HOMBRES DE VERDAD – Conoce las Sagradas Escrituras
… y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuáles te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús (2 Timoteo 3:15).
Las Escrituras pueden hacernos sabios, y si esa sabiduría podemos comenzar a adquirirla desde edades tempranas mejor. «¿Con qué limpiará el joven su camino?», pregunta el salmista, «con guardar tu palabra» (Sal. 119:9). Josué escogió esperar la bajada del monte de Moisés en lugar de participar de la fiesta del becerro (Ex.32:17). Luego no se separaba de la tienda donde Dios hablaba cara a cara con Moisés, vivía cerca de la revelación de Dios (Ex 33:11). Cuando llegó el tiempo para dirigir al pueblo se le dijo: «Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien» (Jos.1:8). Y está escrito al final del libro que lleva su nombre: «Y sirvió Israel al Señor todos los días de Josué y todos los días de los ancianos que sobrevivieron a Josué y que habían conocido todas las obras que el Señor había hecho por Israel» (Jos. 24:31 LBLA).
El hombre de Dios debe ser un hombre de la palabra. Los ancianos de las congregaciones deben ser aptos para enseñar. Jesús dedicó mucho tiempo a las Escrituras desde su niñez y juventud, lo vemos en las preguntas que hacía a los doctores de la ley en el templo cuando tenía doce años; lo vemos también en el uso continuo que hizo de las Escrituras en su vida ministerial. Aprendió a discernir, desechando lo malo y escogiendo lo bueno (Is. 7:14,15). Creció y se fortaleció llenándose de sabiduría (Lc.1:40). Es bueno llevar el yugo desde la juventud (Lam. 3:27), estar atado a la verdad del evangelio. Timoteo lo había estado. La fe que habitó en su abuela Loida y su madre Eunice, también era una realidad en él (1 Tim. 1:5). Había conocido las Escrituras desde su juventud temprana. «Instruye al niño en su camino, y aún cuando fuere viejo no se apartará de él» (Pr. 22:6).
Pablo reconocía que su discípulo más aventajado era un hombre de la palabra, había seguido su doctrina y estaba preparado para transmitir la verdad del evangelio a la siguiente generación. Hoy muchos jóvenes creyentes han abandonado las Escrituras por los placeres temporales de una Play, un Smartphone, el Watshap, etc. Han cambiado la verdad de la palabra revelada y escrita por el atractivo de una imagen egipcia. El mundo visual con sus hechizos ha desplazado la meditación de las Escrituras que pueden hacernos sabios para la salvación.
Sin embargo, el hombre de Dios y verdad vive aferrado a las Escrituras, y su carácter está formado en la sabiduría de lo alto.