La ira neutralizada por el sacrificio
Entonces mucho más, habiendo sido ahora justificados por su sangre, seremos salvos de la ira de Dios por medio de El (Romanos 5:9 LBLA)
El apóstol sigue remarcando la verdad de la justificación. Es necesario comprender esta verdad fundamental. Los creyentes deben saber, llegar al conocimiento de la verdad y lo que ésta incluye. Dios quiere que todos los hombres sean salvos, y luego, una vez rescatados de la vieja y vana manera de vivir, vengan al conocimiento de la verdad (1 Tim. 2:4). Porque la verdad nos hace libres, afirma nuestra posición ante Dios y resiste los ataques de incredulidad y mentira.
Si hemos sido justificados por su sangre, nuestras vidas tienen ahora una nueva posición ante Dios. Podemos esperar salvación y no ira. Hemos quedado lejos del alcance del juicio y la ira de Dios. Vivimos en otra esfera, la esfera de la gracia. Es una dimensión de fe que sabe lo que Jesús ha realizado por nosotros. Hay paz en nuestros corazones. Hay seguridad de vida eterna. Estas [cosas] se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que al creer, tengáis vida en su nombre (Jn. 20:31).
Nuestra fe tiene el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Jesús la piedra angular. Y la verdad apostólica dice: El testimonio es éste: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida, y el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna (1 Jn. 5:11-13). El hijo de Dios ha sido librado de la ira venidera (1 Tes. 1:10).
Los apóstoles no se cansan de enfatizar la centralidad de la predicación del evangelio focalizándola en la persona de Jesús. Si desaparece la persona y la obra del Mesías de nuestra predicación, o si colocamos otro mensaje al mismo nivel que el mensaje de la cruz, estamos predicando otro evangelio que NO salva, NO justifica, NO redime, NO libra de la ira venidera, NO trae la paz de Dios, NO perdona nuestros pecados, y estaremos conduciendo a muchos al error con resultados devastadores para sus vidas. Si oímos el evangelio de la gracia de Dios y lo rechazamos, no queda ninguna otra posibilidad de ser redimidos. Moriremos en nuestros pecados y la ira de Dios, −su juicio−, nos alcanzará encontrándonos desnudos sin justificación.
Habiendo sido justificados por la fe en la sangre redentora de Yeshúa somos salvos de la ira venidera.