La predicación de Pedro en casa de Cornelio (II)
Vosotros sabéis cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, el cual anduvo haciendo bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con Él. Y nosotros somos testigos de todas las cosas que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén… le dieron muerte… Dios le resucitó al tercer día e hizo que se manifestara… Y nos mandó predicar al pueblo… (Hechos 10:38-43).
Acostumbrado en los primeros años de su apostolado a predicar en medio de gran oposición en Jerusalén, para Pedro llegar a casa de Cornelio y ver la receptividad de los congregados tuvo que ser un momento celestial. Comenzó su mensaje diciendo: «Ciertamente ahora entiendo». Un predicador reconociendo que hace unos momentos no entendía lo que estaba pasando, no tenía controlada la situación. ¿Y qué es lo que Pedro estaba comenzando a entender? «Que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación el que le teme y hace justicia, le es acepto». A pesar de ello, hay que anunciar el evangelio para que los congregados crean y se salven.
La predicación es esencial en toda reunión donde nos congregamos. La salvación viene después de oír el mensaje del reino, no un concierto de música cristiana. Hoy hemos substituido la predicación por múltiples entretenimientos, −o por un mensaje humanista edulcorado− y dejamos un apartado, como un apéndice, al final de la reunión para salvar nuestra tradición protestante, salvo honrosas excepciones.
Sigamos con Pedro. Su mensaje estaba centrado en la persona de Jesús; el mensaje es Jesús, no Pedro y sus experiencias o las de Cornelio, aunque ambas tienen lugar en el preámbulo, ahora entramos en lo esencial. Jesús ha sido ungido con el Espíritu Santo y con poder para hacer bien y sanar a todos los oprimidos por el diablo. Todo ello tuvo lugar en Judea, comenzando desde Galilea, es decir, datos históricos y lugares geográficos fácilmente reconocibles por los presentes.
Un mensaje que Dios envió a los hijos de Israel en primer lugar y que ahora es anunciado a los gentiles. Los testigos de los sucesos que narra Pedro son judíos, realizados en la tierra de los judíos y en Jerusalén (que insistencia la de Pedro en remarcar los lugares). Allí murió Jesús, allí resucitó, en el mismo lugar se manifestó una vez resucitado, los cuales comieron y bebieron con él después de la resurrección, y les encargó que predicaran que en este nombre, todo aquel que cree en él recibe el perdón de pecados… Llegados a este momento ocurre lo inesperado…
Predicar a Jesús debe ser el centro de toda reunión para el derramamiento del Espíritu sobre los congregados.