Derramamientos del Espíritu (11)
Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia (1 Corintios 1:26-29)
El evangelio es poder de Dios aunque muchos han pretendido usar ese poder para dominar a otros. La iglesia pronto se apartó del modelo Jerusalén para seguir el modelo griego y romano. La sabiduría y filosofía griega y el potencial romano para establecer estructuras de poder se infiltró temprano en la iglesia uniendo política, racionalismo y espiritualidad; de tal forma que durante siglos gran parte de la actividad eclesiástica giró en torno a debates interminables sobre tecnicismos teológicos con palabras latinas o griegas para asentar el dogma. Por supuesto, siempre hubo un remanente, como en la historia de Israel, que mantenía la llama de la fe viva, aunque muchos de ellos fueran desconocidos, vivieran en desiertos y sus nombres no figuren entre los llamados «padres» de la iglesia. Por ese camino se abandonó la dependencia del Espíritu ocupando su lugar la intelectualidad mezclando el evangelio con filosofía griega que le daba al mensaje un aire más atractivo para los intelectuales de la época. Estos procedimientos nunca han cambiado excesivamente a lo largo de los siglos.
El modelo de Dios sigue siendo el mismo: avergonzar a los sabios y fuertes escogiendo lo necio, vil y menospreciado del mundo. El gravísimo problema es que muchas de estas personas que comienzan siendo menospreciadas y que con humildad dependen del Espíritu de Dios, pronto se vuelven sofisticadas abandonando su sencillez inicial y abrazando el reconocimiento de los hombres que los vuelven débiles en el Espíritu y fuertes en su propia potencialidad impostada. Hay excepciones. Pocas. No reconocidas. Pero ellos serán los desconocidos valientes de David que ganarán batallas esenciales para todo el pueblo.
Dios no quiere arrogantes en su presencia. Él resiste a los soberbios y da gracia a los humildes. Por ello, uno de los movimientos más transformadores de la iglesia en los últimos tiempos se inició en una casa desvencijada de la calle Azusa, en los Ángeles, California, cuyo más conocido exponente fue un predicador negro llamado William J. Seymour. Se iniciaba el año 1906 y comenzaba así el movimiento pentecostal. Este movimiento, denostado y maltratado ampliamente, sería la espoleta para un crecimiento espiritual nunca antes visto.
Dios avergüenza y deshace para que nadie se jacte en su presencia.