118 – Orando con el salmista

Orando con el salmista - PortadaEnvía sus órdenes a la tierra; su palabra corre velozmente… Envía su palabra y los derrite; hace soplar su viento y el agua corre. Declara su palabra a Jacob, y sus estatutos y sus ordenanzas a Israel. No ha hecho así con ninguna otra nación; y en cuanto a sus ordenanzas no las han conocido. ¡Aleluya!   (Salmos 147:15-20).

         El reino de Dios se establece a través de su palabra. Dios habla y sus órdenes llegan a la tierra. Todas las cosas fueron creadas de esta forma. Dios habló y creó. Envía su palabra y ésta corre veloz para realizar la obra que lleva implícita; y no volverá a Él vacía, sin haber cumplido el propósito para el cual ha sido enviada (Isaías 55:11). Este proceso se repite en las Escrituras una y otra vez. Un hombre dijo a Jesús: Di la palabra, y mi siervo sanará. Jesús enseñó: Vuestro sí sea sí, y  vuestro no, sea no. Pablo dijo a Timoteo: predica la palabra. Pedro enseñó: Si alguno habla que hable conforme a la palabra de Dios. La iglesia en Hechos crecía porque recibían la palabra enviada. La palabra crecía porque se obedecía. Nuestro crecimiento es proporcional a la obediencia de la palabra de Dios. Salomón enseñó este principio: No te des prisa en hablar, ni se apresure tu corazón a proferir palabra delante de Dios… Cuando haces un voto a Dios, no tardes en cumplirlo, porque El no se deleita en los necios… Es mejor que no hagas votos, a que hagas votos y no los cumplas. No permitas que tu boca te haga pecar (Eclesiastés 5:1-6). Santiago enseña que cuando somos oidores, y no hacedores de la palabra, nos engañamos a  nosotros mismos. Nuestra sociedad ha perdido, trágicamente, el valor de la palabra dada. La iglesia también. Sin embargo, Jacobo, Pedro y Juan le dieron a Bernabé y a Pablo la diestra (un apretón de manos) en señal de compañerismo, y de esa forma se cerró el acuerdo para la misión de cada uno de ellos (Gálatas 2:9). Aprendamos de los apóstoles. Dios envió su palabra a Israel. No lo ha hecho con ninguna otra nación. Les ha sido confiada la palabra de Dios (Romanos 3:2).

         Padre, gracias por darnos tu palabra a través de los profetas, los apóstoles y el Mesías de Israel. Ayúdanos a obedecerla y anunciarla en nuestro pueblo. Amén.

117 – Orando con el salmista

Orando con el salmista - Portada¡Aleluya! Porque bueno es cantar alabanzas a nuestro Dios, porque agradable y apropiada es la alabanza. El Señor edifica a Jerusalén; congrega a los dispersos de Israel; sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas  (Salmos 147:1-3).

         Me encanta la palabra ¡Aleluya! Expresa alabanza al Rey. Significa: «Alabad a Dios». Exalta al que está en el trono. Los últimos cinco salmos comienzan y terminan con esta expresión: ¡Aleluya! Es un grito de júbilo. Expresa regocijo por la majestad de Dios. Algunos la relacionan con cierto tipo de creyentes exaltados y excéntricos. En el cielo se dice ¡Aleluya! Lo vemos en Apocalipsis. Hay tantas canciones con esta sola palabra que aún no han agotado su profundidad. Todo se puede trivializar. Incluso las perlas se pueden pisotear. Pero un corazón adorador expresará con júbilo su alabanza a nuestro Dios. Porque es bueno cantar alabanzas. Es agradable y apropiada. Es el hábitat natural de un espíritu renacido. De un corazón agradecido. Nuestro hombre sabe que, después de la manifestación de la alabanza al Rey, viene la edificación de Jerusalén. El trono de Dios es levantado en la tierra en medio de las alabanzas de su pueblo. Jesús dijo: Y yo, si soy levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo (Juan 12:32). El salmista nos dice aquí que después de la debida alabanza a Dios, viene la edificación, la congregación de los dispersos, la sanidad de los quebrantados de corazón, y el vendaje de sus heridas, para recuperar el propósito de Dios, y que su reino sea establecido en la tierra. Todo un proceso liberador. Sumergirnos en la alabanza nos introduce a la dimensión celestial. Nos arranca de la atracción terrenal para envolvernos con la gloria eterna. Por eso es buena, agradable y apropiada. Alabemos a Dios y digamos sin temor y a viva voz: ¡Aleluya!

         Padre, te adoramos, te alabamos. Edifica Jerusalén, congrega a los dispersos de Israel en su tierra. Sana y venda sus heridas, también la herida de mi pueblo, en el nombre de Jesús. Amén.

