1 – LA SANTIFICACIÓN – A modo de introducción

La santificaciónA modo de introducción

¿Qué diremos entonces? ¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde? ¡De ningún modo! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?  (Romanos 6:1,2 LBLA)

En esta nueva serie queremos detenernos en aquellos pasajes que nos hablan de la santificación, especialmente en el capítulo 6 de la epístola a los Romanos. Después de meditar sobre la caída nos hemos adentrado en la redención. Creemos, según las Escrituras, que este es un tema central de la revelación, y vital para el devenir del hombre en la historia, no solo temporal, sino eterna.

La redención nos rescata de nuestra vana manera de vivir, aquella que heredamos de nuestros padres, nuestra cultura y tradiciones, −fundamentalmente idólatra− de todos aquellos factores que han  influido en la formación de nuestro carácter y que nos han llevado a nuestra propia identidad, con sus luces y sombras.

Ahora bien, una vez que hemos sido rescatados, −redimidos−, nuestra naturaleza ha sufrido una transformación que tendrá repercusión para toda la eternidad. Hemos sido trasladados de un dominio a otro. Hemos escapado de la corrupción que hay en el mundo mediante el conocimiento de nuestro Salvador Jesucristo (2 Pedro 2:20), para vivir de otra forma, andar en novedad de vida, no seguir en los deseos que antes teníamos cuando estábamos en nuestra ignorancia, sino que como aquel que nos llamó es santo, seamos nosotros también santos en toda nuestra manera de vivir (1 Pedro 1:15). Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, viviendo en sensualidad, lujurias, borracheras, orgías, embriagueces y abominables idolatrías (1 Pedro 4:3).

De esta forma, habiendo sido justificados por la fe en Jesús, y hechos siervos de Dios, tenemos como fruto la santificación, y como resultado la vida eterna (Rom.6:22). Ha comenzado una nueva manera de vivir. No es que la gracia nos autorice para seguir viviendo en pecado, sino que hemos muerto al pecado y por tanto ahora ya no vivimos en él. Algunos, abusando −por ignorancia o maledicencia− de la gracia manifestada, pueden pensar que tienen «permiso divino» para vivir lejos de la santidad debida, pero no irán muy lejos, porque su pecado y engaño se hará manifiesto a todos.

         Ahora, en Cristo, hemos iniciado una andadura en santidad que nos conducirá a la vida eterna.

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