El juicio al hombre
Entonces dijo a Adán… (Génesis 3:17)
Dios no hace acepción de personas. Cada uno dará cuenta a Dios de sí mismo. Somos personas responsables delante del Hacedor. Nadie escapa ni tiene una posición privilegiada delante de Él. Todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. El final del discurso en el libro de Eclesiastés fue este: La conclusión, cuando todo se ha oído, es ésta: teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto concierne a toda persona. Porque Dios traerá toda obra a juicio, junto con todo lo oculto, sea bueno o sea malo.
Dios juzga a cada uno conforme a sus hechos. A la serpiente como serpiente, a la mujer como mujer, y al hombre como hombre. Cada uno según la administración que le ha sido encomendada. En este triple juicio que estamos viendo le ha llegado el turno al hombre. No quedó libre aunque no fuera el responsable directo del engaño de la serpiente, sin embargo, tomó su propia decisión siguiendo a la mujer en la desobediencia al Creador.
Sus argumentos para eludir la condena tampoco sirvieron delante de un Dios justo. Deberíamos tomar buena nota de ello. Entonces dijo a Adán: Por cuanto has escuchado la voz de tu mujer y has comido del árbol del cual te ordené, diciendo: No comerás de él, maldita será la tierra por tu causa; con trabajo comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y abrojos te producirá, y comerás de las plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.
Resaltemos varias cosas brevemente. 1)Amar y obedecer a Dios debe estar por encima del amor a nuestra propia mujer. 2)El varón tiene la responsabilidad de obedecer a Dios antes que a su esposa. 3)La tierra sufrió las consecuencias del pecado del hombre, y ésta produjo espinos y abrojos que perjudicaron su bienestar. 4)La tierra entregará su fruto al hombre después de un trabajo arduo y cansado. 5)La consecuencia final es la muerte del ser humano, regresando a la tierra, de donde fue tomado, y el espíritu a Dios que lo dio (Eclesiastés 12:7).
Estas condiciones no han sido remediadas, sino que esperan una redención futura. Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de aquel que la sometió, en la esperanza de que la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios (Ro.8:20,21).
El juicio sobre el hombre ha quedado unido al de la tierra hasta la redención final que tendrá lugar en la venida definitiva del Mesías en su reino.