116 – Orando con el salmista

Orando con el salmista - PortadaEl Señor sostiene a todos los que caen, y levanta a todos los oprimidos. A ti miran los ojos de todos, y a su tiempo tú les das su alimento. Abres tu mano, y sacias el deseo de todo ser viviente… El Señor está cerca de todos los que le invocan, de todos los que le invocan en verdad. Cumplirá el deseo de los que le temen, también escuchará su clamor y los salvará. El Señor guarda a todos los que le aman… mi boca proclamará la alabanza del Señor; y toda carne bendecirá su santo nombre eternamente y para siempre  (Salmos 145:14-21).

         Y la tercera parte de este salmo nos introduce a la acción del Rey sobre sus  siervos que viven bajo el gobierno de su reino. Meditemos. El nos sostiene cuando caemos, por tanto, es posible vivir dentro del reino y tener tropiezos. El nos levanta cuando estamos oprimidos, luego, podemos experimentar opresión viviendo en el reino. Nos da el alimento. Sacia, no solo de comida, si no de su palabra, para alimentar al hombre completo: espíritu, alma y cuerpo. El sacia el deseo de todo ser viviente. Ese deseo no tiene que ver con excentricidades, si no con las necesidades a las que estamos sometidos y que deseamos ver suplidas. Podemos invocar su nombre en todo momento, hacerlo en verdad, y experimentar la cercanía del Señor, su auxilio. Podemos expresar nuestros deseos bajo el temor de Dios y verlos cumplidos. No caprichos. No antojos. Los hijos del reino están disciplinados, viven bajo autoridad y conocen la voluntad del Padre para desearla. El Señor del reino escuchará nuestro clamor en la angustia y nos salvará. Está cercano a todos los que le invocan. Somos guardados porque le amamos. Por tanto, nuestra boca está llena de su alabanza, y todo nuestro ser bendecirá su santo nombre, eternamente y para siempre ¡Aleluya! Nuestro hombre nos ha presentado al Rey, la majestad de su reino y el gobierno sobre los que viven en sus dominios. Si aún no estás dentro, invoca su nombre, el nombre de Jesús. El es la puerta al reino.

         Padre, gracias por el Rey, por el reino, y por los hijos del reino. Sigue tu obra de restauración en Israel, en España y las naciones. Amén.

115 – Orando con el salmista

Orando con el salmista - PortadaLa gloria de tu reino dirán, y hablarán de tu poder, para dar a conocer a los hijos de los hombres tus hechos poderosos, y la gloria de la majestad de tu reino. Tu reino es reino por todos los siglos, y tu dominio permanece por todas las generaciones   (Salmos 145:11-13).

         En esta segunda parte del salmo que estamos meditando nos encontramos con la gloria del reino de Dios. Tenemos un Rey y un reino. Esta verdad está distribuida por toda la Escritura. Tiene dos dimensiones, una natural y otra espiritual. La primera está focalizada en Eretz Israel, la tierra de Israel. La segunda nos transporta a la Jerusalén celestial (Hebreos 12:22-24), y tiene que ver con todas las naciones. Ambas están conectadas. Somos la generación que ha visto el brotar de la higuera en su tierra. El tabernáculo caído de David está siendo restaurado. No solo en Israel, sino en muchas naciones. La proclamación del reino ha venido a ser una prioridad en el mensaje del evangelio, que es el evangelio del reino. Nuestro hombre lo proclama. Su reino es un reino de poder. Es lo que dice Pablo, no me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree; del judío primeramente y también del griego. Este reino está lleno de la majestad de Dios, de sus poderosos hechos que han de ser dados a conocer. Es un reino por todos los siglos y para todas las generaciones. El reino es un dominio. Hay una autoridad. Una voluntad, la del Rey, que debe ser obedecida. Cuando conocemos la naturaleza del reino y el carácter del Rey, no tendremos temor de caer rendidos a su gobierno. El reino de Dios es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Por tanto, oremos:

         Padre, venga tu reino. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo en Israel y en las naciones. En el nombre de Jesús. Amén.

PANORÁMICA del Nuevo Testamento – Primera TESALONICENSES

Primera de TESALONICENSES

Índice:

HISTORIA DE LA CARTA

  • La ciudad de Tesalónica.
  • La iglesia en Tesalónica.
  • Fecha.
  • Propósito de la carta.

