El juicio a la mujer
A la mujer dijo… (Génesis 3:16)
La mujer había argumentado anteriormente a Dios que había sido víctima de un engaño. La serpiente me engañó, y yo comí (3:13). Era verdad. La serpiente con su astucia, engañó a Eva (2 Co. 11:3). Pero una vez más, haber caído en el engaño del diablo no impidió que Dios responsabilizara a Eva de sus actos. Aunque la serpiente había actuado con engaño y astucia, fue Eva quién tomó del árbol y comió la fruta prohibida. Fue ella misma quién transgredió la palabra de Dios (1 Tim. 2:14).
Los límites que el Señor había puesto fueron traspasados voluntariamente, −con maquinaciones−, por la mujer. Y de todo ello le hizo responsable el Señor a Eva. Ahora iba a emitir su juicio como consecuencia de sus actos contrarios a la ley de Dios. El pecado es infracción de la ley (1 Juan 3:4). Todo lo que el hombre siembra eso siega (Gá. 6:7). La desobediencia tiene su justa retribución.
Dios creó al hombre y la mujer como seres responsables. Dios no puede negarse a sí mismo. Jesús dijo: La palabra que yo os he hablado, ella os juzgará en el día postrero (Jn.12:48). Vivimos, en muchas ocasiones, alegremente, transgrediendo las leyes y teniendo la vana esperanza de salir impunes de nuestra transgresión. Es el engaño de Satanás una vez más. Sus argumentos alimentan la rebelión que anida en su naturaleza. Es el padre de la mentira presentando argumentos engañosos, falsos, aparentemente razonables y lógicos, pero alejados de la verdad revelada en la Escritura.
Eva no evitó el juicio. Nosotros tampoco quedaremos alejados de él si transgredimos las leyes. Leamos la sentencia de Dios sobre la mujer: En gran manera multiplicaré tu dolor en el parto, con dolor darás a luz los hijos; y con todo, tu deseo será para tu marido, y él tendrá dominio sobre ti (3:16). Esta palabra puede parecernos anacrónica, pero se ha cumplido ampliamente en la historia de la humanidad.
La consecuencia de la desobediencia es dolor. Sin embargo, ese dolor queda amortiguado por la alegría de dar a luz un hijo. Cuando la mujer está para dar a luz, tiene aflicción, porque ha llegado su hora; pero cuando da a luz al niño, ya no se acuerda de la angustia, por la alegría de que un niño haya nacido en el mundo (Jn.16:21).
Por su parte la tiranía del hombre sobre la mujer queda compensada con amor cuando el marido ha sido redimido, vive bajo el temor de Dios, y sabe que tiene que dar cuenta a Dios de todos sus actos. No se enseñorea de la mujer, sino que la ama como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella.
El juicio a la mujer le trajo dolor y sus deseos sujetos a los de su marido.