HOMBRES DE VERDAD – Sufrimientos (primera parte)
Pero tú has seguido mis… sufrimientos… (Padecimientos RV60) (2 Timoteo 3:10, 11)
El que está hablando, como sabemos, es el apóstol Pablo. Un apóstol de Jesucristo experimentando las consecuencias que conllevan ser enviado a los pueblos y naciones con el evangelio de Dios. Hoy se ha desatado la veda de los títulos, y la osadía alcanza cotas, en algunos casos, verdaderamente lamentables. Hay quienes −ya los había en tiempos de Pablo− se dicen ser apóstoles, pero no lo son, sin embargo, tienen una osadía muy llamativa para auto promocionarse sin ningún pudor. Se busca la distinción y la grandeza, olvidando el sufrimiento y padecimientos que forman parte del llamamiento dado por Dios.
Pablo reconoce que Timoteo le ha acompañado en sus sufrimientos, «como los que me acaecieron en Antioquia, en Iconio y en Listra. ¡Qué persecuciones sufrí! Y de todas ellas me libró el Señor” (2 Timoteo 3:11). En Listra los apóstoles Bernabé y Pablo pasaron de la veneración a la lapidación en cuestión de minutos. Pablo vio a un cojo con fe para ser sanado, así que le dijo con fuerte voz: «Levántate derecho sobre tus pies. Y él dio un salto y anduvo» (Hechos 14:9,10). Cuando la multitud vio aquel milagro quisieron ofrecerles sacrificios diciendo: «los dioses se han hecho semejantes a hombres y han descendido a nosotros». Los sacerdotes paganos trajeron toros y guirnaldas para ofrecerles sacrificio, pero los apóstoles rasgaron sus ropas y les dijeron: «varones ¿por qué hacéis estas cosas? Nosotros también somos de igual naturaleza que vosotros, y os anunciamos el evangelio para que os volváis de estas cosas vanas a un Dios vivo». Las multitudes, manipuladas debidamente, pasaron de ofrecerles sacrificios como dioses a apedrearles como delincuentes.
Los apóstoles de Dios habían escogido antes el vituperio de Cristo que los tesoros de Egipto; prefirieron ser maltratados con el pueblo de Dios, que gozar de los placeres temporales del pecado, como Moisés (Hebreos 11:24-26). Ese es el espíritu apostólico. No vender la verdad por reconocimiento humano. Renunciar a la adoración de las masas por la honra del evangelio. Esto lo olvidan hoy muchos que están más dispuestos para los títulos pero muy poco para el sufrimiento. Cuando experimentan resistencia a su reconocimiento incondicional y se les contradice, rebrota de su interior un espíritu de vanidad que los domina e inhabilita como siervos de Dios. Pablo fue apedreado, lo arrastraron fuera de la ciudad y pensaban que estaba muerto. Después de rodearles los discípulos, se levantó y entró en la ciudad. (Hechos 14:19-22).
El carácter de los hombres de verdad se distingue por la perseverancia en medio del sufrimiento.