ENSEÑANZAS Y TEMAS

  1. Tribulación y persecución por el evangelio (1:6) (2:2,14-16) (3:1-10)
  2. Fe (vuestra fe) esperanza y amor (1:3) (5:8) (1 Co.13:13) (Col.1:4,5) (1 Ts.1:8;  3:2,5,6,7,10) (1 Jn.5:4,5).
  3. Sobre la segunda venida del Señor (4:13-5:11)

PREGUNTAS Y REPASO

1 - TESALONICENSESHISTORIA DE LA CARTA

La ciudad de Tesalónica. Está situada al noroeste del Mar Egeo.  Era y es una ciudad importante de Grecia. En los días de Pablo pertenecía a la provincia de Macedonia. En la actualidad es una ciudad próspera que mantiene el nombre de Salónica.

La iglesia en Tesalónica. El relato de su fundación lo encontramos en Hch.17:1-9. Fue en el segundo viaje misionero de Pablo. El apóstol estuvo tres semanas enseñando en la sinagoga de los judíos declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Mesías padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía él, es el Mesías. Algunos de los judíos de aquel lugar creyeron, además de gran número de griegos piadosos. Sin embargo, los judíos que no creyeron se llenaron de celos, y usando a hombres ociosos y malos, juntaron una turba alborotando la ciudad. Acusaron a los apóstoles de «trastornar el mundo entero», y que se oponían a los decretos de Cesar, diciendo que hay otro rey, Jesús. De esta forma alborotaron al pueblo y a las autoridades de la ciudad. Así se opusieron al avance del evangelio en Tesalónica. Pero un grupo de diversas personas, entre ellas mujeres nobles, creyeron, recibiendo la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo (1 Tes.1:6). Este es un principio que vemos a lo largo de todo el primer siglo mientras se extendían las buenas nuevas por el Imperio Romano. La predicación del evangelio siempre atrae persecución porque confronta el sistema de este mundo y su príncipe, con el poder del reino de Dios y su rey. Lo ampliaremos más adelante.

Fecha. La mayoría de los exégetas coinciden en destacar que estamos ante el primer testimonio escrito de la vida de la iglesia primitiva, anterior incluso a los evangelios, cuya fecha se indica alrededor del año 50-51 d.C.

Propósito de la carta. Como ya hemos anotado, la iglesia en Tesalónica surgió en medio de gran persecución y tribulación para los creyentes. Después del alboroto Pablo tuvo que salir de noche entrando poco después en Berea, donde encontraría una actitud muy distinta en los judíos de aquel lugar. Esa salida precipitada produjo en el apóstol incertidumbre sobre el desarrollo y crecimiento de la fe de los tesalonicenses, ese fue el motivo para escribirles rápidamente y conocer su situación. Además envió a Timoteo no pudiendo soportar la tensión de pensar que el adversario los hubiera tentado mediante las pruebas soportadas y su trabajo resultara en vano. Pero cuando volvió Timoteo y les dio las buenas noticias de que su fe y amor seguían firmes, además de recordarlos con cariño, su corazón fue consolado, porque ahora vivimos, si vosotros estáis firmes en el Señor (1 Tes.3:1-8). Además habían surgido preguntas sobre el estado de los hermanos que habían muerto antes de la venida del Señor. Todo ello lo aborda el apóstol en esta carta que ahora nos disponemos a resumir en sus aspectos principales.

ENSEÑANZAS Y TEMAS

  1. Tribulación y persecución por el evangelio (1:6) (2:2,14-16) (3:1-10)

La tribulación es consustancial a la predicación del evangelio. Y es así por la sencilla razón que el mensaje de la cruz expone la realidad de dos mundos diametralmente opuestos. Esta realidad la encontramos por todo el Nuevo Testamento, por tanto, deberíamos saberlo de antemano y comprender que cuando predicamos el evangelio de verdad entramos en terreno hostil. La confrontación es inevitable. Otra cosa es predicar un mensaje diluido de buenísmo humanista que evita la realidad pecaminosa del corazón del hombre, y los poderes de las tinieblas que pretenden impedir la liberación de la esclavitud de pecado y oscuridad. Lo vimos en la carta a los Colosenses. El evangelio nos libra de la potestad de las tinieblas y nos traslada al reino de su amado Hijo (Col.1:13). La luz del Mesías debe alumbrar los ojos de nuestro  entendimiento para que pueda establecerse la verdad que nos hace libres. Es una lucha crucial por el control de nuestra alma. Por eso el apóstol decidió enviar a Timoteo para conocer el estado de los hermanos en Tesalónica, no sea que el tentador los hubiese tentado, robando la semilla (Mt.13:18,19), y su trabajo resultara en vano. Es una batalla por los pensamientos correctos, y la enseñanza apostólica no deja lugar a dudas: las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo (2 Co.10:4,5).

