La filosofía y los valores de la sociedad occidental moderna están orientados hacia la cultura del placer físico, la ley del mínimo esfuerzo y la permisividad de la moral cristiana. El hombre y la mujer de hoy no tiene en cuenta a Dios Su Hacedor y se ha vuelto insensible al orden de la creación, por tanto, la vida sexual ha sufrido una relajación y deterioro que alcanza niveles aberrantes.
El fundamento de Dios está firme: “Apártese de iniquidad todo aquel que invoque el Nombre del Señor” (Timoteo,2:19). La fornicación es relaciones sexuales fuera del matrimonio, y está escrito: “Huid de la fornicación” (1Co.15:18).
Las relaciones sexuales plenas antes del matrimonio no son la voluntad de Dios; la unión sexual de un hombre y una mujer están diseñadas por el Creador para la pareja que forman el matrimonio.
Dios dijo: “Dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos serán una sola carne”. Esta unión es para formar un hogar, una familia, no para el entretenimiento carnal de jóvenes adolescentes que van de fiesta el fin de semana. Esta unión es algo muy serio puesto que crea vínculos entre los que se unen íntimamente.
“¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera? De ningún modo. ¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella? Porque dice: Los dos serán una sola carne. Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él. Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca. ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (2 Corintios, 6:15-20).
La promiscuidad sexual (relaciones sexuales con personas distintas) es un pecado contra el cuerpo, una falta de dignidad y respeto hacia nuestro propio cuerpo que tendrá los efectos nocivos que se derivan de una mezcla impropia, una unidad falsa con la confusión de falta de identidad.
El hombre es un ser tripartito: espíritu, alma y cuerpo, y los pecados del cuerpo afectan al alma y al espíritu. Todo nuestro ser pertenece al Señor, ha sido comprado para vivir en santificación y no obedecer a la injusticia y la iniquidad.
La espera en el Señor cuenta con la capacitación de Dios para vivir el tiempo necesario confiado en encontrar nuestra pareja con la que formaremos una familia. Mientras esperamos hay otras muchas áreas de nuestra vida a las que debemos dedicarnos sin la obsesión por el sexo que impone el sistema mundano.
José esperó en Dios, Daniel no se contaminó, Maria fue la virgen escogida por Dios y Jesús fue tentado en todo pero sin pecado. Por tanto, puedes esperar en Dios hasta que “el joven se desposa con la virgen” (Isaías, 62:5).