EL SISTEMA DE ESTE MUNDO (4)

Tela de araña - Sistema mundanoConversiones diversas

A lo largo de mi vida cristiana he visto a muchos hermanos con experiencias similares a las que comenté en el capítulo anterior, conversiones nítidas, cambios de vida evidentes y una entrega al servicio incondicional y sin intereses, que han llevado fruto para honrar al Dios de su salvación. Paradójicamente, los testimonios más claros de conversión los he constatado últimamente en la cárcel entre jóvenes que manifiestan una decisión clara de seguir a Jesús en medio de sus circunstancias actuales.

También he visto, especialmente en los últimos años, conversiones light, personas atraídas por los beneficios del evangelio que se adaptan a la rutina religiosa con sus múltiples y variopintas actividades; aprenden el lenguaje bíblico, cantan algunas canciones de moda en el ámbito cristiano, pero sus vidas están más centradas en sí mismos que sometidas a la voluntad de Aquel que los compró con su sangre preciosa. En otros casos hemos abandonado el primer amor para convertirnos en una iglesia rica en métodos mundanos y tibia, sin darnos cuenta que somos miserables, pobres, ciegos y desnudos como la iglesia de Laodicea.

Con esto no quiero caer en el tópico de que cualquier tiempo pasado fue mejor, o en las comparaciones odiosas de unos tiempos pretéritos mejores que los actuales por el hecho de recordarlos con cierta nostalgia en contraste con el pesimismo actual. Estoy hablando de abandono, de alejamiento, de conformarse a los esquemas de este mundo en detrimento de la verdad permanente de la palabra de Dios.

He comenzado esta serie hablando de decadencia y eso es realmente lo que creo que vivimos en buena medida en muchas de nuestras congregaciones actuales. Decadencia camuflada bajo el disfraz de modernismo, bailes y teatro, música de discoteca en los cultos, predicaciones dirigidas a engordar el ego más que a levantar el nombre de Jesús y su obra redentora. Jesús dijo: si yo fuere levantado, a todos atraeré a mí mismo (Juan 12:32).

PRÓXIMO CAPÍTULO: No os conforméis a este siglo

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