Los tesalonicenses recibieron la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo (1:6). Esta ambivalencia es también parte esencial del discípulo de Jesús. Al recibir la palabra libertadora del evangelio, que nos emancipa del pecado, experimentamos el conflicto interior anegado en todo tipo de pensamientos acumulados, especialmente los religiosos y filosóficos, además del conflicto externo con aquellas personas que pretenden que sigamos viviendo en el mismo desenfreno de disolución (1 P.4:1-5); junto con el gozo por la libertad de nuestros corazones redimidos que produce el Espíritu Santo en nosotros. Por tanto, sí, siempre hay tribulación al recibir el evangelio, en ocasiones es al principio, en otras más adelante. Todos los que hemos abrazado la fe en Jesús sabemos de esta innegable realidad. En el caso de los tesalonicenses la persecución fue un vehículo para llevar el mensaje a otras regiones de su entorno. Porque partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor, no solo en Macedonia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido (1:8).

Recordemos que fue la persecución por la muerte de Esteban la que llevó a la iglesia de Jerusalén a anunciar el evangelio más allá de sus límites (Hch.8:1,4,5) (Hch.11:19-21), llegando a Antioquia, que sería más tarde la primera iglesia misionera a las naciones.

La tribulación que estaban experimentando los hermanos de Tesalónica después de recibir la palabra del evangelio eterno (Apc. 14:6) con gozo del Espíritu Santo, era similar a la que el mismo apóstol, junto con Silas, habían padecido y sido ultrajados en Filipos, teniendo denuedo en Dios para predicar la palabra en medio de gran oposición (2:2).

Sin embargo, el apóstol no ignora que había también otro factor que pudiera influir negativamente en el establecimiento de la fe entre los tesalonicenses, y es que en ocasiones la persecución es usada por el tentador, y el trabajo (la semilla plantada según la parábola del sembrador Mt.13:18-23) resultara en vano. Pablo no ignora las maquinaciones del diablo, por lo que no se queda de manos cruzadas ante la posibilidad que el adversario destruya el desarrollo de la fe en la vida de los hermanos en aquel lugar (3:1-10). En este pasaje encontramos la estrategia que el apóstol siempre ponía en marcha pensando en el cuidado de las incipientes congregaciones. Podemos resumir su proceder de la siguiente manera: Primero envió a Timoteo para confirmarlos y exhortarlos respecto a la fe (3:2), con el mensaje de que no se inquietaran por estas tribulaciones, y añade: porque vosotros mismos sabéis que para esto estamos puestos (3:3). El mismo mensaje que dejó en las iglesias de Listra, Iconio y Antioquia, confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios (Hch.14:22). Cuando regresó Timoteo con las buenas noticias de la firmeza de su fe fueron consolados y dieron gracias a Dios. En segundo lugar el apóstol manifestó lo que era una práctica habitual en su vida por las iglesias, oraba de noche y de día con gran insistencia para poder volver a verlos y completar lo que falta a su fe (3:6-10). Y en tercer lugar les escribe esta carta mientras espera volver a visitarlos pronto. Estos tres aspectos eran práctica habitual del equipo de Pablo para la consolidación de las nuevas congregaciones. Todo un manual de estrategia misionera para impedir que el diablo eche a perder la semilla implantada del evangelio en ciudades y naciones.

  1. Fe (vuestra fe), esperanza y amor (1:3) (5:8) (1 Co.13:13) (Col.1:4,5) (1 Ts.1:8; 3:2,5,6,7,10) (1 Jn.5:4,5).

Fe, esperanza y amor, virtudes esenciales de la vida cristiana que en esta epístola aparecen juntas, como en otros muchos pasajes que hemos reseñado. El escritor las menciona así: la obra de vuestra fe, el trabajo de vuestro amor y vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo (1:3). Y más adelante lo hace de esta forma: habiéndonos vestido con la coraza de la fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo (5:8). Veamos un resumen.

Primeramente fe. La fe bíblica no es el resumen de un credo o creencia sin más. La voz que se usa en hebreo para fe es «emunáh» y tiene el sentido de fidelidad, confianza y obediencia; es una forma de vivir apartado para Dios, una vida en santidad y confianza. En el griego del Nuevo Testamento se usa la palabra «pistis» que también tiene la idea de confianza y seguridad. El término en hebrero es más amplio, implica confiar en Dios y su palabra, obedecer los mandamientos, es una forma de vida que se expresa en el amor al prójimo, la justicia y bondad. En palabras de Santiago: La fe sin obras está muerta (Stg.2:20). La fe viene por el oír la palabra de Dios (Ro.10:17), además es un proceso continuo de crecimiento, como la semilla de mostaza (Mt.17:20 con Mr.13:31,32). También aparecen en esta carta las expresiones «vuestra obra de fe» (1:3) y «vuestra fe» (1:8) (3:2,5,6,7,10). La primera nos habla de la verdad que la fe se manifiesta en obras (Stg.2:14-26) y la fe obra por el amor (Gá.5:6). La fe siempre hace algo, no es pasiva, sino activa. La fe de Dios, del corazón, nos lleva a confesarla, hablarla (Mr.11:23) (Ro.10:8-10), induce a actuar en concordancia con lo que creemos. Esa es la fe del evangelio. En cuanto a la expresión «vuestra fe», que aparece seis veces en esta epístola, nos habla que la fe ya está en nosotros. La fe nos ha sido dada por Dios (Ro.12:3), es un don (Ef.2:8) (Hch.18:27) que podemos desarrollar y ejercitar.

