Vidas paralelas
Estas son las generaciones de Esaú, es decir Edom. Esaú tomó sus mujeres de las hijas de Canaán… Y habitó Esaú en la región montañosa de Seir; Esaú es Edom… (Génesis 36:1,2,8).
En la Biblia tenemos la historia de la salvación. Ese proceso histórico tiene lugar en el seno de una familia: Abraham y Sara; en la formación de un pueblo: Israel; y una tierra: Eretz Israel, donde se cumplen los propósitos de Dios para revelar a su Hijo y traer salvación a todas las familias y naciones de la tierra. Los autores bíblicos, coordinados por el Espíritu Santo, van siguiendo la descendencia o simiente de Abraham hasta desembocar en el cumplimiento del tiempo, el advenimiento del Mesías y el plan de redención manifestado a través del evangelio para luz de todas las naciones.
En la familia de Abraham y Sara también hay otros descendientes que no son parte de la promesa de Dios. Uno de los más relevantes es Esaú (nieto de Abraham), que vivió separado de su hermano Jacob, pero lo suficientemente cerca para manifestar una naturaleza opuesta al portador de las promesas.
Jacob y Esaú son vidas paralelas en gran parte de la Escritura. Opuestos entre sí. Enemigos. Con intereses distintos. La soberanía de Dios los separó. Ambos reciben herencia. Esaú recibió el monte de Seir. En el capítulo 36 de Génesis se nos da su genealogía. También se llama Edom, que significa rojizo, el color del guisado por el que menospreció la primogenitura (Gn.25:30,31). Tomó mujeres idólatras de las hijas de Canaán. En todo ello vemos una naturaleza opuesta a la voluntad de Dios.
Pues bien, el rencor de Edom hacia Jacob se perpetuó en sus descendientes. Sus hijos heredaron el pecado de su padre y se afirmaron en él. Encontramos los descendientes de Esaú, el reino de Edom, en muchos momentos de la historia del pueblo de Israel. Los profetas de Israel pronunciaron el juicio de Dios sobre Esaú, que finalmente desapareció de la historia, aunque su naturaleza de odio a Israel se ha mantenido en otros pueblos vecinos que han vivido cerca de Israel.
El espíritu de Esaú ha llegado hasta nuestros días, lo encontramos en dos vertientes, una física, contra la restauración de Israel en su tierra; y otra espiritual, contra la iglesia de Dios para impedir el avance del evangelio a las naciones. Haremos un recorrido del desarrollo del carácter de Esaú en próximas meditaciones.
Israel tuvo y tiene un Esaú opuesto a su restauración. La iglesia lo tiene en el hombre carnal, opuesto a ser transformado a la semejanza de Cristo.