Hombres impíos – Diversidad y consecuencias (1)
Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad (Romanos 1:18)
Hemos dicho que la impiedad es vivir sin ley, en oposición a la ley de Dios, sea esta la ley moral revelada a Moisés, o la ley natural noélica manifestada en la conciencia de los hombres en la creación, aunque más tarde esta conciencia esté influida por el entorno familiar, social, religioso, cultural y generacional en el que vive la persona. La impiedad tiene múltiples formas de manifestarse con las consecuencias que le acompañan. En nuestro texto se habla de toda impiedad e injusticia, señalando la diversidad de manifestaciones que puede llegar a producir esa forma de vida.
También se dice que el Dios santo y justo revelado en la Escritura está contra las manifestaciones de impiedad. La ira de Dios se activa allí donde la impiedad se expresa en obras injustas de hombres que detienen con injusticia la verdad. Aunque no siempre el juicio de Dios se manifiesta de inmediato en medio de los hombres impíos, estos viven pendientes de un juicio inexorable que les alcanzará, en algunos casos en esta vida, y en todos los demás en el juicio venidero.
La Escritura enseña que podemos alejarnos de la ira divina viviendo bajo el temor de Dios, una de las manifestaciones de su Espíritu (Isaías 11:2), y que nos alejará del juicio conduciéndonos a las obras de justicia que agradan al Señor. Esta tensión aparece de forma continuada en la Ley, los Profetas y los Salmos. Los justos y los impíos.
Después de la redención realizada en el Calvario se establece un nuevo pacto que nos hace justos ante Dios por la justicia de aquel que es justo, el Hijo de Dios, el justo por los injustos para llevarnos a Dios; el que nos justifica, nos hace justicia de Dios en él. Esta es la buena nueva del evangelio. Luego vendrán las obras de justicia que confirman la regeneración interior de un corazón nuevo. Así Jesús nos libra de la ira venidera; y en el juicio de Dios que ha de manifestar sobre todos los hombres seremos absueltos de la naturaleza de pecado, alcanzando la salvación eterna, y recibiendo la recompensa por las obras hechas en Cristo. Por tanto, ahora somos deudores de la gracia de Dios.
Dicho esto, quiero centrarme en aquellas personas que mantienen a día de hoy su naturaleza de impiedad, por tanto, sus obras son el resultado de su propia naturaleza mala. Debemos saber que hay una diversidad de formas de manifestar esa impiedad, y que siempre le acompañan sus consecuencias. Como está escrito: No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que hombre sembrare, eso también segará (Gálatas 6:7).
Toda impiedad recibirá su justa retribución en forma de ira divina.