En los evangelios es usada por Jesús en muchas ocasiones: tu fe te ha salvado

(Mt.9:21,22) (Mt.9:28,29) (Mr.5:34) (Mr.10:47-52) (Lc.17:19) (Lc.18:42). Y el apóstol Juan enfatiza en su primera carta que la victoria sobre el sistema de este mundo se encuentra en nuestra fe. Ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios (1 Jn.5:4,5).

Luego el amor. Como hemos dicho, la fe obra por el amor, por tanto, viene a ser una realidad en nosotros como resultado de una vida de fe. El amor es de Dios y su amor viene a nosotros como respuesta a una vida de fe y confianza en la persona de Jesús. La fe y el amor van íntimamente ligadas, no se pueden separar.

Y finalmente esperanza. A la fe y el amor le sigue inevitablemente la esperanza, una vida esperanzada de confianza en el presente y el futuro. La esperanza no avergüenza, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado (Rom.5:5). Es la esperanza de ser hechos a la imagen del Hijo (Rom.8:29). Como está escrito: sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro (1 Jn.3:2,3). La amplia esperanza de la que habla el evangelio podemos resumirla en la siguiente relación:

  • Esperanza de la gloria de Dios (Ro.5:1,2)
  • Esperanza de justicia (Gá.5:5)
  • Esperanza reservada en los cielos (Col.1:4,5)
  • Cristo en vosotros, la esperanza de gloria (Col.1:27)
  • Esperanza de vida eterna (Tit.3:7) (Tit.1:2)
  • Una esperanza viva como herederos (Ro.8:17) (1 P.1:3,4)
  • Ser hechos semejantes a Cristo (Ro.8:29) (1 Jn.3:1-3)
  1. Sobre la segunda venida del Señor (4:13-5:11)

Un día, no muy lejano, la fe y esperanza del cristiano dejarán de ser porque veremos a nuestro Salvador; entonces la fe ya no la necesitaremos y la esperanza se habrá consumado en realidad tangible.  Ese día se iniciará con el magno evento del retorno a la tierra de nuestro amado Salvador y Mesías Jesucristo. Veamos un resumen de algunos acontecimientos que Pablo menciona en este pasaje sobre el gran día que está por llegar.

3.1. Dios traerá con él a los que durmieron en Jesús  (4:14). Los que han muerto en la esperanza de la resurrección vendrán junto con el Señor en su venida. Observa que son los que durmieron en él. Aquí a la muerte se le denomina sueño, dormir en Jesús hasta el día cuando serán despertados. Descansan de sus trabajos (Apc.14:13). Como enseña el Maestro: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios… porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz (Jn.5:25,28).

3.2. El Señor descenderá con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios (4:16). Volverá como rey para gobernar la tierra. Como está escrito: He aquí que vienen días, dice YHVH, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra (Jer.23:5). Así les fue anunciado por los dos ángeles a los apóstoles cuando Jesús fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos (Hch.1:9). El mensaje fue: Varones galileos, ¿Por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo (Hch.1:11). Vino como Cordero y volverá como León.

3.3. Y los muertos en Cristo se levantarán primero (4:16). Los que han dormido en el Señor despertarán primero, es el sentido de este texto en la Biblia de las Américas que se traduce por «levantarse». Resucitar. Conforme al orden que el apóstol enseña en la carta a los Corintios. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida (1 Co.15:23). O en palabras del Maestro: No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán la voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación (Jn.5:28,29).

3.4. Entonces nosotros, los que estemos vivos y que permanezcamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes al encuentro del Señor en el aire… (4:17). Después que hayan despertado los que han muerto/dormido en el Señor, viene el arrebatamiento de quienes permanecen vivos en la venida del Señor. Observa el orden que el apóstol sigue en este pasaje. El arrebatamiento se produce en la venida del Señor, no antes. Y los vivos en ese momento no tendrán que pasar por el tránsito de la muerte. En ese mismo momento seremos transformados. Lo amplia Pablo en 1 Corintios. Veamos: He aquí, os digo un misterio: no todos dormiremos, pero todos seremos transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final; pues la trompeta sonará y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados (1 Co.15:51,52).

