HECHOS – La práctica apostólica (4)
Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios, y los presos los oían (Hechos 16:25).
Estamos hablando de la práctica apostólica, tendremos ocasión más delante de pararnos en sus enseñanzas, pero ahora nos fijamos cuál era la actitud de los apóstoles y discípulos en el primer siglo en medio de la oposición y persecución que experimentaron. Cómo afrontaron la hostilidad de los poderes infernales que se oponían al avance del evangelio libertador. Pablo y Silas habían predicado el mensaje con valentía en Filipos, provincia de Macedonia, y como consecuencia ahora se veían privados de libertad, magullados y azotados con varas. Una vez introducidos en lo más hondo de la mazmorra, asegurados los pies en el cepo, tras evaluar someramente la situación en la que estaban, optaron por una estrategia innovadora y vanguardista. En lugar de seguir en las tradicionales quejas por el maltrato recibido, alzaron su voz al cielo y comenzaron a orar y cantar himnos a Dios en voz alta. Su voz era tan firme y sonora que los demás presos los oían, seguramente con asombro. Aquí tenemos un ejemplo evidente de la diferencia entre la estrategia divina y las humanas.
La manera de pensar del sistema de este mundo racional y la poderosa renovación de la mente cristiana. Locura para el mundo, pero para los llamados, poder de Dios. Fue la misma estrategia «irracional» que el Señor dio a Josué para que cayeran los muros de Jericó. El mismo patrón que siguió el rey Josafat cuando rodeado de enemigos amenazando con devastar el reino de Judá, elevó su oración al cielo en medio de grandes temores, confiando en sus profetas y poniendo en marcha una potente alabanza ante el trono de la gracia. Y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, YHVH puso contra los hijos de Amón, de Moab y del monte de Seir, las emboscadas de ellos mismos que venían contra Judá, y se mataron los unos a los otros (2 Cr.20:22). Hubo una gran victoria para el pueblo que aceptó el patrón de Dios. Tal vez Pablo y Silas comentaron estos episodios de la Escritura estando en la cárcel, y estimulados por aquellas victorias, en lugar de quejas elevaron sus oraciones y alabanzas al trono de Dios, al mismo Dios de Josué y Josafat.
La respuesta fue también en esta ocasión sobrenatural. Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían… Abiertas las puertas y soltadas las cadenas pudieron exhortar al carcelero que no se hiciera daño, sino que él mismo fuera rescatado de su propia cárcel creyendo en el Señor Jesucristo, con toda su casa. La injusticia de su detención y los golpes recibidos no impidieron que su potente alabanza liberara la salvación.
Cuando la gratitud está presente las cadenas y murallas caerán.