Amo al Señor, porque oye mi voz y mis súplicas. Porque a mí ha inclinado su oído; por tanto le invocaré mientras yo viva. Los lazos de la muerte me rodearon, y los terrores del Seol vinieron sobre mí; angustia y tristeza encontré. Invoqué entonces el nombre del Señor, diciendo: Te ruego, oh Señor: salva mi vida… y me salvó. Vuelve alma mía a tu reposo… Pues tú has rescatado mi alma de la muerte, mis ojos de lágrimas, mis pies de tropezar (Sal. 116:1-8).
La vida tiene sobresaltos que la desestabilizan y alteran nuestro diario vivir. En ocasiones se presentan circunstancias inesperadas que ponen nuestras vidas «patas arriba». De pronto, todo se vuelve desordenado. Aparecen situaciones perturbadoras. El detonante puede ser diverso, pero sus efectos son muy parecidos: los lazos de la muerte me rodearon, y los terrores del Seol vinieron sobre mí. Fíjate en los verbos: «me rodearon» y «vinieron». Nadie los llamó. No los esperábamos, pero vinieron y nos sentimos rodeados por sus efectos devastadores. Entonces «encontré» angustia y tristeza. La secuencia es siempre la misma. El rumbo de nuestra vida ha cambiado sin que podamos hacer nada. Somos espectadores pasivos de unos acontecimientos que nos desbordan. Nos sentimos impotentes e inútiles. ¿Qué hacemos entonces? ¿Cómo reaccionamos? ¿A quién acudimos? ¿Cuál es la Roca que soporta nuestras vidas? Nuestro hombre cuenta su experiencia. Invoqué entonces el nombre del Señor. Su oración fue contestada. El amor por el Señor aumentó. Su alma volvió al reposo. Vio cómo había sido rescatado de la muerte, sus ojos dejaron de llorar y sus pies de tropezar. Todo ello en la misma persona. Eso reafirmó su fe, por tanto, decidió invocar al Señor toda su vida, en todas sus circunstancias. Estos procesos se repiten. Una oración respondida no impide que regresen en otra ocasión lazos de muerte y terrores, angustia y tristeza, pero establece un patrón de vida que ya nunca abandonas. Sabes que el regreso al reposo de tu alma está en invocar su nombre y ser oído.
Padre, invocamos el nombre de Jesús a favor de Israel y España. Líbranos de angustia, tristeza y muerte. Vuelve el alma a su reposo. Amén.