HOMBRES IMPÍOS – Hipócritas (4)
Pero el Señor le dijo: Ahora bien, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad (Lucas 11:39)
Jesús fue invitado a comer a la casa de un fariseo. Estando allí, pronto afloraron las costumbres de cada uno. El fariseo se extrañó que Jesús no se hubiese lavado las manos antes de comer. El Maestro percibió la actitud y los pensamientos de su anfitrión, y sin dar lugar a una falsa educación que evita siempre la confrontación, expuso decididamente el conflicto de unos hábitos elevados a la categoría de doctrina: Vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad. Esta aparente agresividad tuvo que coger por sorpresa a su anfitrión; y sin darle ocasión a la respuesta amplió su mensaje con varios lamentos en forma de ayes que golpearon a todos los asistentes a la comida. No fue un simple comentario mordaz. Fue una acusación en toda regla. No dio lugar a escaparse con argumentos que justificaran semejante actitud hipócrita, sino que decididamente comparó el comportamiento de los fariseos con la rapacidad, (o robo, dice la versión de las Américas), y maldad. Esto pone de manifiesto que se puede ser un estricto religioso, legalista y dogmático, y a la misma vez un ladrón teniendo la maldad anidando en el corazón.
Podemos defender posturas legalistas con una supuesta base bíblica y a la vez vivir tan lejos de la verdad libertadora del evangelio. El fariseo quedó mudo y fue un intérprete de la ley el que reaccionó a las palabras de Jesús tildándolas de afrenta (Lucas 11:45). Pero el Maestro no se arredró, sino que dirigiéndose ahora a su nuevo interlocutor expuso uno de sus comportamientos igualmente censurable: ¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley! Porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis (Lucas 11:46).
¡Qué fácil es para el sistema religioso imponer cargas a otros! Atar a los hombres a doctrinas humanas elevadas a voluntad de Dios. El islam radical es una prueba perversa de lo que significa humillar a la mujer hasta convertirla en poco más que una esclava sexual. Obligar, imponer, someter con violencia o amenazas nunca ha formado parte del evangelio liberador de Jesús. Torcer las Escrituras para ejercer dominio sobre nuestros semejantes siempre tendrá al Señor enfrente de nosotros. Él lo llama rapacidad y maldad. Nuestra sociedad ha elaborado todo un entramado de eufemismos para esconder el verdadero estado corrupto de su corazón con apariencia de piedad.
La hipocresía puede derivar en robo y maldad cuando la mayor preocupación de los maestros sea imponer legalismo y cargas.