Reconocimiento del pecado sin arrepentimiento
Entonces Saúl dijo a Samuel: He pecado; en verdad he quebrantado el mandamiento del Señor y tus palabras, porque temí al pueblo y escuché su voz (1 Samuel 15:24).
El perfil de Saúl demuestra el conflicto interno de muchos creyentes que quieren agradar a Dios sin abandonar la gloria de los hombres. Ya ocurrió en días de Jesús, muchos reconocían que era el Mesías, pero no se atrevían a proclamarlo porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios (Jn.12:43). Por eso dijo el Maestro: el que se avergüenza de mi delante de los hombres, yo me avergonzaré de él delante de mi Padre.
Saúl había ido a una misión contra Amalec, —figura del hombre carnal—, y estaba tratando de combatirlo con una obediencia parcial. Muchos creyentes quieren la libertad del Espíritu sin abandonar una vida desordenada. Es inútil. Saúl llegó al punto de reconocer que había pecado, quebrantado el mandamiento de Dios y la orden de Samuel de aniquilar a Amalec, sin embargo, ese reconocimiento no impidió que las ovejas y los bueyes siguieran en territorio israelita, y que el mismísimo rey Agag mantuviera toda su vida en el campamento de Israel. Fue el propio Samuel quién ejecutó el juicio de Dios sobre el rey amalecita.
Es decir, Saúl reconoció su pecado sin las obras dignas de arrepentimiento, y sin restituir el error cometido. Se debatía entre dos pensamientos: tratar de cumplir el mandato de Dios y el temor al pueblo. Saúl quería la aprobación divina sin abandonar sus intereses personales de ser honrado ante los hombres para mantener el gobierno del pueblo. Estaba dispuesto a adorar a Dios sin un corazón perfecto (15:25), y mantener una confesión de pecado superficial por la necesidad de ser honrado delante de los ancianos de su pueblo (15:30).
Muchos hacen concesiones religiosas para conseguir fines políticos. Es el pecado de Jeroboam. Saúl no comprendió que Dios lo había desechado. Su reino estaba herido de muerte, aunque faltaban años para su materialización definitiva. El curso de su reinado siguió adelante sin el favor de Dios ni el apoyo del profeta. Muchos pastores siguen con sus proyectos aunque han sido desechados por Dios. Hay puntos de inflexión donde traspasamos los límites que Dios ha marcado y ya no hay oportunidad para el regreso. Hay maridos que pretenden recuperar su familia por remordimiento de lo que han hecho mal, pero sin obras dignas de arrepentimiento. El Señor arrancó el reino de manos de Saúl, y lo dio a un prójimo «que es mejor que tu» (15:28).
El reconocimiento de pecado que llega tarde no tiene la fuerza necesaria para un arrepentimiento transformador. Dios lo desecha.