¿Hasta cuándo, Señor? ¿Te esconderás para siempre? ¿Arderá como el fuego tu furor? Recuerda cuán breve es mi vida; ¡con qué propósito vano has creado a todos los hijos de los hombres! (Salmos 89:46,47).
¡Preguntas, incógnitas, exclamaciones! La necesidad de recibir respuestas de Dios en el tiempo de necesidad. La percepción de que el Señor se esconde, está ausente, lejos. La sensación de que vivimos bajo la amenaza de un Dios airado. La brevedad de la vida, la vanidad que nos rodea, la falta de sentido y dirección. Todo ello está presente en estas breves palabras del salmista. No hay nada nuevo debajo del sol. Lo que es, ya ha sido, y lo que será, ya fue… Lo que fue, eso será, y lo que se hizo, eso se hará; no hay nada nuevo bajo el sol (Eclesiastés 3:15 y 1:9). Hoy, aunque algunas preguntas resurgen con la misma intensidad, sabemos que hay esperanza. Sabemos que la vida se ha manifestado. Que podemos evitar la ira de Dios escondiéndonos en la cruz de Jesús, quién nos libra de la ira venidera. Que la gracia se ha manifestado para salvación a todos los hombres… (Tito 2:11). Que Jesús abolió la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por medio del evangelio (2 Timoteo 1:10). Podemos vivir en la voluntad de Dios, manifestada en carne en la Persona de Jesús, y superar el presente siglo malo.
Padre amado, enséñanos el verdadero propósito para el cual hemos sido creados, y te honremos siempre con obediencia. En Jesús. Amén.