disolución.

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