CONCLUSIONES
Podemos auto-engañarnos de dos maneras con un mismo argumento: El Señor no nos ve. Este engaño tiene dos vertientes. Una por pensar que como Dios no nos ve entregarnos a la idolatría y corrupción. Esto es lo que ocurrió en días del profeta Ezequiel. Y dos, por pensar que Dios desconoce nuestra situación en los momentos de dificultad, que es otra manera de decir: el Señor no nos ve, y por tanto, dudar de su acción en nuestras vidas y la esperanza que hay en Él.
Para escapar del justo juicio de Dios, −por la iniquidad de haber conocido a Dios y no glorificarle como a Dios, ni darle gracias, sino envanecernos en nuestros razonamientos (Rom. 1:18,21)−, necesitamos escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de nuestra salvación, y habiendo creído en él, ser sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que nos es dado como garantía de nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión adquirida de Dios, para alabanza de su gloria (Ef. 1:13,14 LBLA).
La gloria que vuelve al templo, —esta vez, no al de Jerusalén, sino a nuestras vidas—, después de derribar los argumentos que se levantan contra el conocimiento de Dios (2 Co. 10:3-5).
Nota: En la próxima entrega enviaré el texto completo