3.5. Y así estaremos con el Señor siempre (4:17). Ese será nuestro destino final: estar con el Señor siempre. Para que donde yo estoy, vosotros también estéis (Jn.14:3). Con aquel que nos lavó y compró con su sangre preciosa como propiedad suya (1 Co.6:20). Verle y ser transformados a su semejanza es un mismo suceso. Sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es (1 Jn.3:2). Hoy le amamos sin haberle visto, creemos en él, aunque ahora no le veamos, pero nos alegramos con gozo inefable y glorioso; obteniendo así el fin de nuestra fe, que es la salvación de  nuestra alma (1 P.1:8,9). Tenemos el Espíritu Santo, el Ayudador, que nos revela al Hijo y a quien podemos mirar en fe, en el Espíritu, a cara descubierta, como a través de un espejo y ver su gloria, siendo así transformados progresivamente en su misma imagen, como por el Espíritu del Señor (2 Co.3:18). Por tanto, la transformación se inicia ya en el momento cuando se restablece nuestra comunión con Dios mediante Jesucristo por la fe y el arrepentimiento, y sigue hasta el día cuando le veamos y seamos definitivamente transformados a su imagen. Este es el camino de santidad; apartados para él. Teniendo esta esperanza viva en nuestros corazones nos entregamos a una vida de santidad, así como él es puro (1 Jn.3:3). Sirviendo a la justicia con todos nuestros miembros que antes servían a la inmundicia (Rom. 6:19-23). Esta es la enseñanza de Pablo aquí. Que afirmemos nuestros corazones, irreprensibles en santidad en la venida del Señor con sus santos (1 Tes.3:13). Pues la voluntad de Dios es nuestra santificación (4:3). Dios nos ha llamado a la santificación, no a la inmundicia (4:7). Por ello concluye: Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo (5:23). Ese futuro glorioso de transformación y comunión con el Señor, —la esperanza de gloria—, contiene la fuerza motivadora sobrenatural para estar siempre gozosos, orar sin cesar, dar gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para sus hijos. No apagar el Espíritu, no menospreciar las profecías, examinándolo todo y reteniendo lo bueno (5:16-21). Todo un compendio de lo que es la vida cristiana en su doble manifestación en esta vida presente y la venidera. Así concluye el autor de esta carta su exposición a los hermanos de Tesalónica.

PREGUNTAS Y REPASOEFESIOS (6) - el misterio del evangelio

  1. Anota lo que sepas sobre la fundación de la iglesia en Tesalónica, puedes leer también Hch.17:1-9.
  2. Cuál fue el propósito principal que tuvo Pablo al escribirla.
  3. Qué relación encuentras entre recibir el evangelio y la tribulación según el apartado titulado: Tribulación y persecución por el evangelio. Puedes narrar alguna experiencia personal al respecto.
  4. Anota todo lo que hayas aprendido sobre la fe.
  5. Qué subrayarías de los acontecimientos en la venida del Señor.
  6. Haz un resumen con tus palabras de 1 Ts.5:16-21.

Revisado abril-2024

114 – Orando con el salmista

Orando con el salmista - PortadaTe exaltaré mi Dios, oh Rey, y bendeciré tu nombre eternamente y para siempre. Todos los días te bendeciré, y alabaré tu nombre eternamente y para siempre. Grande es el Señor… y su grandeza es inescrutable… el glorioso esplendor de tu majestad… y yo contaré tu grandeza… la memoria de tu mucha bondad, y cantarán con gozo de tu justicia. Clemente y compasivo es el Señor, lento para la ira y grande en misericordia. El Señor es bueno para con todos, y su compasión, sobre todas sus obras… y tus santos te bendecirán   (Salmos 145:1-10).

