Introducción
Pelea la buena batalla de la fe (1 Timoteo 6:12).
Después del recorrido que hemos hecho por el capítulo 6 de la epístola a los Romanos queremos ahora adentrarnos en una nueva serie que voy a llamar la lucha interior. Como creyentes tenemos una batalla que pelear. Una vez que la nueva vida se ha producido en nuestro interior, y la nueva naturaleza ha tomado lugar en nosotros, nos movemos en un conflicto entre dos naturalezas.
Jesús también tiene dos naturalezas, una completamente humana, y otra totalmente divina. Como hombre encarnado fue tentado en todo según nuestra semejanza pero sin pecado, lo cual no quiere decir que no tuviera la posibilidad de caer. No lo hizo, venció el reclamo que la naturaleza humana hizo sobre sus apetitos carnales, sin embargo, como no había nacido en pecado, la única forma de caer era quedar atrapado en la tentación del diablo. Sabemos que Satanás lo hizo, tentó a Jesús en diferentes ocasiones, a veces con verdadera sutileza y persuasión, pero Jesús, el Hijo del Hombre, venció sobre todo principado y potestad, se levantó triunfante sobre la muerte y su poder, por ello es poderoso para socorrer a los que somos tentados.
Para nosotros, Jesús es la garantía de superar toda tentación. Nuestra unión con él lo hace posible. Pero aún vivimos en un mundo caído, sujeto al pecado y sus consecuencias, por tanto, es posible ser desviados de la verdad, engañados del verdadero conocimiento y torcer el propósito de Dios en nuestras vidas. Tenemos una lucha interior con la vieja naturaleza, con el sistema de este mundo y sus reclamos, así como con el príncipe de la potestad del aire que sigue operando en los hijos de desobediencia. Eso hace que en ocasiones tengamos un conflicto que pretende movernos de nuestra firmeza, ser zarandeados, desviados y errar el blanco. La lucha comienza en el interior, en la vieja concupiscencia activada por el reclamo carnal, mundano y diabólico.
En esta nueva serie veremos que la lucha está caracterizada ya en la misma familia de los patriarcas. Veremos el conflicto en la familia de Abraham con sus hijos Ismael e Isaac. También lo encontramos en el hogar de Isaac, en el mismo vientre de Rebeca, su mujer, cuando luchaban Esaú y Jacob. Muchas veces nuestra mayor batalla tiene que ver con nosotros mismos, se desarrolla en el interior de la persona. Experimentamos una lucha interior después de creer en el evangelio, por ello, lo abordaremos en las siguientes meditaciones.
Tenemos una batalla que pelear que no debemos ignorar. Comienza en nuestro propio interior. Debemos conocer sus términos para pelear y vencer.