Oye, oh Dios, mi clamor; atiende a mi oración. Desde los confines de la tierra te invoco, cuando mi corazón desmaya. Condúceme a la roca que es más alta que yo. Porque tú has sido refugio para mí, torre fuerte frente al enemigo (Salmos 61:1-3).
La vida del hijo de Dios es una vida de constante oración. Vivimos bajo condiciones de inestabilidad, en un mundo movible y alterado por el pecado. Rodeados a menudo de hombres impíos, alejados del temor de Dios, y que están bien dispuestos a ser manipulados por las corrientes desestabilizadoras que dirige el príncipe de la potestad del aire. Por tanto, necesitamos mantener nuestro clamor y oración delante de Dios. Invocar su nombre cuando nuestro corazón desmaya. Ser conducidos a la roca que es más alta que nosotros. Reconocer nuestras limitaciones y nuestra dependencia del Eterno, el Inmutable. Declararle como nuestro refugio y torre fuerte contra los azotes del que viene a matar, robar y destruir. El diablo viene a zarandearnos como a trigo, anda alrededor buscando para devorar nuestra vida, y manipular nuestras emociones a través de múltiples circunstancias inciertas. La inseguridad puede amenazarnos, pero la oración, el clamor y la invocación de su nombre nos conducirán a la fortaleza. Y la roca era Cristo (1 Corintios 10:4).
Padre, conduce a Israel a la roca que es más alta que sus propios recursos humanos. Te invocamos por España en estos días de desmayo. Amén.
Amén!! . . . Muy edificante esta plegaria.
Bendiciones.