Nuestra alma ha escapado cual ave del lazo de los cazadores; el lazo se rompió y nosotros escapamos. Nuestro socorro está en el nombre del Señor, que hizo los cielos y la tierra (Salmos 124:7-8).
El alma humana y los lazos parecen buscarse mutuamente. El cazador tiende lazos con la idea de atrapar y no ser visto. En la invisibilidad está buena parte de su éxito. Imaginemos al ave apresada. De pronto todo su potencial para remontarse en las alturas ha quedado neutralizado. Está a merced de quién no tiene posibilidad de atraparlo en cielo abierto, y necesita el engaño, la trampa y el ardid para conseguir su propósito. Las maquinaciones del maligno tienen la intención de sacarnos de nuestra firmeza en Cristo. Sabe que de lo contrario no lo conseguirá. Necesitamos estar despiertos, velar y orar, para no caer en tentación. A veces nosotros mismos creamos ese lazo. Nuestras palabras pueden enlazarnos. Te has enlazado con las palabras de tu boca, y has quedado preso en los dichos de tus labios (Proverbios 6:2). ¡Qué fácil es quedar preso de nuestras palabras! Una vez pronunciadas pueden ser usadas en nuestra contra. Haz esto ahora, hijo mío, y líbrate, ya que has caído en la mano de tu prójimo; ve, humíllate… escápate como ave de la mano del cazador (Proverbios 6:3-5). El lazo se rompió y nosotros escapamos ¿Cómo? Por humillarnos. Reconociendo la culpa y no justificándola. El que se humilla, será exaltado. Jesús se humilló hasta la muerte y muerte de cruz; por lo cual, rompió todo lazo de pecado y enfermedad, venció al cazador y fue exaltado hasta lo sumo. Ahora, nuestro socorro está en el nombre del Señor. El te librará del lazo del cazador (Salmo 91:3). En él hemos escapado de la corrupción y las contaminaciones del mundo (2 Pedro 1:4; 2:20). Nuestra alma ha escapado, no nos dejemos atrapar de nuevo.
Padre, gracias por la libertad de todo lazo. Gracias por librar a Israel, y nuestro país, de las maquinaciones del maligno y de hombres perversos. Amén.