         Podemos ver en este salmo tres partes complementarias del reino de Dios sobre los hombres. Primeramente vemos al Rey, luego su Reino y por último la acción del reino sobre sus siervos, la ayuda de su gobierno sobre los hombres. Primeramente el Rey. El salmista, una vez más, fija su mirada en el Rey. Su carácter. Toda alabanza y adoración debe tener un epicentro nuclear inamovible: el Rey. Todo el libro de Apocalipsis gira alrededor del trono de Dios. Es el centro de donde emana la revelación y a quién se adora. El Universo entero tiene un centro: el trono de Dios. Y toda la creación redimida exalta al que está sentado en el trono y al Cordero, que es el Rey, el León de la tribu de Judá. David tuvo esa revelación mucho antes que el apóstol Juan. Supo que la vida del hombre debe girar en torno a la exaltación del Rey. Al conocer el carácter de Dios centró su alabanza en sus cualidades. Es el Rey, el Señor, su grandeza es inescrutable, su majestad de un esplendor glorioso, su mucha bondad, su justicia, clemente y compasivo, lento para la ira y grande en misericordia. Es bueno para con todos, y ha derramado su compasión sobre todas sus obras. A este Rey, mi Dios, todos sus santos le bendecirán. Nuestro hombre escogió caer en manos  del Señor, porque muy grandes son  sus misericordias; pero no caiga yo en manos de hombre (1 Crónicas 21:13). Lo declaró después de haber realizado un censo indebido.

         ¡Oh Señor y Rey, te exaltamos! Levanta el tabernáculo caído de David en Sión, y en todas las naciones, y veamos tu majestad todos los pueblos. Amén.

113 – Orando con el salmista

Orando con el salmista - PortadaEl hombre es semejante a un soplo; sus días son como una sombra que pasa   (Salmos 144:4).

         Una afirmación taxativa. El hombre es… sus días son. En otro de los salmos encontramos la pregunta: ¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, y el hijo del hombre para que lo cuides? (Salmo 8:4). La filosofía ha buscado con sinceridad respuestas a las grandes preguntas del hombre. ¿Quién es? ¿De dónde viene? ¿A dónde va? ¿Cuál es el propósito de nuestra existencia? Preguntas que cada generación se hace. Acumulamos conocimiento de todo tipo. Logramos avances tecnológicos impresionantes, sin embargo, las preguntas esenciales de la vida quedan sin resolver. A unos argumentos y filosofías se superponen otros. Las Escrituras nos dan respuestas convincentes aunque nos resistamos a su simplicidad aparente. Todos sabemos de nuestra fragilidad. De la temporalidad que atormenta al ser humano. Sin embargo, pasamos la vida atrapados en afanes incesantes. Buscamos tesoros materiales que dejamos al partir. Pretendemos levantar un nombre que trascienda nuestra finitud. Construimos pirámides. Levantamos imperios. Pero se mantienen la incertidumbre, el temor y la amenaza de la muerte. Somos un soplo. El aliento de vida de Dios. Antes de ese soplo, barro. Dios ha colocado un tesoro en ese vaso de barro, la perla de gran precio, el Espíritu eterno. Si nos falta su aliento perecemos. Nuestros días pasan como una sombra. La esperanza está en Jesús, que ha sacado a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio. Por tanto, aunque este hombre exterior se desgasta pronto, tenemos una casa no hecha de manos, eterna en los cielos (2 Corintios 5:1). El hombre necesita a Dios. Además, debemos comprender que: escondes tu rostro, se turban; les quitas el aliento [espíritu], expiran, y vuelven al polvo. Envías tu Espíritu, son creados (Salmos 104:29,30).

         Padre amado, necesitamos tu aliento de vida, y comprender nuestra necesidad de ti todos nuestros días. Gracias por tu Espíritu. Amén.

112 – Orando con el salmista

Orando con el salmista - PortadaEnséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen Espíritu me guie a tierra firme. Por amor a tu nombre, Señor, vivifícame; por tu justicia, saca mi alma de la angustia  (Salmos 143:10-11).

         El hombre de Dios, cualquier hombre de Dios, −hasta aquel que era conforme a su corazón−, termina reconociendo la imposibilidad de realizar el propósito divino en sus fuerzas. Hacer la voluntad de Dios necesita la acción  del Espíritu Santo en nuestras vidas. El mismo Jesús vivió en dependencia absoluta del Espíritu para poder realizar las obras del Padre. El salmista acaba su canto reconociendo la necesidad de que el Señor le muestre su voluntad. Para ello entiende que necesita la dirección del Espíritu de Dios. Jesús dijo a los suyos que cuando viniera el Consolador, el Espíritu de verdad, los guiaría a toda verdad. Hablaría lo que oyera y se lo haría saber. La vida cristiana, −como la del salmista aquí−, depende de la acción del Espíritu. La clave siempre está en andar y vivir llenos del Espíritu. No contristarle. No apagarle. Y cuando eso ocurra, pedir la vivificación. Volver a recibir vida. Avivar el fuego del don de Dios que está en sus hijos. Es lo que ha comprendido definitivamente nuestro hombre. La base para pedirlo está en el amor que Dios tiene hacia su propio nombre. Es por la gloria de su nombre que nos capacita para realizar su obra. Y cuando nuestro espíritu languidece, o desfallece, necesitamos que vuelva a vivificarlo conforme a su justicia.

