En los evangelios (III) – La expectativa (3)
Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente (Lucas 19:11)
En próximas meditaciones veremos los aspectos diversos del reino de Dios que fue anunciado por Jesús desde el principio. Ahora queremos seguir centrándonos en la expectativa creciente que había en Israel al ver las manifestaciones prodigiosas en todos sus pueblos y ciudades alrededor de la figura del Mesías esperado.
Cuando Jesús entró en Jerusalén en medio de una multitud que le aclamaba como el hijo de David, por tanto, heredero del trono anunciado por los profetas, las multitudes pensaban que el reino se manifestaría inmediatamente. Un reino en toda su amplitud, no solo en los aspectos espirituales, sino en la configuración de la monarquía hereditaria de la casa de David, cuyo pacto conocían perfectamente por las Escrituras. Israel conocía la promesa del pacto de Dios con la casa de David. Una y otra vez habían clamado: Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí. Identificaban la persona de Yeshúa con el heredero del trono davídico, el vástago de Isaí (Is.11:1). Las multitudes clamaban: ¡Hosanna! ¿Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¿Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¿Hosanna en las alturas! (Mr.11:9,10).
Anteriormente, viendo las señales que hacia ante sus ojos, dijeron: Éste verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo. Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte solo (Jn.6:14,15). El mismo ladrón, crucificado a su lado, dijo: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino (Lc.23:42). José de Arimatea, miembro del concilio, y que no había consentido en el acuerdo de su muerte, esperaba el reino de Dios (Lc.23:50-51). Y después de resucitar, hablando con dos de sus discípulos camino a Emaús, estos expresaron delante de él, sin reconocerle, que su expectativa había sido esperar que él había de redimir a Israel (Lc.24:21).
Son muchos los testimonios en la Escritura que dan fe de estar ante el inminente establecimiento del reino davídico anunciado por los profetas. Ese reino no es solo espiritual, sino terrenal, con toda su magnificencia; centrado en la ciudad de Jerusalén. Israel esperaba al Mesías que estableciera el reino de David su padre. El Mesías vino como cordero sacrificial, y volverá como león reinante en su segunda venida. Ahora se anuncia el reino en los corazones de los hombres.
Son muchos los testimonios de la gran expectativa que hubo en Israel en los días de la manifestación de Jesús para establecer el reino davídico.