118 – Orando con el salmista

Orando con el salmista - PortadaEnvía sus órdenes a la tierra; su palabra corre velozmente… Envía su palabra y los derrite; hace soplar su viento y el agua corre. Declara su palabra a Jacob, y sus estatutos y sus ordenanzas a Israel. No ha hecho así con ninguna otra nación; y en cuanto a sus ordenanzas no las han conocido. ¡Aleluya!   (Salmos 147:15-20).

         El reino de Dios se establece a través de su palabra. Dios habla y sus órdenes llegan a la tierra. Todas las cosas fueron creadas de esta forma. Dios habló y creó. Envía su palabra y ésta corre veloz para realizar la obra que lleva implícita; y no volverá a Él vacía, sin haber cumplido el propósito para el cual ha sido enviada (Isaías 55:11). Este proceso se repite en las Escrituras una y otra vez. Un hombre dijo a Jesús: Di la palabra, y mi siervo sanará. Jesús enseñó: Vuestro sí sea sí, y  vuestro no, sea no. Pablo dijo a Timoteo: predica la palabra. Pedro enseñó: Si alguno habla que hable conforme a la palabra de Dios. La iglesia en Hechos crecía porque recibían la palabra enviada. La palabra crecía porque se obedecía. Nuestro crecimiento es proporcional a la obediencia de la palabra de Dios. Salomón enseñó este principio: No te des prisa en hablar, ni se apresure tu corazón a proferir palabra delante de Dios… Cuando haces un voto a Dios, no tardes en cumplirlo, porque El no se deleita en los necios… Es mejor que no hagas votos, a que hagas votos y no los cumplas. No permitas que tu boca te haga pecar (Eclesiastés 5:1-6). Santiago enseña que cuando somos oidores, y no hacedores de la palabra, nos engañamos a  nosotros mismos. Nuestra sociedad ha perdido, trágicamente, el valor de la palabra dada. La iglesia también. Sin embargo, Jacobo, Pedro y Juan le dieron a Bernabé y a Pablo la diestra (un apretón de manos) en señal de compañerismo, y de esa forma se cerró el acuerdo para la misión de cada uno de ellos (Gálatas 2:9). Aprendamos de los apóstoles. Dios envió su palabra a Israel. No lo ha hecho con ninguna otra nación. Les ha sido confiada la palabra de Dios (Romanos 3:2).

         Padre, gracias por darnos tu palabra a través de los profetas, los apóstoles y el Mesías de Israel. Ayúdanos a obedecerla y anunciarla en nuestro pueblo. Amén.

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