En una época en la que las grandes estrellas de la iglesia son los llamados líderes carismáticos; cuando parecen abundar los dones espirituales se hace muy necesaria la formación del carácter. Es fácil caer bajo el «hechizo» de hombres con dones espectaculares que impresionan a las masas, pero en el cielo impresiona aún más un hombre íntegro, recto y apartado del mal (Job, 1:8). Cuando los dones que Dios da por gracia se corresponden con un carácter a la semejanza de Cristo el Reino avanza y las tinieblas retroceden. En este nuevo tema ahondaremos en la formación del carácter del hombre de Dios hasta que alcancemos la plenitud futura a la que hemos sido llamados.