Porque El sabe de qué estamos hechos, [«conoce nuestra estructura», nota en Biblia de las Américas], se acuerda de que somos sólo polvo… (Salmos 103:14).
Dios conoce nuestra condición. El nos hizo y no nosotros a nosotros mismos (Salmo 100:3). Por tanto, sabe que el hombre, como la hierba son sus días; como la flor del campo, así florece; cuando el viento pasa sobre ella, deja de ser, y su lugar ya no la reconoce (versículos 15 y 16). El Señor tiene presente la estructura que sostiene nuestra propia debilidad humana. La Biblia es el mejor tratado de antropología que existe. No esconde la realidad del corazón del hombre, su naturaleza contradictoria, sus dualidades. Nos advierte del peligro de una vida alejada del Diseñador. Ese «edificio» complejo que es el ser humano necesita la guía del Creador, el Rey del Universo. Cuando ignoramos deliberadamente sus instrucciones quedamos a merced de fuerzas destructivas, internas y externas. La autosuficiencia y soberbia humana, se levantan muy a menudo como muros infranqueables, que nos impiden el acceso a la sabiduría de Dios. Jesús se hizo hombre, en debilidad, en obediencia; tomó forma de siervo para presentarse por nosotros ante el Soberano y Único Dios. Por lo tanto, recibió un nombre que es sobre todo nombre, para que toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre. De esta forma llegamos a ser participantes de la naturaleza divina y eterna en Él.
Dios Todopoderoso, conoces nuestra condición de necesidad y auxilio. Socorre a Israel y España en estos momentos, en el nombre de Jesús. Amén.