LAS CARTAS – Enseñanza apostólica (6)
Y si yo con agradecimiento participo, ¿por qué he de ser censurado por aquello de que doy gracias? Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios (1 Corintios 30-31).
La vida es compleja en sí misma. Las sociedades recogen esa complejidad y la mezclan en un torbellino de confusión que en ocasiones nos hace zozobrar. A menudo no sabemos bien qué hacer con una determinada situación que se presenta con distintas posibilidades, y no entendemos bien cuál de ellas escoger. En nuestro texto encontramos una máxima que nos debe servir de patrón y guía ante tales indecisiones: hacer lo que entendemos glorifica a Dios. Si buscamos su gloria, y no la nuestra, habremos recorrido un buen trecho del camino para acertar en nuestras decisiones.
Tenemos siempre delante un terreno hostil que pretende mantener las formas que siguen las masas, lo que Jesús llamó la puerta ancha. Uno de los poderes del presente siglo malo es la vanagloria de la vida. Los hombres aman su propia gloria. Existe una lucha interminable a lo largo de nuestra andadura terrenal por establecer el reconocimiento. Todos queremos ser reconocidos en lo que somos y hacemos. Y ese afán por la propia gloria muchas veces entra en conflicto con la gloria de Dios. Debemos escoger. Y al hacerlo, muchos se alejarán de nosotros como apestados. No lo queremos y por ello preferimos evitarlo.
Sin embargo, los poderes del siglo venidero, la vida y leyes del reino de Dios, están en oposición a la vanidad de este mundo. Glorificar a Dios tiene que ver con toda nuestra manera de vivir. Mantener nuestras convicciones escriturales encuentra a menudo oposición y desprecio. Debemos escoger. Pondré un ejemplo.
El apóstol de los gentiles daba gracias a Dios porque hablaba en lenguas más que los corintios (1 Co.14:17,18), y eso que aquella iglesia tuvo que ser corregida por los excesos en este asunto. Cuando se inició el movimiento pentecostal muchos grupos conservadores se opusieron y menospreciaron esta corriente cristiana. Aún hoy en algunos lugares son tratados como parias, sin embargo, los que hablamos en lenguas damos gracias a Dios por esta bendición escritural que tanto beneficio aporta a la vida de oración. Desde luego podemos caer en el lado opuesto. Ha habido muchos excesos y extremos en este tema, pero debemos preguntarnos si lo hacemos en ambos casos para la gloria de Dios o la nuestra. En lo que si estaremos de acuerdo es en dar gracias a Dios por la victoria (1 Co.15:57); el triunfo en el que nos lleva siempre en Cristo (2 Co.2:14); y en que en todas las cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó (Rom.8:37). Esta es, sin duda, enseñanza apostólica.
Glorificar a Dios abarca toda nuestra manera de vivir sin excepción.