Apostasía de la fe (7)
Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios (1 Timoteo 4:1)
La fuerza del engaño en los tiempos finales tiene una potencia mayor que la bomba atómica. La capacidad de manipular a sociedades enteras se ha vuelto una posibilidad altamente verosímil. Los argumentos que se levantan contra el conocimiento de Dios, (léase verdades y principios judeocristianos), contienen una altivez sobrenatural capaz de neutralizar la fe que un día abrazamos. Por ese camino se filtra la apostasía.
Una lluvia fina en forma de vanas imaginaciones, huecas sutilezas, filosofías, ideologías y teologías, cuya matriz está en el centro de la soberbia humana, tienen la capacidad de paralizar el desarrollo de la fe del corazón y someterlo al hechizo de los sentidos para abandonar «suavemente» la firmeza de la verdad. Todo ello es posible cuando dejamos de oír la voz de Dios entregándonos a escuchar mensajes humanistas políticamente correctos y la suavidad de argumentos con apariencia de piedad que neutralizan los fundamentos sólidos de la verdad revelada.
El lenguaje se ha vuelto inclusivo, falsario, prostituyendo el sentido original de las cosas para darle otro totalmente distinto, aunque al oírlo tenga la apariencia de piedad y bondad sin que percibamos el engaño que esconde. De esta manera, una de las doctrinas de demonios ampliamente aceptada hoy, y legislada mediante leyes aprobadas por mayorías parlamentarias, es la llamada ideología de género que pretende, entre muchas otras iniquidades y algunas reivindicaciones equitativas, negar la propia naturaleza del ser humano, oponiéndose a la biología que determina el sexo por una elección caprichosa al gusto del consumidor.
Es un ataque frontal a la creación de Dios. Como Nimrod, vigoroso en oposición a Dios. Prepotente, emancipado del Creador, como al principio (seréis como dioses), para levantar un reino universalista, globalista, de gobierno e ideología única, asentado en la ciudad ramera, cuyo modelo se extendió a todas las naciones después del juicio de Dios. Como está escrito: Y Cus engendró a Nimrod, primer prepotente en la tierra. Este era intrépido cazador enfrentado a Adonai Elohim (Génesis 10:8,9 BTX IV Edición).
Hoy tenemos esa misma potestad establecida desde la ONU, un organismo mundial, cuyas instituciones supranacionales son el mayor impulsor de la agenda mundialista. Pensemos. No es posible tanta unanimidad en una agenda global a la que se han sometido la mayoría de las naciones sin que haya un dominio espiritual que las sustente, como se hizo en Babel.
Asistimos a la simplificación del engaño produciendo apostasía mundial.