Ser llenos del Espíritu una experiencia posterior
Ananías fue y entró en la casa, y después de poner las manos sobre él, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo (Hechos 9:17).
Saulo de Tarso tuvo una experiencia increíble de conversión. Jesús mismo se le apareció en el camino a Damasco, lo derribó, se reveló a él, −a quién le estaba persiguiendo−, quedó ciego por tres días, y sin embargo no había sido lleno del Espíritu Santo. El Señor necesitó un discípulo, no un apóstol, era discípulo, el discípulo Ananías. A éste el Señor le había hablado en visión para que fuera a la calle que se llama Derecha, preguntara en casa de Judas por un hombre de Tarso llamado Saulo que estaba orando.
Veamos la secuencia. Saulo impactado por una conversión radical y directa del Señor (hoy tenemos muchos testimonios de personas, especialmente musulmanes en países de difícil acceso del evangelio, en los que se les aparece el mismo Señor y se convierten) está en una casa orando. Por otro lado tenemos a Ananías que ha recibido una visión de Dios para que vaya a visitarlo. Saulo vio en una visión a un hombre llamado Ananías que entró y puso sus manos sobre él para que recobrara la vista. Pero el Señor le había dicho a Ananías algo más: «me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo». Al instante recobró la vista, se levantó y fue bautizado, tomó alimentos (puede ser que Saulo estaba de ayuno los tres días) y cobró fuerzas.
Miremos el orden: una revelación directa de Jesús para que Saulo creyera en él; éste se entregó por entero a la oración los siguientes tres días, tuvo una visión, recibió la visita de Ananías que oró por él para que fuera lleno del Espíritu Santo, posteriormente sería bautizado.
Sigamos pensando. El futuro «gran» apóstol Pablo necesitó a un discípulo para que orase por él y fuese lleno del Espíritu. Esta experiencia fue posterior a la conversión, tres días después. Pablo ya tenía visiones en medio de una vida intensa de oración pero no había sido lleno del Espíritu. Esta experiencia se liberó en su vida a través de un hermano obediente a la voz de Dios.
Por tanto, está claro en la Escritura que hay llenuras del Espíritu Santo posteriores a la conversión. No todo ocurre el mismo día que invocamos el nombre de Jesús. No pongamos «tropiezo doctrinal» a la llenura del Espíritu en nuestras vidas, de ello depende nuestro desarrollo posterior o su estancamiento.
La vida cristiana contiene diversos tipos de experiencias en un orden distinto al que la denominación que sea pueda marcar.