HOMBRES DE VERDAD (6) – Paciencia

Hombres de verdadHOMBRES DE VERDAD – Paciencia

Pero tú has seguido mí… paciencia  (2 Timoteo 3:10).

La paciencia del hombre de Dios es una señal de la fe que anida en su corazón, puesto que «la prueba de vuestra fe produce paciencia» (Santiago 1:3). La fe del corazón revelada en las Escrituras no es una fe mental, religiosa o doctrinaria, es una fe que activa un proceso de añadiduras propias de la vida eterna que se libera en el corazón del nuevo hombre. El apóstol Pedro nos dice que después de haber sido partícipes de la naturaleza divina, y habiendo escapado de la corrupción que hay en el mundo mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, debe producirse un proceso de añadiduras en nuestras vidas, lo explica así: «Por esta razón también, obrando con toda diligencia, añadid a vuestra fe, virtud, y a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio, al dominio propio, perseverancia, y a la perseverancia, piedad, a la piedad, fraternidad y a la fraternidad, amor» (2 Pedro 1:5-7). Y luego añade lo que nos libra para siempre de la ociosidad y el aburrimiento. «Pues estas virtudes, al estar en vosotros y al abundar, no os dejarán ociosos ni estériles en el verdadero conocimiento de nuestro Señor Jesucristo» (2 Pedro 1:8).

Una fe genuina produce, —es productiva—, y alcanza resultados completos. Dice Santiago: «Y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que seáis perfectos (maduros) y completos, sin que os falte nada» (Santiago 1:4 LBLA). Nuestra mente materialista occidental se activa rápidamente pensando en una productividad materialista y consumista en unos resultados dirigidos hacia el terreno económico, pero ese no es el sentir del apóstol en su carta. Los resultados tienen que ver con una fe más preciosa que el oro, que abarca a todo el ser para llevarlo a la plenitud de Cristo. Pablo dijo: «Vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros» (Gálatas 4:19).

La paciencia tiene su obra completa para llevarnos a la perfección, es decir, la madurez, y no tengamos necesidad de nada, estamos completos en el Mesías, satisfechos en Él, llenos de Cristo. Esta es la enseñanza del apóstol Pablo a su hijo Timoteo. Pablo supo vivir en abundancia y en escasez. Aceptó los tiempos de máxima actividad misionera con los tiempos de cárcel y paralización. Los momentos de milagros extraordinarios y aquellos en los que tuvo que dejar enfermo a Trófimo en Mileto (2 Timoteo 4:20). Y añade: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece». La paciencia había hecho su obra completa mediante la fe. Como dijo el Maestro: «Con vuestra paciencia ganareis vuestras almas» (Lucas 21:19).

         El carácter de los hombres de Dios se forja en la paciencia de la fe.

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