LAS CARTAS – Enseñanza apostólica (8)
Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre… (Efesios 5:19,20).
Llegamos ahora a una de las preguntas más complejas que se suscitan cuando abordamos este tema. ¿Debemos dar gracias a Dios por todo? Este debate se presentó en cierta ocasión en mi vida. Estaba yo estudiando en la Escuela Bíblica de Lérida por el año 1983 cuando salimos toda la iglesia a celebrar lo que allí se llama «el día de la mona». Es una fiesta regional cuando se sale al campo a comer juntos y celebrar un día de confraternidad. Después de la comida unos cuántos hermanos jugamos un partido de futbol en un terreno no muy apto para realizar este deporte. En uno de los lances del partido metí el pie en un agujero que me dobló el tobillo. Me hice daño. Cuando miré la lesión que me había producido vi que el tobillo se me había puesto de varios colores, se había hinchado y el dolor me impedía ponerme de pie. Me había producido un buen esguince que me impedía andar. Pronto se juntaron a mí alrededor muchos de los hermanos, unos decían una cosa y otros otra. Acordándome de este versículo dije que debíamos dar gracias a Dios por todo, y se desató un debate de si había que dar gracias a Dios «por» todo, según Efesios 5:20, o «en» todo según 1 Tesalonicenses 5:18.
La discusión fue haciéndose entretenida por momentos, mientras tanto unas hermanas me colocaron una venda en el tobillo y yo quitando importancia al asunto traté de apartarme del centro de la atención. Así llegamos de vuelta a la residencia donde vivíamos. El pie me dolía muchísimo. Decidí no ir a urgencias, sino creer en sanidad. Entre otras cosas porque en ese tiempo no tenía ni seguridad social; habiendo dejado mi trabajo para ir a estudiar perdí el derecho del seguro médico. Me aferré a la palabra de Dios y puse en práctica lo que había aprendido sobre sanidad hasta ese momento. En pocos días se fue el dolor, y con ciertas dificultades fui superando aquella pequeña prueba de mi fe. Sin embargo, el debate sigue en pie.
En la nueva vida en Cristo hay una nueva manera de hablar. No con palabras deshonestas, ni necedades, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias (Ef.5:4). Y cuando el apóstol nos exhorta más adelante a ser llenos del Espíritu, inmediatamente después dice: hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en nuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Tal vez no entendamos todas las circunstancias de nuestra vida, pero sí podemos saber que dar gracias a Dios en ellas nos llena de su Espíritu.