         Padre, enséñanos a hacer tu voluntad, guíanos por tu Espíritu y vivifícanos en nuestra debilidad, en el poderoso nombre de Jesús. Amén.

111 – Orando con el salmista

Orando con el salmista - PortadaY en mí languidece mi espíritu; mi corazón está consternado dentro de mí. Me acuerdo de los días antiguos, en todas tus obras medito, reflexiono en la obra de tus manos. A ti extiendo mis manos; mi alma te anhela como la tierra sedienta. Respóndeme pronto, oh Señor, porque mi espíritu desfallece; no escondas de mi tu rostro, para que no llegue yo a ser como los que descienden a la sepultura  (Salmos 143:4-7).

         Tenemos aquí una declaración de sinceridad que no parece menoscabar la espiritualidad del salmista. Vivimos hoy una especie de fiebre por el súper hombre, no el de  Nietzsche, si no el de la fe mal entendida. Reconocer nuestras debilidades no es falta de fe. Reconocer un estado espiritual decaído no significa su aceptación como definitivo. Traer ante el Señor la realidad de un espíritu apagado puede colocarnos en disposición de ser avivados una vez más, como Pablo le dijo a Timoteo. Nuestro hombre usa un lenguaje, sin adornos, para exponer el estado interior que vive. Mi espíritu languidece… desfallece… está consternado dentro de mí…. Está hablando el ungido del Señor. El hombre conforme al corazón de Dios. El siervo del Señor está llevando adelante una batalla de oración que no parece estar siendo respondida. Un clamor que tarda en encontrar respuesta. No está seguro de poder soportarlo mucho tiempo más. Entiende que vive en un estado interior deplorable, y no sabe cuánto tiempo podrá resistirlo. Para sobreponerse a esta debilidad, lo que hace es acordarse de los días buenos, meditar y reflexionar en las obras de Dios en su vida y la de otros, extiende sus manos al Señor, su alma le anhela. No puede soportar mucho tiempo más sin la presencia viva de Dios en su vida. No se conforma con el estado de muerte espiritual. Batalla. Pelea. Clama. Presenta su queja. Espera. Usa los argumentos más persuasivos de que es capaz. Conoce la fidelidad y la justicia de Dios, por tanto, no teme hacerlo. Sabe que se mueve en la voluntad de Dios. Por ello, persiste y no ceja en su empeño.

         Padre, vivifica a Israel. Sopla aliento de vida sobre los huesos secos. Trae restauración. También a España, necesitamos tu respuesta. Amén.

110 – Orando con el salmista

Orando con el salmista - PortadaOh Señor, escucha mi oración, presta oído a mis súplicas, respóndeme por tu fidelidad, por tu justica  (Salmos 143:1).

         Hay algunos misterios de la vida de oración que nunca resolveremos debidamente. Sin embargo, eso no es justificación para abandonar una práctica que aparece por toda la Escritura. Nuestro hombre insiste en ser escuchado y respondido. Usa un lenguaje en el que parece dar a entender no estar seguro de que la súplica llegue al lugar adecuado, ni que la respuesta parezca estar en camino. Hay un tiempo cuando nuestras oraciones no alcanzan el nivel de convicción suficiente. Necesitamos apelar a ser oídos. No tenemos la seguridad de haber obtenido la atención de Dios. El Señor no está dormido como en el caso del dios Baal en el monte Carmelo. Pero la sensación que podemos tener en nuestro interior es de no alcanzar su trono. Muchos de los milagros de Jesús fueron a personas que llamaron su atención lo suficiente como para hacerle parar y reclamar su intervención. Era preciso clamar. Gritar más fuerte. Subirse a un árbol. Abandonar la posición y el decoro de las apariencias externas. El temor a la vergüenza. Miedo a ser rechazado o malinterpretado. El salmista apela aquí a la naturaleza fiel y justa de Dios. Como hizo Abraham en su intercesión por Sodoma: ¿En verdad destruirás al justo junto con el impío?… Lejos de ti hacer tal cosa… ¡Lejos de ti! El juez de toda la tierra, ¿no hará justicia? (Génesis 18:23). Una vez más, conocer el carácter de Dios nos permite ser osados en la oración. Dios no puede negarse a sí mismo. Pero hay que sortear obstáculos. Romper barreras. Perseverar en la oración. No ceder hasta ser oído. Abandonar antes es aceptar la derrota. Necesitamos la importunidad. Perseverar hasta que el cielo responde a la tierra.

         Padre, seguimos pidiendo por la restauración física y espiritual de Israel. También por España; lo pedimos por tu fidelidad y justicia. Amén.