HOMBRES DE VERDAD – Enseñanza
Pero tú has seguido mi enseñanza (doctrina)… (2 Timoteo 3:10 LBLA).
Timoteo había sido enseñado en la doctrina apostólica de Pablo. La revelación que el apóstol de los gentiles había recibido no fue por voluntad humana, sino por revelación de Dios. Lo tenemos recogido en sus cartas, especialmente en la de Romanos y Gálatas. La enseñanza o doctrina de Pablo era el evangelio, el único evangelio revelado por Dios a los hombres. Porque solo hay un evangelio, y si alguno os predica otro evangelio, sea anatema. «Pues quiero que sepáis, hermanos, que el evangelio que fue anunciado por mí no es según el hombre. Pues ni lo recibí de hombre, ni me fue enseñado, sino que lo recibí por medio de una revelación de Jesucristo» (Gálatas 1:11,12).
Este evangelio fue confirmado por los demás apóstoles. «…Y les presenté el evangelio que predico entre los gentiles, pero lo hice en privado a los que tenían alta reputación, para cerciorarme de que no corría ni había corrido en vano… al ver que se me había encomendado el evangelio a los de la incircuncisión, así como Pedro lo había sido a los de la circuncisión… y al reconocer la gracia que se me había dado, Jacobo, Pedro y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra de compañerismo, para que nosotros fuéramos a los gentiles y ellos a los de la circuncisión» (Gálatas 2:1-9).
Pronto aparecieron muchos predicadores con otro evangelio. Pablo tuvo que defenderlo fervientemente para que la verdad permaneciese con los discípulos y no se adulterase el mensaje. Es posible apartarse del evangelio de Dios y abrazar otros «evangelios». «Me maravillo de que tan pronto hayáis abandonado al que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente» (Gálatas 1:6). Sin embargo, el fundamento de Dios está firme y tiene este sello: «El Señor conoce a los que son suyos, y: que se aparte de la iniquidad todo aquel que menciona el nombre del Señor» (2 Timoteo 2:19). Está edificado «sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular» (Efesios 2:20). Y nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. «Ahora bien, si sobre este fundamento alguno edifica con oro plata, piedras preciosas… la obra de cada uno se hará evidente… el fuego mismo probará la calidad de la obra de cada uno. Si permanece… recibirá recompensa… si es consumida por el fuego, sufrirá pérdida» (1 Corintios 3:11-15). Los hombres de Dios pelean la buena batalla de la fe, defendiendo el evangelio sin diluirlo ni traicionarlo.
Los hombres de verdad predican el evangelio de Dios tal como lo recibieron de los apóstoles y profetas. Su carácter es fiel a la verdad recibida.