Transgresión, juicio y condenación
… Porque ciertamente el juicio surgió a causa de una transgresión, resultando en condenación; pero la dádiva surgió a causa de muchas transgresiones resultando en justificación (Romanos 5:16 LBLA)
Una sola transgresión, la de Adán, trajo el juicio de Dios sobre el hombre y como resultado la condenación. Ese fue el estado en el que quedó el ser humano, creado a semejanza de Dios, una vez que dio entrada al pecado en su naturaleza. La condenación era la muerte. La paga del pecado es muerte. El día que de él comieras, ciertamente morirás.
La sentencia estaba anunciada. Sin embargo, el engaño, la tentación, la atracción, el hechizo que produjo el mensaje contrario a la voluntad de Dios, tuvo una fuerza insuperable para la voluntad del primer hombre. En esa voluntad había una parte de debilidad con la que el hombre no contaba. Su fortaleza estaba en vivir bajo el señorío del Creador, sujeto a la voluntad del Soberano, vivir como mayordomo de la creación actuando siempre en dependencia de la norma establecida.
Una vez rotas las condiciones del pacto por Adán, su voluntad no tuvo firmeza para superar el poder subyugante que ejerció la serpiente. El profeta Oseas nos habla del pacto transgredido por Adán. Pero ellos, como Adán, han transgredido el pacto (Oseas 6:7). Dios no puede ser burlado, todo lo que el hombre siembra, eso también siega. No somos más fuertes que Dios. Si decidimos romper el pacto no podremos evitar sus consecuencias. Dios eligió desde el principio mantener una relación con el hombre en base a pactos. Adán lo transgredió, por tanto, la condenación le alcanzó de lleno, y con él, a todos sus descendientes.
La redención está contenida en un nuevo pacto. Jesús es su autor. Ahora, la expiación realizada en la cruz del Calvario recoge todas las transgresiones realizadas hasta la llegada del justo, resultando en justificación. Una sola transgresión resultó en condenación; pero ahora en Cristo, muchas transgresiones resultaron en justificación. La redención ha hecho posible nuestra justificación en base a un pacto, establecido sobre mejores promesas. Este pacto no puede ser invalidado. Fue hecho con Abraham y su simiente, la cual es Jesucristo (Gá. 3:15-17). El pacto roto por Adán trajo juicio y condenación. Por su parte el pacto que Dios hizo con Abraham y su simiente ha resultado en justificación mediante la fe.
En Cristo, −la simiente de Abraham−, hemos experimentado una transición: de condenación a justificación mediante un pacto de redención.